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Es la primera audiencia de tres

Comenzó el segundo juicio por el asesinato de un limpiavidrios

Lucas Roldán fue baleado en 2003 y en el primer juicio los tres policías imputados fueron absueltos. Diez años después, la querella busca demostrar que su muerte fue un caso de gatillo fácil. “Estamos luchando contra una institución corporativa que es la policía, pero no nos vamos a rendir”, dijo la abogada de la familia.

  • Majo Malvares
Por: Juan Manuel Mannarino

Hoy, finalmente, fue el día: tras dos demoras, el nuevo juicio por el asesinato de Lucas Ariel Roldán comenzó esta mañana  en el Tribunal Oral Criminal Nro. 24 de Capital Federal. Roldán era un joven limpiavidrios que fue acribillado a balazos en marzo de 2003. El nuevo juicio contra los tres policías imputados –que habían sido absueltos en un juicio anterior- busca demostrar que Roldán fue víctima de gatillo fácil. La jornada de hoy es la primera de tres, que continuarán la semana próxima.

El juicio debía empezar a fines del mes pasado, pero se postergó por dos sucesos desafortunados. En la primera ocasión, la defensora oficial de uno de los acusados no se presentó. El Tribunal la suspendió y puso otra en su reemplazo. La segunda demora fue porque el hijo de uno de los jueces tuvo un accidente  y la audiencia debió suspenderse. “Perdimos tiempo, aunque hace diez años estamos acostumbrados a no bajar los brazos -dijo Paula Squassi, abogada de la familia de Roldán-. Esta primera audiencia es fundamental. Van a declarar nuestros peritos de parte y   demostrarán que el asesinato de Lucas fue un caso de gatillo fácil y que los policías montaron una causa para ocultar el crimen”.

El asesinato ocurrió en marzo de 2003. Lucas Ariel Roldán estuvo seis días desaparecido hasta que su cuerpo apareció con cuatro tiros, en el interior de un Fiat Duna robado, con una pistola al lado y un kilo de cocaína debajo de uno de los asientos. El arma y la droga fueron “plantadas” por la policía en la escena del crimen.

Los ex sargentos Rubén "Percha" Solares y Lucio Montero y el ex inspector Juan Alberto Monteyrú -por entonces, miembros de la denominada “brigada de calle” de la comisaría 52da. del barrio porteño de Villa Lugano- estarán nuevamente sentados en el banquillo de los acusados ante el Tribunal Oral Criminal Nro. 24, enfrentando los cargos de "homicidio calificado y encubrimiento agravado” por el crimen de Lucas Ariel Roldán. Los imputados habían sido absueltos por el beneficio de la duda.

Los policías fueron liberados - aunque solo uno de ellos había estado preso- en un fallo de primera instancia, dictado por el Tribunal Oral Criminal Nro. 26 en junio de 2008 y que fue apelado por la abogada Paula Squassi. El recurso fue admitido por la Sala III de la Cámara de Casación, quien su tomó su tiempo, pero terminó dictaminando la nulidad de lo actuado y ordenando la realización de nuevo debate.

“Tenemos buena expectativa, pero malas experiencias. Hemos trabajado muchísimo desde que los policías fueron absueltos, y esperamos que las nuevas pericias nos encaminen en la búsqueda de la justicia. Estamos luchando contra una institución corporativa que es la policía, pero no nos vamos a rendir”, dijo Squassi.

¿Quién es el “Pecha” Solares?

El ex sargento de la Policía Federal “Percha” Solares es un icono de la "limpieza social" en la zona de Lugano, el extremo sur de Buenos Aires. En los pasillos de Villa 20 se volvió célebre por la impunidad de la que hace gala. Se dice que, incluso, llegó a firmar un fusilamiento dejando un pedazo de percha sobre el cadáver de su víctima. Ya retirado de la fuerza, ahora trabajaría como agente de seguridad para una empresa privada.

La tarde del 6 de marzo del 2003, el cuerpo de Lucas apareció en un automóvil robado, con un arma a pocos metros de él y más de un kilo de cocaína debajo del asiento. Le habían pegado cuatro tiros. Los policías -todos miembros de la brigada de la Comisaría 52- declararon que cuando lo quisieron identificar, Lucas los atacó a balazos y tuvieron que repeler la agresión.

Preocupada por la ausencia de su hijo, Elvira, la madre de Lucas, recorrió comisarías y hospitales durante seis días, hasta que encontró una publicación barrial donde se hablaba de la muerte de un joven. Tuvo un presentimiento y no se equivocó: el muerto era su hijo.

Pronto se enteró que en el operativo había participado "Percha", y que las familias de otros jóvenes muertos -entre ellas las de “Pipi” Alvarez, “Cañito” Gramajo, Marcelo Barboza – también lo señalaban como verdugo. Esas causas, a diferencia de la de Lucas, se archivaron y nunca llegaron a juicio.

