Alberto Linares dirige la Unidad de Intervención en Victimología del Programa "Las Víctimas contra las Violencias" del Ministerio de Justicia de la Nación. Incentivó a los padres de Yanela Medina y a otros familiares para que participen de la convocatoria "Ni una Menos" como una estrategia de acompañamiento y contención. La complejidad en cómo los familiares de las víctimas enfrentan la pérdida.
A Yanela Medina la encontraron hace dos años atada de pies y manos con alambre, rapada, sin ropa y con signos de violencia sexual. Daniel y Carina, los padres de la nena de once años, viajaron este miércoles desde Berazategui, en el conurbano bonaerense, hasta el Congreso para mezclarse entre la multitud que se movilizó para poner un freno a las muertes de mujeres. Ella llevaba una remera con la cara de su hija. Él cargaba con una bandera. Haciendo presión, lograron llegar hasta las vallas que eran la antesala al escenario donde se leyó un documento. Querían salir en los medios porque la muerte de la nena aún está impune. Los padres de Yanela son uno de los 70 casos de femicidios y femicidios vinculados en los que intervino en los últimos años la Unidad de Intervención en Victimología del Programa "Las Víctimas contra las Violencias" del Ministerio de Justicia de la Nación. Fueron convocados desde el organismo para ser parte de la movilización.
“Los familiares de las víctimas de femicidio son sobrevivientes. Es muy importante para su empoderamiento participar de un acto como el de Ni una menos”, explicó Alberto Linares a Infojus Noticias. Dirige esta Unidad y fue quien incentivó a los padres de Yanela y a otros familiares para que participen de la convocatoria como una estrategia de acompañamiento y contención.
De los 70 casos en los que la Unidad brindó asistencia, el 29 por ciento de las víctimas tenían entre 2 y 16 años, el 50 por ciento entre 17 y 30 años y el 21 por ciento entre 31 y 78 años. Cada una de estas historias, con nombre y apellido, coincidieron con los familiares anónimos y aquellos más mediáticos que tuvieron atención privilegiada de las cámaras.
Por ejemplo, abajo del escenario principal en la Plaza de los Dos Congresos, estaba sentada Enriqueta Banegas, la mamá de Vanesa Giunta. El nombre de esta víctima quizás no sea recordado pero sí la forma en la que apareció su cuerpo. Al torso de Vanesa lo encontraron dentro de una valija flotando en el Riachuelo, después de que su pareja la sometiera a un supuesto ritual macabro en 2007. La habían matado por “infiel”. La hija de Vanesa, Malena, también se sentó en una de las sillas. Linares también acompañó a esta familia sobreviviente.
-¿Cómo es el trabajo de la victimología?
-Somos un equipo interdisciplinario de profesionales. No hacemos patrocinio, es un acompañamiento. Es un vínculo que generamos y mantenemos en el tiempo más allá de la condena firme o de la impunidad.
-Ustedes trabajan con familiares y víctimas de crímenes de lesa humanidad, de catástrofes y accidentes. ¿Qué diferencias tienen en el abordaje los sobrevivientes del femicidio?
-Las circunstancias del dolor y cómo se procesa ese frente a la pérdida es siempre la misma. Hay una matriz similar en todos los casos en los que hay una víctima de delito. En casi todos los casos se puede advertir la culpa del sobreviviente. Pero en los femicidios o en las situaciones de violencia intrafamiliar se nota con muchísima más claridad. Siempre hay un planteo permanente que aparece cuando abordamos a la víctima que es “Si yo hubiera…”. La culpa es por lo que no se hizo. Porque no pudieron ayudar a la víctima antes. En los 70 casos que abordamos hubo antecedente de violencia. Se registra violencia física, simbólica.
-¿Cómo trabajan con ese sentimiento de culpa del familiar?
-Tratamos de encuadrar en responsabilidad del autor de hecho. Los familiares no pueden sentir culpa. Nuestra tarea es que entiendan que el culpable y responsable es quien acuchilló, golpeó, mató a la mujer. En general, son las madres de las víctimas o las hermanas las caras más visibles de la búsqueda de Justicia.
-¿Cómo es el acompañamiento de los varones?
-La complejidad de esta problemática es infinita. El trabajo con los varones es difícil. En términos generalas, las mujeres siempre son las que acompañan más. Pasó en un caso que en el sepelio de una nena, con un compañero tuvimos que llevar el féretro porque no había un solo hombre.
-La figura de femicidio se tipificó hace poco, ¿hay resistencia del Poder Judicial de llamar a estos homicidios por su nombre?
-Hay muchos femicidios que terminan enmascarados con carátulas como suicidio o averiguación de causales de muerte. El femicida es un manipulador. Genera las condiciones para enmascarar la muerte de su ser querido. Hay un caso en el que la chica es prendida fuego por su pareja. En el Hospital, las últimas palabras antes de morir fueron “Me mandé una cagada”. Esa causa se caratuló suicidio porque la médica de guardia contó esas últimas palabras. Sin embargo, yo creo que esas últimas manifestaciones no hacían referencia a que se había suicidado sino que se había mandado una cagada y por eso la prendió fuego. Esos casos son invisibilizados y quedan impunes.
-¿Cómo se vivió el acto acompañando a las víctimas?
-Fue muy emotivo. Nunca ví tanta gente llorando en silencio. Había mucha lágrima y mucho músculo tenso. El acto movilizó a personas que estaba, tal vez, aletargadas, más caídas. Esta convocatoria hace más de diez años era impensada porque faltaba conquistar muchísimos derechos. La movilización fue histórica y va a generar un salto en la adquisición de derechos que va mucho más allá de las respuestas inmediatas. Muchísimas víctimas con las que no tenía contacto hace un tiempo estaban ahí.
MFA/JMM