El editor de Fotografía de Infojus Noticias, Sergio Goya, fue uno de los fotoperiodistas que llegó al edificio de Pasteur al 600 para registrar las imágenes de las secuelas de la explosión que dejó 85 muertos y cientos de heridos.
El gobernador de Córdoba Eduardo Angeloz estaba a punto de dar una conferencia de prensa en la Sociedad Rural justo cuando se escuchó la explosión. El rumor decía que un edificio se había desplomado en pleno barrio de Once. En aquel momento Sergio Goya -editor de fotografía de Infojus Noticias- trabajaba hacía muy poco tiempo como reportero gráfico de la Agencia Noticias Argentinas (NA)- corrió a un teléfono público y avisó a sus compañeros. Él tenía que quedarse ahí, “su nota” era Angeloz. El edificio era la AMIA y se había desplomado en el atentado terrorista más importante de la historia argentina.
Un par de horas después, Goya, desde la terraza de un edificio frente a los escombros, registró con su cámara muchas fotos. Ese invierno, las terrazas de los edificios de la mano par de Pasteur se convirtieron en su puesto de trabajo durante varios días. Estas son las cinco imágenes que quedaron grabadas en su retina de aquella semana.
En el nombre de Israel
La bandera de Israel flamea sobre los escombros. La tiene en la mano uno de los rescatistas del Ejército israelí que llegaron un día después de la explosión para trabajar en la remoción de los escombros. Uniforme de fajina, casco, antiparras. La bandera en su mano. Detrás, las puertas de un armario y un cuadro con el rostro de dos mujeres. “Eso, era más o menos, la altura de un cuarto o quinto piso”, recordó Goya. Hasta ahí, los rescatistas subían con un ascensor sostenido por cadenas.
Pruebas bajo los escombros
A las 9:53 del 18 de julio de 1994, el Renault 20 de Daniel Joffe estaba estacionado junto al volquete que la empresa Santa Rita había dejado minutos antes en la puerta de la AMIA. El auto quedó destruido y con el correr de las horas, los escombros removidos comenzaron a sepultarlo sin contemplar que, de esa forma, se alteraba una prueba importante para las pericias. Durante la investigación de la causa, Joffe denunció que el auto no fue peritado nunca. Goya captó a los voluntarios rescatistas comiendo junto al auto debajo de las rocas.
Un momento de gloria
Más de 30 horas estuvo Jacobo Chemauel debajo de los escombros. Piedras, mampostería, una bañera encima lo tenían atrapado. Los bomberos llegaron hasta él por un túnel. Le pasaron suero y medicamentos para la diabetes. El ánimo de Jacobo era bueno, les pedía a los rescatistas que no bajaran los brazos, que si lo sacaban les iba a invitar un asado a todos. Goya recuerda que todos se mantenían expectantes a ese rescate. Con su cámara, siempre desde alguna de las terrazas de enfrente, captó el momento en el que Chemauel fue rescatado. El cuerpo atado con sogas sobre la camilla. El triunfo de la vida. Al menos por un tiempo. Tres días después, Jacobo murió en el Hospital de Clínicas como consecuencia de las heridas provocadas en el atentado.
Silencio y espera
El pedido de silencio era para Goya una señal que rompía la monotonía de horas de espera. Las cientos de personas –entre rescatistas, voluntarios, bomberos y personal de Defensa Civil y del SAME– acallaban el murmullo constante y las máquinas que desgranaban los escombros. Es que algún hilo de voz podía llegar desde el fondo de la montaña de piedras y eso significaba el inicio de una nueva esperanza. Otras veces, el silencio era la señal de respeto ante el triunfo de la muerte.
Olfato salvador
El equipo de rescatistas del Ejército de Israel llegó con sus perros de rastreo entrenados para trabajar en situaciones de catástrofes. El olfato de los animales permitió llegar a los que aún estaban con vida debajo de los escombros. Sostenido una correa atada al arnés amarillos con la estrella de David en rojo, uno de los perros se mete en un túnel.
JC/PW