En la causa, la primera versión policial fue dada a conocer por la declaración Solares. Percha dijo que mientras se desplazaban por la zona junto al resto de la Brigada de la Comisaría 52, vieron un auto sospechoso. Al darse cuenta de que eran policías, el conductor aceleró la marcha y comenzó a disparar, todo al mismo tiempo. Luego de que el supuesto hampón le acertara a la rueda del Falcon en el que iba la Brigada, perdió control del auto y chocó contra un árbol. Los cuatro miembros de la Brigada se bajaron del coche para enfrentarlo. Estaban el sargento Lucio Montero -alias “el Paraguayo”-, el inspector Morteyru, el sargento La Loggia -alias “el 22″ y fallecido en 2008- y el citado Solares. Siempre según la versión de éste último, La Loggia se escondió detrás de la puerta, Percha y Morteyru cruzaron la calle para parapetarse detrás de un cantero y Montero se paró de frente al agresor.

El joven murió de cuatro balazos; uno en el cuello, dos en el brazo y otro en el tórax. Unos días después, un diario de la zona publicaba una crónica titulada: “Uno menos: cayó en tiroteo peligroso narcotraficante”. El diario nunca se rectificó del fatal error.

La lucha de Elvira

Elvira tiene 58 años, vive en La Matanza y todos los días se levanta a las cinco de la mañana para trabajar como empleada doméstica en hogares del centro de la ciudad. Hay días, sin embargo, que no quiere abrir los ojos. Cuando sueña que Lucas le sonríe con su boca grande, de dientes blancos, y le dice que la quiere, Elvira desea permanecer dormida.

Dice que no sabe si se enterará alguna vez cómo fue que mataron a Lucas. Lo que sí sabe es que nunca bajará los brazos para buscar justicia. Fueron diez años de angustias, de recorrer los pasillos, de organizar marchas, de buscar pistas en calles oscuras, de bancarse que absolvieran a los imputados. Ahora Elvira confía en el nuevo juicio. “Casación dio una nueva oportunidad para que la justicia compruebe el crimen de Lucas. Mi hijo era zurdo, no sabía manejar, era inútil con la mano derecha. Todo lo que dicen los acusados es mentira. Son expertos en hacer  daño”, dice.

Elvira no busca venganza ni tiene odio por los asesinos. Pero la rabia le revuelve el estómago cuando cuenta el dolor que sufrió su familia, compuesta por su otro hijo Federico, de 31, y los hijos de Lucas- Lucas, de 18, y Jesús Ariel, de 13-. “Ellos eran  muy chiquitos cuando pasó eso –cuenta Elvira-, y sufrieron mucho. El menor todavía está con atención psicológica y el mayor es reservado, tiene contenido el dolor. Tengo bronca, y la voy a seguir teniendo toda la vida porque a mi hijo le cortaron muchos sueños. No les deseo la muerte. Sólo quiero justicia”.

Su esposo se llama Carlos, tiene 62 años y está jubilado de oficial albañil. Elvira dice que cuando mataron a Lucas, la familia no tenía trabajo por la crisis del país. “Era una época dura,  contábamos monedas. Y Lucas quería mantener su familia. Trabajaba como limpiavidrios y sobre él se dijeron cosas feas, algunos creen que ser un limpiavidrios es algo indecente, pero  él era muy honrado”.

A Elvira le costó pagar los peritos de parte para el primer juicio –“nos salió carísimo, tuvimos que recibir ayuda”, confiesa- y dice que lo más difícil de la causa es que no hay testigo ocular: nadie vio cómo mataron a Lucas.

La perseverancia por encima de la angustia: lo triste, para Elvira, son los momentos de espera.   Sin embargo, se siente agradecida. “Me ayudaron organismos de derechos humanos de La Matanza, radios de la zona, periodistas de diarios nacionales, mucha gente. Anduvimos por todos lados”, dice. Elvira se dio cuenta que habían asesinado a su hijo cuando la policía le rechazó la denuncia para investigar su desaparición. Le decían que su hijo “se había ido de paseo con una amiga”. Ella estaba desesperada.

Lucas tenía un grupo de amigos que bautizó como “Durazno sangrando”, la canción de su músico favorito: Luis Alberto Spinetta. Eran compañeros de secundario. Iban a todos lados juntos y sufrieron la muerte de Lucas como algo propio. Cada vez que se juntaban, cantaban la canción y prendían una vela por él.

En el comedor de la casa de Elvira hay fotos de Lucas con sus amigos, con sus hijos, festejando un cumpleaños. “Lucas tenía sueños de que el país mejorara y quería lo mejor para su familia. Su hijo más grande toca el teclado y le gusta cantar como él.  Ellos saben lo que pasó a su papá, lo tienen presente y tienen cosas de su personalidad”, enfatiza.

Elvira nació en el Chaco y su marido en Santiago del Estero. Llegaron a La Matanza cuando la zona era una quema. “Lucas tenía tres meses y vivíamos en una casilla con una sola habitación que hacía de cocina, dormitorio y baño”, recuerda. Con el tiempo, Elvira y su marido se construyeron una casa, en la que ahora viven solos.

“Su muerte fue hace diez años y ocho meses –dice-, pero siento que fue ayer. La pérdida de un hijo no la asimilás nunca, todavía recuerdo cuando lo buscábamos con mi marido y mi nuera y se me hiela la sangre. Traté de hacer todo lo que pude. Quiero que Lucas pueda entender eso”.

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