Hoy se cumplen veinte años del día en el que Maradona quedó afuera del Mundial 94. La FIFA impuso un castigo discrecional al jugador una vez finalizada la Copa: 15 meses de inactividad y una multa de 15 mil dólares. El Diez no tuvo garantía de defensa y sus abogados no pudieron presentar un recurso de amparo. Uno de los autores de “El último Maradona”, reconstruye la trama legal del dóping que hizo llorar a un país.
Diego Maradona dormía en la habitación 714 del Sheraton de Dallas. Era la mañana del 30 de junio de 1994. Ya se sabía que las dos muestras de su orina tomadas cinco días antes, después del partido contra Nigeria, habían dado positivo de efedrina. Diego todavía estaba en el Mundial; todavía era un jugador de la selección argentina. Pero la decisión de la FIFA, reunida en su cuartel general del Four Season Las Colinas, en Irving, un suburbio de Dallas, llegaría en unas pocas horas. El abogado de Maradona, Daniel Bolotnicoff, quiso adelantarse y conocer cuál sería el castigo para el jugador, tener una copia de la resolución. Entre todos los intentos por hacer que el Mundial no se terminara para Diego, Bolotnicoff había pensado que podía interponer un recurso de amparo ante un tribunal laboral de Estados Unidos. Para eso necesitaba una sanción. Pero cuando salió a buscarla se topó con un dirigente de la AFA que le cambió los planes.
—No va a haber resolución, la AFA lo va a retirar del plantel —le dijo el dirigente.
Ese detalle aniquilaba cualquier expectativa de salvataje para Maradona. Le quitaba elementos para recurrir a la Justicia ordinaria, aún cuando sabía que ese trámite resultaba una misión casi imposible. No era la FIFA -la enemiga de Diego durante esos años- la que lo sacaba del Mundial. Era la AFA la que–bajo presión de la FIFA- lo separaba del equipo. Lo iba a anunciar el mismo 30 de junio al mediodía en una conferencia de prensa que paralizó al país. La AFA le allanaba el camino a la FIFA, que resolvería el castigo a Diego en agosto, una vez finalizado el Mundial.
El caso de Maradona se resolvió por el mismo camino de lo que había ocurrido con el haitiano Ernst Jean Joseph en Alemania 74 y con el escocés Willie Johnston en Argentina 78: retiro del plantel y sanción después del Mundial. En esas dos ocasiones, sin embargo, fue la FIFA la que decidió dejar afuera a los jugadores suspendiéndolos provisionalmente.
En 1994 se escuchó un argumento que circuló por años como un mito: que si Julio Grondona -el presidente de la AFA pero también, y sobre todo, el vicepresidente de la FIFA- no tomaba la decisión de retirar a Diego, sería la selección argentina la que sufriría la exclusión del Mundial. Era una de las mentiras cruzadas que circulaban por esas horas. Si se seguía esa línea, entonces, lo que la AFA evitaba era una mal mayor. Pero no había antecedentes, sin embargo, de que una selección pudiera ser descalificada de un Mundial por el caso de doping de un jugador.
No sólo eso: ni siquiera había chances de que la Argentina perdiera los puntos conseguidos contra Nigeria. Fue el mismo Joseph Blatter, entonces secretario general de la FIFA, el que lo explicó por esas horas: para que eso ocurriera, los dos jugadores que habían ido al control antidoping –a Maradona lo acompañó el defensor Sergio Vázquez- debían haber dado positivo.
Las letras de los reglamentos FIFA permitían ir hasta los márgenes, presionar con falsedades. No había por esos años leyes claras. Era todo tan laxo que durante el repechaje contra Australia para ingresar a ese Mundial se acordó que no hubiera controles antidoping. Grondona, el dirigente que había impuesto esos controles en el fútbol argentino a principios de la década del 80, lograba quitarlos del camino de la selección argentina para llegar a Estados Unidos. Años después, Maradona hablaría del “café véloz” –una suerte de café con efedrina- utilizado para esos partidos.
El periodista Horacio Verbitsky advirtió los agujeros reglamentarios que presentaba la FIFA en una columna publicada en Página/12 unos días después del dóping de Maradona. “El problema —escribió— pasa por la selectividad. Por ejemplo, un anuncio del secretario general de la FIFA vinculado con el caso recibió mínimo espacio: antes del próximo campeonato mundial se determinarán y publicarán las penas para los jugadores que ingieran sustancias prohibidas en el reglamento”.
“Al iniciarse la World Cup 94 —continuó Verbitsky— se conocían las sustancias prohibidas, pero no el castigo por su empleo. La separación del jugador se dispuso en forma discrecional, sin respeto por un principio tan antiguo en la cultura occidental que tiene nombre en latín: nullapoena sine praevia lege. Integra tanto la declaración de los derechos del hombre de 1789 como la constitución argentina de 1853 y también implica que el acusado pueda defenderse”. “Es decir —agregó el periodista— que la sanción tanto hubiera podido ser una suspensión por un partido como una multa, luego de escuchar al infractor. Maradona admitió que había consumido un medicamento con efedrina (de los que se venden sin receta en los supermercados de Estados Unidos y otros países desregulados). Sus únicos reclamos fueron por no haber sido escuchado y por la desproporción que atribuyó al castigo”.
