En una ceremonia en la Basílica de Luján, dos séptimos hijos renunciaron al padrinazgo del dictador Jorge Rafael Videla. Desde hoy son ahijados de la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner.
No es la primera vez que están frente a un cura para bautizarse. María José Servín tiene 38 años e Italo Alberto Diaz 35. Ella fue la séptima hija en nacer, el fue el séptimo en llegar a su familia. Ambos están parados bien derechos frente al padre José en la cripta que está debajo de la Basílica de Luján. Él lleva un traje negro impecable, ella un vestido blanco de encaje. Además de compartir el espacio donde la ceremonia está por comenzar, tienen algo más que los une. Los dos tienen al dictador y genocida Jorge Rafael Videla como padrino y están aquí para renunciar a ese padrinazgo y reemplazarlo por el de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La sala es diminuta y la iluminación tenue; todo está en silencio. Solo se escuchan, cada tanto, cantos o rezos que vienen de arriba. Los familiares de ambos, a un lado del pasillo los de ella y al otro los de él, esperan quietos. También aguarda Claudia María Finocchio, capitán de fragata, edecana de la presidenta, su representante en la ceremonia. Rodeado por una luz cálida, el padre José les dice que esto es una renovación de fe, no un bautismo, porque no puede hacerse de nuevo lo que ya está hecho.
La tradición que los hizo ser apadrinados por Videla data de 1907 y corresponde a José Figueroa Alcorta. Alcorta apadrinó al hijo varón de un matrimonio de inmigrantes rusos que trajeron con ellos la creencia deque el séptimo hijo varón es un hombre lobo y la séptima hija mujer un bruja. Más adelante, en 1974, María Estela Martínez de Perón convirtió la tradición en ley. En un primer momento solo se aplicó a los varones, pero luego comenzó a aplicarse también a mujeres.
“Estoy muy feliz, re contenta, porque teníamos una fecha anterior y se suspendió. Tenía una ansiedad total”, dijo María José. Ella viajó desde Paraná, Entre Ríos para la ceremonia y agregó que no solo era por la vergüenza que le daba que Videla fuera su padrino sino por “la admiración que siente por Cristina, como mujer. Es un orgullo que ella haya aceptado”. Waldo, su marido también aseguró que “con el tiempo, ella fue tomando conciencia de la importancia histórica de la etapa que estamos viviendo y se fue convenciendo de que era la oportunidad para cambiar esto. Es un hecho trascendental, para ella, para la familia entera y estamos muy felices”.
Italo, que vive en Buenos Aires hace 7 años pero es de Siete Palmas, un pequeño pueblo en Formosa sostuvo la necesidad de este cambio porque “Videla fue un hombre muy malo, que mató gente, niños pequeños, es muy feo lo que hizo.” y agregó que “fue muy importante que la nueva madrina sea Cristina, por todos los cambios que ha logrado y las medidas tomadas. Por ejemplo, mis padres trabajaron toda su vida en el campo, en negro y nunca pudieron aportar, sin embargo gracias a la presidenta y a Néstor hoy pueden cobrar una jubilación. Estoy muy contento de que sea ella, porque ha cambiado la vida, no solo de mis padres sino de muchas personas en mi pueblo”.
Tras la entrega de las actas, las medallas y un cuadro para cada uno con una foto de su nueva madrina el padre José aseguró que “es muy importante que ellos hayan pedido este cambio, dado que las razones por las que lo pidieron ameritaba que se llevara a cabo. Sobretodo que la persona fuera un testimonio de vida, un ejemplo, alguien que los pudiera representar” y agregó que “esto habla a las claras de dos momentos muy distintos de nuestro país. Uno en el que hay democracia y respeto por las instituciones, y otro donde los derechos humanos no estaban tan derechos”.