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15-9-2013|10:32|JUSTICIA Nacionales
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La trastienda de la XV Encuentro de Jueces de Cámara

Adiós a las corbatas: el backstage de una reunión de jueces

Medio centenar de jueces y juezas de tribunales orales de todo el país se reunieron en Villa La Angostura para discutir sobre el juicio por jurado. Pero también hubo charlas, comidas y anécdotas en la que los magistrados mostraron el lado B de la justicia. ¿De qué hablan los jueces cuando se sacan el traje?

  • Alejandra Bartoliche
Por: Natalia Biazzini

En el Messidor de Villa La Angostura, Neuquén, un pequeño castillo de estilo francés, que funciona como residencia oficial del gobernador, el juez anfitrión Orlando Coscia mira por la pantalla de su smartphone y toma una foto en la que posan cuatro colegas sonrientes con la cordillera de fondo. Son jueces federales y todavía están vestidos de traje. Ya terminó la primera jornada del XV Encuentro Nacional de Jueces de Cámara de Tribunales Orales, pero los magistrados no logran distenderse del todo.

Frente a un paisaje imponente de montañas con picos nevados, unos cuarenta jueces federales y nacionales de distintas provincias argentinas se reunieron por tres días en uno de los destinos más exclusivos del país para debatir, básicamente, sobre el juicio por jurado.

El tema del que más se habla es el que los congrega: el juicio por jurado. De eso se discute la primera noche en el restó del hermano de la reina Máxima, el paquetísimo Tinto Bistró. Había voces a favor y en contra. Algunos lo sostienen como bandera y otros desconfían del sistema. La suprema Argibay plantó bandera en contra vía teleconferencia. Los jueces no se ponen de acuerdo: ¿cuál es el mejor sistema? ¿El anglosajón o el escandinavo? Para unos, como los neuquinos y cordobeses donde ya es ley, este es el momento de impulsarlo. Para otros, se trata de una utopía.

Al segundo día, es difícil reconocer a los jueces sin corbata. Ya caminan sueltos, hacen bromas. Se acabó la solemnidad que suelen trasmitir en los pasillos de Tribunales. Los hombres visten elegante sport: camisas con el último botón desabrochado y pullover con mangas atadas sobre los hombros. Es el caso del juez tucumano Gabriel Casas, cuyo modesto teléfono contrasta con las instalaciones del hotel donde están alojados.

Mientras los jueces se acomodan en el segundo piso para escuchar las disertaciones, la presidenta de la Comisión de Tribunales Orales de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, Karina Perilli, y su equipo de asistentes, van y vienen por todo el hotel para satisfacer las necesidades de todos. Perilli pone su mejor sonrisa aunque arrastra un disgusto de hace unos días: el diario La Nación hizo una interpretación particular de los motivos del encuentro y ella tuvo que darle explicaciones a sus colegas.

Como presidenta de la comisión, Perilli defiende el rol de los jueces de tribunales orales, que son los que “se ponen al hombro” los juicios, los que escuchan a los testigos y a las partes y también los que dictan sentencia. Son los que deciden cuántos años una persona permanecerá tras las rejas o si podrá caminar por las calles. Son dueños de decisiones vitales sobre la vida de las personas. Ellos lo saben. Y ellos saben, sobre todo, quién es quién en ese encuentro. No se conocen las caras, pero conocen los fallos.

Algunos se reencuentran con colegas entrañables como el caso del juez del TOF 5 de San Martín, Alfredo Ruiz Paz, conocido por no permitir en los juicios de lesa humanidad que el público exhiba la foto de su familiar desaparecido, y su par de Bahía Blanca, Leopoldo Vázquez, recusado en los juicios de lesa por su amistad con los imputados. Estuvieron un buen rato conversando en la terraza del Messidor.

 

Las juezas que vinieron del litoral y centro del país se aparecen en el comedor del hotel vestidas con trajecito. El maquillaje es perfecto. Toman café y prueban tostadas untadas con mermeladas de frutas patagónicas. Cuando salen del hotel, ponen mucho cuidado en que la lluvia no les arruine el pelo. En una de las mesas del encuentro se habla de cuestiones sindicales. Los hombres piden mejoras en los viáticos, más nombramientos y modificaciones en la infraestructura para sus edificios, pero la jueza rosarina Beatriz Barabani pega un tiro certero con el planteo de la interna entre los tribunales orales y las cámaras en las provincias.

Uno de los anfitriones, el juez Eugenio Krom, busca que todos se sientan cómodos y lo logra. Recomienda lugares para visitar y cuenta que por las cenizas del volcán Puyehue en 2011 muchos pobladores abandonaron la Villa.

Uno de los pocos jueces que recorre cárceles para seguir de cerca la situación de sus presos, cuenta esa noche, en medio de una cena, el caso de una testigo que ya en el estrado se negó a declarar en contra del imputado porque era su amante. Termina de narrar la anécdota y estalla en una carcajada. Sus colegas que lo escuchan se ríen, golpean la mesa. En las mesas contiguas es igual: historias desopilantes de la justicia.

El encuentro sirvió también para hacer lobby y reforzar internas políticas. Luis María Cabral, presidente de la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, siempre estuvo en el centro de la escena, escuchando y conversando con sus pares. A los jueces no les gusta criticar a sus colegas, por lo menos no a puertas abiertas. Algunos, pocos, son capaces de criticar decisiones de sus colegas desde el lugar de ciudadanos. Menos todavía son los que hacen autocrítica –ni siquiera en estricto off- sobre las prácticas y vicios de la corporación judicial. Si se les pregunta sobre el juicio de Marita Verón no se escuchan cuestionamientos a los jueces.

Los más conservadores prefieren tener a los periodistas –a esta periodista, la única que viajó a cubrir el encuentro- lo más lejos posible. Les irrita que se cuestionen sus fallos, se ponen nerviosos: “Ustedes no leen los expedientes, inventan conspiraciones y atacan”, dice un conocido camarista porteño en referencia a un fallo que tiene a la opinión pública en contra.

El paisaje de Villa Angostura invita a hablar de viajes. Muchos cuentan que ya conocen el lugar y algunos hasta tienen familia con casa en la Villa. Algunos se escapan a Chile y otros se van a Bariloche, que queda a unos 60 kilómetros.

El sábado, el día de menos actividad, la mayoría de los y las jueces aprovechan para degustar vinos y comidas patagónicas. ¿Esto también lo vas a escribir?, preguntan.
 

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