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Cuando el Chino Navarro reunió por primera vez a Néstor Kirchner y Raúl Zaffaroni en la casa de la provincia de Santa Cruz hacia fines del 2002, quizá principios de 2003, ni él ni sus compañeros no imaginaron que de allí nacería una relación que cambiaría la forma de pensar la justicia en la Argentina.

En aquel momento todavía de crisis e incertidumbre, nada indicaba, con certeza, que Néstor Kirchner sería el futuro presidente, salvo la convicción –recuerda Alfredo Fernández, miembro del espacio político del Chino Navarro- que tenía aquel bicho político de que iba a ganar las elecciones. Apenas comenzaba a despegar en las encuestas. Y, además, Kirchner y Zaffaroni no tenían un buen historial: el juez había expresado un fuerte rechazo a la reforma constitucional de Santa Cruz para incluir la reelección indefinida. Eso mismo recordó Zaffaroni cuando lo invitaron a reunirse con Kirchner. Y sin embargo fue”.

"Néstor nos dio la oportunidad de reencontrarnos con la política y nuestro humilde aporte al ser nexo de ese encuentro tuvo que ver, justamente, conque la relación con Raúl Zaffaroni fue fruto de esa búsqueda, porque él no es sólo un gran jurista, sino alguien que tiene una comprensión muy lúcida de la identidad peronista y de los populismos en general", dijo Navarro.

Aunque en aquel primer encuentro quedó de manifiesta su afinidad política, no hubo ofrecimientos. Néstor solo se limitó a expresar su voluntad de ser presidente y sus expectativas de ganar: confiaba –recuerda Fernández- en que De la Sota y Reutemann se bajarían, y él, ante Menem, ganaba.  En ese encuento se habló de las instituciones, los problemas estructurales, la necesidad de hacer un gobierno de transición.  Eran épocas de intensas reuniones y actividades para conformar un espacio político nuevo con nueva identidad. En esa búsqueda estaban Fernández y el Chino Navarro cuando también juntaron a Kirchner con Torcuato Di Tella, Aldo Ferrer, Alejandro Horowicz.

Tanto Kirchner como Zaffaroni, recuerda Fernández, salieron contentos del encuentro: ambos estaban de acuerdo en que era necesario encarar un proceso de transición y reforma política profundos, que Kirchner graficaba en la expresión “hay que salir del infierno”. Néstor. dijo luego Zaffaroni, hacía“que uno se sintiese como si lo hubiese conocido siempre”.

La oferta para integrar la Corte llegaría recién en junio de 2003. Un colaborador de Zaffaroni atiende el teléfono y escucha: Kirchner quiere ver al juez en Olivos esa misma noche.

-¿Pero vos me conocés bien a mí? -respondió el ahora juez cuando estuvieron frente a frente.

-Sí, vos quedate tranquilo-contestó el presidente.

La conmoción fue tal que la reunión continuó al día siguiente. La noticia no tardó en correr: el Chino Navarro y Alfredo Fernández se enteraron apenas minutos después y se juntaron con todos los que pudieron para compartir la novedad; estaban conmovidos. 

Zaffaroni llegó al palacio de la justicia para romper los moldes. En la Corte suprema existe una institución que se llama Besa manos: todos los empleados saludan a los ministros.

La primera vez que Zaffaroni asistió, lo hizo de guayabera.