Especialistas, investigadores y asociaciones de pacientes no quieren más secretos sobre las células madres. Ayer, en el marco del “Día Mundial de la Concientización sobre Células Madre” se realizó una jornada pública en la Fundación Instituto Leloir, organizada por la Comisión Asesora en Terapias Celulares y Medicina Regenerativa del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Allí se planteó que nuestro país está capacitado para desarrollar ese tipo de tratamientos. Y los participantes se pronunciaron en contra del “turismo médico”.
El debate sobre cómo y por qué usar las células madres en nuestro país no es nuevo. Ruth Ladenheim, secretaria de Planeamiento y Políticas de la cartera de Ciencia, dijo que existe una falsa creencia en la comunidad científica de que los tratamientos, que suelen ser costosos, deben realizarse en el exterior. “Hay un imaginario colectivo en la materia, originado en el nombre mismo de las células madre, que pareciera otorgarles el poder de curar cualquier cosa. Eso es falso. Por otro lado, está la realidad, la de los tratamientos comprobados en nuestro país. Apostamos a la investigación seria, a que los pacientes no se vayan y a frenar el turismo médico”, explicó.
Un caso mediático que generó polémica fue el de Tomás, de 5 años, que viajó a Minnesota por un trasplante de médula. A partir de un fallo de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, que modificó la decisión del juez federal Alejandro Sánchez Freytes de operar al niño en la Argentina, se ordenó que los costos de la intervención en Estados Unidos debían ser afrontados por la Nación, la provincia y, en menor medida, por la obra social.
Para Fabiana Arzuaga, coordinadora de la Comisión Asesora en Terapias Celulares y Medicina Regenerativa del ministerio de Ciencia y Tecnología, ese fallo fue un modelo de cómo la Justicia avala el “turismo médico”: se favoreció financiar un viaje al exterior, cuando el tratamiento de Tomás – conocido como adrenoleucodistrofia- se realiza actualmente con el mismo nivel científico en el hospital público Juan Garrahan. Arzuaga habló de la odisea que viven las madres de los niños en un país desconocido, de la falta de comprensión del idioma y de un proceso que, muchas veces, “termina con el niño volviendo peor de lo que se fue”.
Los científicos quieren desmitificar que los tratamientos en el exterior son infalibles. Fernando Pitossi, director del Laboratorio de Terapias Regenerativas y Protectoras del Sistema Nervioso del Instituto Leloir, contó el caso de un niño con ataxia –una enfermedad del sistema nervioso– que recibió un tratamiento no autorizado con células madre en Rusia. El paciente no sólo no se curó, sino que además contrajo cáncer. Los detalles de esta historia fueron descritos en febrero de 2009 por la revista científica “PLoS Medicine”.
“La sociedad no puede hacer una colecta de miles de pesos para objetivos que implican un fraude”, dijo Susana Sommer, integrante de la Comisión Mundial de Ética de los conocimientos científicos de la Unesco, en referencia a Benjamín Luengo, un nene mendocino de seis años, que murió en Beijing después de empezar un tratamiento con células madre. Definió que el “turismo médico” vende esperanza, no ciencia, y muchas veces los pacientes corren riesgos desconocidos con las células madre que son “una espada de doble filo, porque los atributos útiles de las potencialidades son los mismos que las hacen peligrosas, como producir tumores si no se usan adecuadamente”.
Los especialistas buscan evitar que en la Argentina ocurran estafas y malos tratamientos. Jorge Peralta, investigador del Laboratorio de Oxígeno del Hospital de Clínicas, dijo que en clínicas de Europa se venden procedimientos entre 6.000 y 30.000 euros, sin ninguna garantía científica. “La investigación en células madre es experimental –enfatizó-, se hace bajo protocolo científico, hay que decirle al paciente lo bueno y lo malo a lo que se somete, y además debe ser gratis”.
En la Argentina la investigación en células madre ha cobrado un fuerte impulso a través de la creación del Consorcio de Investigación en Células Madre (CICEMA). El consorcio, que comenzó sus actividades en marzo de 2008, fue creado mediante un subsidio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica que depende del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Con ese apoyo oficial, se constituyó esa red de centros integrada por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, la Fundación Instituto Leloir, la Universidad Favaloro, la Universidad Austral y el Hospital de Pediatría Prof. J. P. Garrahan, entre otros organismos. Además, el Ministerio de Ciencia dio a conocer otros programas y líneas de investigación como la Plataforma de Reprogramación de Células Madre (Placema), el programa binacional de terapias celulares entre Argentina y Brasil y los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT).
Las células madre son células no especializadas que se renuevan de manera ilimitada. Existen varios tipos de células madre, según la zona del cuerpo de donde proceden y de su etapa de desarrollo. Los investigadores han comprobado que, bajo ciertas condiciones fisiológicas o experimentales, es posible inducirlas a que se conviertan en células con funciones específicas, para que “trabajen”, por ejemplo, de neuronas o de células de páncreas, productoras de insulina.
Los tratamientos con células madres son riesgosos. Para poder ser empleadas en trasplantes, las células deben estar dirigidas a un tipo de célula más maduro y específico, tanto para lograr un tratamiento efectivo, como para minimizar el riesgo de desarrollar cánceres. En este punto, un desafío clave para la ciencia es identificar cuáles son las señales que hacen que las células madre se transformen en células especializadas. Y evitar que la Justicia o los medios alienten un negocio médico que se apoya en la desesperación de familiares, que creen que los mejores tratamientos están en el exterior.