Víctor Hugo Morales, autor del prólogo, presentó el libro junto a Cristian Alarcón, Mariana Moyano y el autor, Alfredo Luis Fernández. La obra transcurre el día del Golpe, y relata historias mínimas de anónimos y notorios, con un guiño a protagonistas de ayer y hoy.
El sábado a la noche, en La Feria del Libro, más de 200 personas colmaron la sala Francisco Gabilondo Soler. Víctor Hugo Morales fue el anfitrión de la presentación de “24/3/76. Historias de un día” (Colihue), la primera novela de Alfredo Luis Fernández. El autor estuvo acompañado además por Mariana Moyano y Cristian Alarcón. Nadie quería perderse ese panel, pero los que llegaron sobre la hora debieron quedarse afuera. Minutos después de las 20, Aurelio Narvaja, director de Colihue, dio la bienvenida al público. Y más de 50 personas se tuvieron que conformar con escuchar los ecos de la presentación a través de las paredes de durlock.
Sentado en un extremo de la mesa, Víctor Hugo Morales recibió un aplauso sostenido del público. El periodista presentó la novela como “una historia que hace a lo personal y al entramado político. Es una literatura que cautiva”. “En la cadencia con que Alfredo Fernández desgrana estas historias de un día se entrelazan la caída y el despertar eterno de nuestros sueños”, escribió Morales en el prólogo del libro. Y en la presentación, le puso su voz a un fragmento de la novela que leyó ante los presentes.
El día que cambió la historia
El libro transcurre el 24 de marzo de 1976, día del Golpe. Cuenta historias de personas anónimas y notorias. “Ese día cambió la historia, pero en algún sentido, fue un día más en que cada persona siguió adelante con su vida, más o menos conmovida y alterada por el golpe”. Ahí está el 24 de marzo de “Oscar y Buby”, el “Toto y Teresa”, el de “Isabel y Rosario” y el de “Don Héctor”. Aunque no lleven apellidos, el lector sabe que se refiere a Isabel Martínez de Perón y a Héctor Cámpora.
En “Horas Previas”, el capítulo introductorio, el autor presenta al “Tío” Cámpora como un hombre amable, reflexivo, y apesadumbrado con el rumbo de la Argentina en las horas previas al 24 de marzo de 1976. “(...) Al final del patio se erguían un cobertizo, las habitaciones de servicio, el jardín de naranjos, rosas y geranios. Se detuvo. ‘No lo entendimos bien. Y no supimos lidiar con ese loco que se instaló a su lado’. Miró en derredor, como si alguien hubiera podido oír ese pensamiento”, escribió Fernández sobre Cámpora.
“El 24 de marzo de 1976 tuvo lecturas de todo tipo. El logro de Fernández fue frenar el tiempo durante 24 horas. El autor narra en esta novela ese primer momento de consternación y miedo que fue para millones de argentinos ese día”, -dijo Alarcón-. “Y a medida que nos lleva por una galería de personajes cercanos, humanos, vecinos, se gana al lector con pulso y ritmo sin importar que la ficción haya sido historia. La inminencia es la palabra que atraviesa la novela. Pero Alfredo se da cuenta de que la gente sigue viviendo, que el futuro existe”, dijo el periodista y escritor.
“Lo maravilloso de la literatura es que cuando uno lee se suspende el tiempo. E inaugura otro tiempo. Alfredo [Fernández] se mete con el peor de los temas. Pero sabe dónde está parado. En 24/3/76. Historias de un día el tiempo lo es todo, hay un minimalismo que lleva de situación en situación; cuando te recuperaste de un relato, te da una trompada”, argumentó Alarcón, al enumerar las virtudes de la novela.
“¿Por qué lo que pasó nos resulta tan cotidiano?”
Mariana Moyano reflexionó en torno a la “cotidianeidad naturalizada”. “En los ’70 no había Pueblo, había gente. Y la gente es una entelequia que no dice nada”, expresó. Moyano consideró que la producción artística y literaria de la violencia política de la década de 1970 fue abordada, en la década posterior, desde la literalidad. En la década de 1990, dijo, la discusión se dio hacia adentro. En los últimos años, a través de los juicios y de numerosas investigaciones, se respondieron decenas de preguntas vinculadas al terrorismo de Estado. Moyano aventuró que el libro de Fernández podría inaugurar una etapa de formulación de “preguntas incómodas”, entre ellas: “¿Por qué lo que pasó nos resulta tan cotidiano?”.
El autor retomó la pregunta de Moyano y dijo que una de las ideas que recorrió su texto fue intentar responder a la pregunta: “¿Cómo vivimos lo cotidiano?”. Contó su recorrido personal: “Yo soy una persona que viví pendiente de la política. A fines de marzo de 1982 participé de la movilización de la CGT en contra de la dictadura. Y dos días más tarde volví a la Plaza de Mayo para festejar que habíamos recuperado las islas Malvinas”.
“La novela de de Alfredo no incurre en el error de apreciar la violencia por la violencia. Lo más violento es un hombre que se prende fuego. La idea es que no podemos parar el incendio- dijo Alarcón-. Ese 24 todos podemos morir, pero no todos morimos”.
MEL