Carlos Néstor Leiva ya había sido sentenciado por disparar con balas de plomo en la masacre del puente Pueyrredón. Estuvo prófugo de la Justicia por dos años. Hoy fue condenado junto a otros tres hombres a 11 años y medio por liderar una banda de secuestradores.
Desde hace más de una década, el ex sargento de la policía bonaerense Carlos Néstor Leiva mantiene una línea de conducta: actuar al margen de la ley. Condenado por disparar con balas de plomo en la Masacre de Avellaneda en la que fueron asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, prófugo de la justicia y protegido por sus camaradas durante dos años, detenido en 2009 en un auto robado con un arma de numeración limada, acaba de ser condenado a once años y medio, esta vez, por liderar una banda de secuestradores.
“Me sorprendió la condena de once años y medio que le dieron, pero más me sorprende que le hayan dado una pena tan leve por el asesinato de Darío y Maxi, que es un delito mucho mayor”, dijo a Infojus Noticias Alberto Santillán, el padre de uno de los dos militantes asesinados el 26 de junio de 2002, durante la represión policial ordenada por Eduardo Duhalde en el puente Pueyrredón. “Me pregunto cuánto le tendrían que haber dado entonces por la Masacre de Avellaneda. Eso demuestra lo que nosotros decíamos: hay complicidad de la policía con sectores de la justicia”, concluyó.
El secuestrador
La medianoche del 7 de mayo de 2011, Brian Sayago, cantante del grupo de cumbia “Macho y el Rey”, manejaba su auto por la Autopista Ricchieri. En el asiento del acompañante, iba su novia. Un auto se les cruzó a la altura de Villa Lugano. Silvio Gabriel Flores y Cristian Marcelo Ksiazek, los llevaron hasta el lugar de cautiverio. Mientras los dos hombres lo vigilaban, Andrés Álvarez, un tercer miembro de “la banda de la Autopista” –se la conoció así porque el secuestro y el pago del rescate fueron en autopistas de la zona metropolitana-, negociaba el rescate con el padre del cantante.
Después de pedir dos pruebas de vida, Gustavo Sayago tiró 102 mil pesos, un reloj y una cadenita de oro por la Autopista 25 de Mayo. A las 6 de la mañana, lo liberaron en una estación de servicio de Dock Sud. En el juicio oral, que llevaron adelante Carlos Chediek, Federico Salva y Carlos Rengel Mirat del TOC 28, se demostró que Carlos Leiva había pergeñado y coordinado aquél secuestro. Fue condenado a once años y medio como coautor del delito de secuestro extorsivo, agravado por el concurso de tres o más personas, y calificado por haber pertenecido a una fuerza de seguridad. A Álvarez le dieron una pena de once años por con la misma calificación, y a Flores y Ksiazek, a diez.
El Tribunal absolvió a un quinto acusado: Alan Leiva, su hijo. Alan estaba de novio con Macarena Sayago, la hermana de Brian, y la noche del rapto la había llamado por teléfono. Sin embargo, fue el fiscal de juicio Aldo de la Fuente el que descartó esa posibilidad por falta de pruebas y pidió su absolución.
El asesino, el ladrón, el prófugo
El 26 de junio pasado, el sargento salió vestido de civil a disparar una escopeta usando cartuchos de plomo. En los días previos, los acampes y protestas de los movimientos de trabajadores desocupados habían sido calificadas por los servicios de inteligencia del gobierno de Eduardo Duhalde como un plan para “tomar el poder”. Esa fue la plataforma sobre la cual se ordenó la represión ilegal que terminó con la muerte de Darío y Maxi y 34 heridos con balas de plomo.
Leiva fue fotografiado con un buzo rojo disparando con la Itaka reglamentaria desde la caja de una camioneta. Cuando la justicia pidió su captura, se profugó. “Sus compañeros de la policía le avisaban cuando lo iban a buscar”, recordó Alberto Santillán. Por eso no pudo ser juzgado junto con Acosta y el comisario Franchiotti, que fueron condenados a reclusión perpetua (aunque fueron trasladados a un régimen de detención abierto).
Finalmente, Leiva fue condenado como autor de tres tentativas de homicidio, pero en 2007 volvió a las calles beneficiado por la libertad condicional. En 2009, lo detuvieron manejando un auto robado y portando un arma de guerra con la numeración limada. Se le impuso entonces la prisión domiciliaria, pero Leiva –siempre protegido por sus camaradas- se las ingenió para liderar la banda de secuestradores. Hasta ayer: el tribunal que lo juzgó lo declaró reincidente.