El Comando Nacional Electoral garantizó que llegaran urnas a todo el país. Las más difíciles de trasladar fueron las que llegaron a lomo de mula a Salta, Jujuy y Córdoba.
La piedra rueda por la ladera del cerro que oculta al pueblo de Chiyayoc. El paso de las tres mulas es lento. Por momentos las patas se piden permiso para avanzar sobre la picada angosta. En otros, la alfombra de rocas se extiende y los animales aflojan el cuerpo pero no el tranco. El vértigo no deja ver el fondo del precipicio. Las nubes truncan los picos de por sí truncos. Del lomo de uno de los animales cuelga la urna que un par de horas después de la partida desde Iruya depositará los votos de un par de decenas de personas. Hombres y mujeres que pocas veces han visto la ciudad. Dos gendarmes custodian los votos. Un baquiano les marca el camino.
Es 25 de octubre. Se elige Presidente en Argentina. El sol le pide permiso a las nubes cuando la partida sale a cumplir su objetivo: después del voto de los empadronados, deberán volver por la misma picada, en el repliegue programado por el Comando Nacional Electoral. Al mismo tiempo, otras 80 mulas estarán haciendo lo mismo para poder llegar a los rincones de más difícil acceso en otros lugares serranos de Salta, Jujuy y Córdoba.
Cleria López baja de la caja del camión después de un rato largo de cruzar caminos. Tiene 73 y llegó desde Iruya hasta San Isidro para votar. La ley la ampara para no hacerlo, pero ella igual decidió subir al camión y viajar. Cuando llegaron, es un gendarme el que ayuda a Cleria a bajar de la caja. La pierna estirada busca el piso que le queda lejos. La cabeza siempre protegida por el sombrero que habla más de su cultura que del clima. Su compañero, Enrique Carmen Tacacho, también hizo el viaje, también quiso votar. Después de tendrán que volver. Otra vez en camión, pero ahora remontando el lecho del río San Isidro. Los gendarmes agradecen el sol, el paso suele cortarse con las lluvias.
JC/PW