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Los investigadores de la masacre de la villa 1-11-14 buscan algún indicio de los asesinos. A falta de testigos, comenzaron a analizar una cámara de seguridad que podría haber registrado los movimientos de los atacantes. Los fiscales Adrián Giménez y Marcelo Munilla Lacasa pidieron los peritajes del Mercedes Benz A190 y los celulares de las cuatro víctimas. Munilla Lacasa confirmó a Infojus Noticias que también llamaron a declarar a Gustavo Lezcano González, hermano de tres de las víctimas, que está detenido en una causa por narcotráfico.

La declaración de Gustavo es una de las piezas claves del rompecabezas. Su relato podría ayudar a develar la oscura trama detrás del cuádruple crimen. “Ya se ordenó su declaración pero todavía no se dispuso el traslado -explicó Munilla Lacasa-, es una cuestión logística que debe resolver el tribunal”.

El joven de 18 años cumple prisión preventiva en el Complejo Penitenciario de Marcos Paz a disposición del Tribunal Oral Federal 2 de la Ciudad de Buenos Aires. Fue detenido en abril de 2014 en un megaoperativo ordenado por el juez federal Sergio Torres en la manzana 26, el mismo sector donde el domingo a la noche fueron asesinados sus tres hermanos Agustín (24), Hugo (30) y Leticia (19) y un amigo de ellos, Fabio Basualdo Gómez Ruíz Díaz, de 21. Todos de nacionalidad paraguaya.

Gustavo está acusado de ser “vigía” de una de las tres bandas investigadas por el juez Torres. Este dato, sumado al modus operandi de los asesinos, permite sospechar de una venganza narco. Sin embargo, los fiscales todavía no se aferran a ninguna hipótesis. “Son todas conjeturas, no hay ninguna línea de investigación más fuerte que la otra”.

“Las víctimas presentaban 34 impactos de proyectiles calibre .9mm. y .40mm”, explicó el Ministerio Público Fiscal (MPF) a través de un comunicado publicado en el sitio Fiscales.gob.ar. “Los representantes del MPF encomendaron Gendarmería Nacional el peritaje del automóvil Mercedes Benz modelo A190, en el que fueron hallados los hermanos Lescano Díaz y Basualdo Gómez Ruíz Díaz, y los teléfonos celulares que traían consigo”.

Los investigadores también comenzaron a analizar las grabaciones de una cámara de seguridad ubicada frente al estadio de San Lorenzo que apunta hacia la esquina de la avenida Perito Moreno y Rivera Indarte, a pocas cuadras de la escena del crimen. Si bien los cuadros observados hasta el momento no arrojaron resultados positivos, los investigadores creen que podría haber registrado la llegada o la huida de los atacantes.

Testigos que callan

En los pasillos de la 1-11-14 se escuchan voces distorsionadas por un megáfono. No venden nada, no convocan a nada. Advierten: “El que habla, sabe lo que le puede pasar”. Así, cuentan, se mantiene el silencio que garantiza la impunidad y el control narco del territorio.

En la manzana 26 nadie vio ni escuchó nada. “No tenemos ningún testigo. Es muy difícil que la gente venga a declarar abiertamente. Es atendible y entendible que tengan miedo”, dijo Munilla Lacasa.

Los vecinos hablan de una “guerra entre bandas” que crece a un ritmo exponencial. Cuentan siete muertes apenas unas semanas en la misma zona de la villa: las manzanas 26, 9 A, 9 B y 7. “Es que en esa zona no hay una organización vertical como la de los peruanos”, cuenta una fuente que conoce el territorio a Infojus Noticias.

El fiscal Munilla Lacasa le bajó el tono a la versión de la “guerra narco”. “Hay homicidios por robo, drogas y otros conflictos”, explicó. Y aclaró: “El tema del narcotráfico es una cuestión que compete a la Justicia Federal”.

Control del territorio

Según la versión de los vecinos, la disputa en la villa del Bajo Flores tiene varias aristas: por un lado la necesidad de controlar el territorio para la venta de drogas, pero también está el componente cultural. Paraguayos y peruanos están enfrentados en una guerra casi sin cuartel desde hace casi una década. Bandas de argentinos se sumaron a esta disputa en el último tiempo. Mientras, los bolivianos parecen ser los rehenes de la situación, son ellos los blancos de los robos y usurpaciones. Estas últimas con la intención de apoderarse de nuevas bocas de expendio de paco, cocaína y marihuana.

El conflicto excede a las bandas. Los chicos que van a la escuela son asaltados para quitarles sus celulares o simplemente las mochilas. Los propios vecinos del lugar pierden sus pertenencias cuando vuelven de sus trabajos. 

Después del hallazgo de los cuatro cuerpos del domingo, el barrio parece seguir su vida normal. “Es que los medios difundieron este caso, pero los ajustes de cuentas por las noches suelen suceder”, contaron las fuentes a Infojus Noticias.

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