El abogado especializado en derecho deportivo, Ariel Reck, encontró después de una búsqueda por internet el reglamento antidoping del Mundial 78. Tuvo que comprarlo en una web de venta de libros online. Reck entiende que esa regulación es muy similar a la que se mantenía para el Mundial de 1994. “Los principios que contiene este Reglamento –se lee en la página 37- corresponden a las decisiones tomadas por la Conferencia Médica y Legal Internacional que ha sido organizada en Strasbourg en setiembre de 1965 por el Consejo de Europa y también a las decisiones del COI (Comité Olímpico Internacional)”.
Reck explica que por aquellos años no existía una norma uniforme para todos los deportes, tal como se implementó en 1999 con el Código Mundial Antidopaje. La FIFA, explica el abogado, fue una de las pioneras en realizar exámenes antidoping en los Mundiales. Pero la adhesión al Código se realizó en 2004. De acuerdo a los estándares actuales, según sostiene Reck, Diego hubiera recibido un castigo de por vida u ocho años de suspensión, ya que se trataba de su segundo caso. Lo mismo le hubiera sucedido si en 1994 la FIFA hubiese ratificado el acuerdo que había firmado el año anterior con el Comité Olímpico Internacional. Hasta ese momento, sólo el fútbol y el ciclismo –terreno fértil para el doping- no lo habían ratificado. La FIFA imponía los castigos según el caso.
“El Código WADA (las siglas en inglés de la Asociación Mundial Antidopaje) otorgó una mayor seguridad jurídica y una uniformidad entre los deportes”, explica Reck a Infojus Noticias. “El caso de Diego demuestra la discrecionalidad con la que cada federación manejaba el tema antes. El Código fijó penas, tanto para primera como segunda ofensa antidopaje; fijó estándares mínimos para los procedimientos y estableció al TAS (Tribunal Arbitral del Deporte como órgano de apelación independiente de las federaciones dando a los atletas una mayor garantía de defensa en juicio”.
Maradona no tuvo garantía de defensa. No, al menos, durante el Mundial. No la tuvo cuando Bolotnicoff, su abogado, quiso buscar la resolución de la FIFA y se encontró con la decisión de la AFA. Y no la tuvo tampoco el día anterior a ese episodio cuando en un laboratorio de la Universidad de California, Los Ángeles, se realizó la prueba sobre la muestra B de orina FIFA 220 -el código que pertenecía a Maradona-, es decir, la contraprueba. Allí, el médico segundo de la selección, Roberto Peidro, detectó que existía una irregularidad en el procedimiento: el frasco estaba nombrado con las sustancias “efedrina” y “pseudoefedrina” y el protocolo indica que eso no puede suceder. Cuando se realizan estos controles se debe hacer mediante el “doble ciego”. No debe saberse ni a quién pertenece el pis, como tampoco debe saberse qué sustancias se habían encontrado en la primera prueba. Peidro –apoyado por Bolotnicoff- pidió la anulación del proceso, pero el abogado de la AFA, Santiago Agricol de Bianchetti, frenó todo. Era una decisión política: la AFA no podía impugnar a la FIFA.
El 24 de agosto de 1994, dos meses después del partido contra Nigeria, un comité de la FIFA se reunió en Zurich para decidir la sanción contra Maradona. Marcos Franchi y Daniel Bolotnicoff representaron a Diego. Allí sí pudieron exponer la versión del jugador. La estrategia de defensa fue ideada por el médico Néstor Lentini: explicaba que Diego tomaba Ripped Fast, que no contenía efedrina, y que en Estados Unidos, al terminarse ese producto, se compró otro que se encontraba a la venta libre, el Ripped Fuel, que sí contenía efedrina. Resultaba tan arbitraria la decisión de ese comité de la FIFA, que un sector quería darle una sanción de por vida y otro apenas unos meses, algo leve. Maradona, finalmente, recibió quince meses de suspensión para la actividad profesional y una multa de quince mil dólares. El mismo castigo recibió Daniel Cerrini, su personal trainer y dietólogo, quien le había dado de tomar las pastillas. La AFA recibió un reto de la FIFA “por falta de vigilancia en la formación de su delegación participante en los Mundiales”.
La efedrina ya no está permitida –como sí lo estaba en 1994- en el básquet, el béisbol y el fútbol americano. En 2003, el gobierno de Estados Unidos prohibió su uso en suplementos dietéticos después de 155 muertes, entre ellas las de dos jugadoras de fútbol americano y un beisbolista, además de las quejas que despertaba su consumo, como el insomnio, la arritmia cardíaca y los dolores de cabeza. En la Argentina, la efedrina ya no sólo se asocia a aquel Mundial sino también al triple crimen de General Rodríguez y a su utilización como precursor para la elaboración de drogas sintéticas.
Veinte años después, como explica Reck, existe un armado jurídico más claro. A pocos días del inicio del Mundial de Brasil varias selecciones, entre ellos la Argentina, recibieron la visita sorpresa de médicos de la FIFA que realizaron un control antidoping a todo el plantel. Si se encuentra un positivo, hay sanción porque el jugador es considerado en competencia. Son las nuevas leyes. Los tiempos han cambiado.