La Revolución de Mayo es un hecho histórico cargado de mitos y significados. ¿Quién participó de la revolución? ¿Por qué repartían escarapelas French y Beruti?¿Estaban todos de acuerdo en la Primera Junta? Cinco claves para entender el acontecimiento clave para dar a luz, décadas más tarde, a la República Argentina.
1- La revolución porteña
El 25 de mayo de 1810, el Cabildo de Buenos Aires decidió formar una junta después de destituir al virrey Cisneros. Era una respuesta a la captura del rey español Fernando VII por parte de Napoleón: desde ese momento, las juntas se habían extendido por toda España y lo mismo ocurriría en América. Pero si estaba claro que, preso el rey, la autoridad debía volver al pueblo, no estaba claro de qué pueblo se trataba. Buenos Aires se consideraba heredera del poder real por ser la capital del Virreinato del Río de la Plata, pero ésta no fue una opinión compartida en toda la región. Otras ciudades con cabildo aspiraban a gobernar y, en todo caso, muy pocas estaban dispuestas a someterse a Buenos Aires. Para el momento en que se firmó la independencia, en 1816, el Paraguay ya se había retirado del proceso revolucionario, al igual que la actual Bolivia, y Artigas, en la Banda Oriental, propugnaba una organización política totalmente opuesta a la porteña. Por estas razones, muchos autores consideran que la revolución de mayo fue netamente porteña.
Fernando VII
2- Paraguas en la plaza
Las reuniones en el Cabildo no eran masivas: sólo podían asistir los “vecinos”, una categoría jurídica que las ciudades hispanoamericanas heredaban desde la conquista. Para ser vecino, había que ser hombre, estar casado y poseer solar en la ciudad, además de vivir en ella. La reunión del 25 de mayo en el Cabildo no contó con más de 200 personas, que era, de todas maneras, un número grande para una asamblea. Por eso fue necesario traer bancos de la Catedral y las iglesias aledañas. Afuera, cientos de personas esperaban las decisiones del cabildo, pero tampoco se trataba del sector más humilde, que vivía relativamente alejado de la Plaza de Mayo, entonces llamada Plaza de la Victoria. Por esta razón, es verosímil la versión de la plaza llena de paraguas, que para la época ya existían pero, al ser de manufactura inglesa, no eran accesibles para todos.
3- La política de la conspiración
Desde las invasiones inglesas de 1806 y 1807, los criollos se dieron cuenta de que no necesitaban de un imperio decadente como el español para defenderse de una invasión extranjera. Así comenzó el debate político que terminó enfrentando a patriotas y reales y culminó con la creación de la Primera Junta, el primer paso rumbo a la independencia americana. Preparar esas acciones implicaba enfrentarse directamente con el imperio y su burocracia, por lo que las reuniones debían ser secretas. En ese contexto, dos lugares son ejemplos de esto: el Café de Marco (y, en menor medida, su rival el Café de los Catalanes) y la jabonería de Hipólito Vieytes. El primero, ubicado en la actual esquina de Alsina y Bolívar, fue el origen de la Asonada de Álzaga de 1809 contra el virrey Liniers, héroe de la Reconquista. Con el fracaso del golpe, el café fue clausurado durante algunos meses. En 1810, por su ubicación privilegiada a metros del Cabildo, tuvieron reuniones en el Café Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Juan José Castelli, Domingo French, Antonio Beruti, entre otros. Todos eran calificados de ‘muchachones perdidos y sin obligaciones’ por el deán Gregorio Funes, habitué del Café de los Catalanes como todo el bando saavedrista, que estaba ubicado en las actuales San Martín y Perón.
La jabonería de Vieytes estaba en México y Lima, un lugar alejado del Cabildo con una zanja de por medio, lo que dificultaba su acceso. Nicolás Rodríguez Peña, socio de Vieytes, le propuso fabricar velas y jabones para ocultar las tertulias revolucionarias que tenían lugar ahí. De esas reuniones participaban decenas de vecinos, pero no fue un círculo político masivo, repitiendo la lógica conspirativa de la época.
Reunión en la jabonería de Vieytes
4- Escarapelas de French y Beruti
Domingo French era un típico revolucionario: había llegado a la política con las invasiones inglesas, organizando el cuerpo de Húsares para defender la ciudad. Él y su amigo Antonio Beruti formaban parte del sector morenista de la revolución, el más radical, y por eso eran llamados “Los chisperos”. Ellos fueron los que repartieron cintas a la entrada del Cabildo. Pero no eran escarapelas: las usaban los soldados en sus morriones (casco) para identificar a sus compañeros en la batalla. Las cintas tampoco eran celestes y blancas: Manuel Belgrano, amigo de French y Beruti, no creó la bandera sino hasta 1812. Lo más probable es que fueran celestes o rojas, y que las usaran para identificar al bando patriota en caso de que estallara un conflicto armado durante la asamblea.
5- La Primera Junta
Los integrantes de la Primera Junta son una expresión institucional de los acuerdos y diferencias que había dentro del sector revolucionario. Una simple observación da por tierra con la oposición tajante entre criollos y españoles: en la Primera Junta había dos peninsulares, Domingo Matheu, que financió al ejército revolucionario, y Juan Larrea, que pagó la escuadra del Almirante Brown. De los criollos, además, uno de sus integrantes no había nacido en el territorio de la actual Argentina, y era nada menos que su presidente. Cornelio Saavedra había nacido en Potosí, actual Bolivia, y lideraba el sector más conservador del gobierno revolucionario. Proponía una independencia gradual de España, pero también proponía compartir el poder con los cabildos del interior, a lo que Mariano Moreno, líder del sector más radical, se oponía. Las ideas de Saavedra terminaron triunfando: en diciembre de 1810, se disolvió la Primera Junta y nació la Junta Grande, con delegados de todo el ex Virreinato.