Un exhaustivo trabajo de Acumar determinó que el 25 por ciento de los niños que viven a orillas de la villa 21-24 tienen plomo en sangre. Sus viviendas se levantan precarias sobre terrenos que fueron basurales. La orden de relocalizarlos fue dada por la Corte hace 5 años. El Gobierno porteño no la cumple.
Las villas 21-24 y 26 están ubicadas sobre los márgenes del Riachuelo Matanza, al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, los números son más claros que el agua: en la 21-24, de una muestra tomada a 962 niños menores de seis años “el 25 por ciento tiene plomo en sangre”, precisa un estudio socioambiental realizado por la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar). El curso de agua contaminado desde hace décadas salpica las muestras, pero no es el único factor determinante. Los datos deben comprenderse dentro de un contexto en el que dos tercios de los hogares encuestados “tiene al menos una necesidad básica insatisfecha”. La solución: vivienda digna. Como respuesta inversa, el Gobierno porteño lleva recortado unos 6 millones de pesos del presupuesto asignado a la zona y, en cinco años, sólo relocalizó el 14 por ciento de las familias que viven en el Camino de Sirga.
“La Ciudad lleva un gran retraso en las relocalizaciones, especialmente en las familias de la Villa 26 y la 21-24. Ellos mismos se comprometieron en audiencia pública a plazos que vencieron hace un año y hasta ahora, hay obras que no tienen fecha certera de finalización y muchas ni siquiera iniciaron”, dijo el vicepresidente ejecutivo de Acumar, Antolín Magallanes.
Cada paso responde al fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que en 2008 exigió la limpieza de la cuenca. La Evaluación Integral de Salud en Áreas de Riesgo (Eisar), a la que tuvo acceso exclusivo Sur Capitalino, fue realizada en la Villa 21-24 hace un año por un equipo interdisciplinario de Acumar y diversos actores del barrio que fueron convocados a pedido del Centro de Atención Primaria de la Salud (Cesac) Nº 35. En la villa 26, los estudios finalizaron hace poco más de un mes, por lo que restan los análisis definitivos (ver recuadro).
En la 21-24 viven 55 mil familias en 60 hectáreas. Son 1370 las que hay que relocalizar. Los plazos para que el Gobierno porteño lo concrete están todos vencidos. Al cabo de dos meses, en un radio de cien metros desde el Riachuelo, Acumar detectó 962 niños menores de seis años, 95 embarazadas y 158 adultos mayores de 60, a quienes les realizó los estudios.
La evaluación cruza diversos factores, como análisis toxicológicos con condiciones habitacionales. Cada dato es una pista que apunta hacia una misma clave: la necesidad de la urbanización o de reubicación, ya que los especialistas coinciden en que alejarse de la zona de riesgo permite al organismo eliminar plomo, benceno o tolueno.
Los vecinos abrieron los ojos grandes al tener los resultados en la mano. El valor de referencia (medida internacional) es hasta 5 microgramos por decilitro de sangre (5,1 ug/dl). La extracción capilar (del dedo) reveló que en “el 25 por ciento de los niños la presencia de plomo en sangre es superior a ese valor”. El 21,5 por ciento presenta un “probable retraso en su desarrollo”, según la evaluación psicomotriz. El dos por ciento de las embarazadas dio positivo en plomo, dato “superior a los valores esperados”, según indicó a Sur Capitalino Ivan Insúa, coordinador de monitoreo e investigación en Cuenca, de la Dirección General de Salud Ambiental de Acumar, que ya lleva censados en total unas 65 mil viviendas (entre Ciudad y Provincia de Buenos Aires).
El procedimiento consistió en la entrega inmediata de los resultados para un pronto tratamiento. A los positivos se les solicitaron extracciones venosas para un análisis exhaustivo que, según Insúa, corresponde a la Ciudad entregar pero que sin embargo aún no llegaron a los vecinos. “A nosotros nos pasaron una lista con el detalle en abril, pero no a los vecinos en particular. Ahora que los tenemos podemos seguir con las derivaciones a los hospitales Pena o Garrahan”, contó el médico generalista Juan Caivano, del equipo de salud ambiental del Cesac Nº 35. Allí llegaron los resultados del relevamiento que realizó durante 3 meses trabajando 8 horas por día, el equipo de Acumar, compuesto por 60 especialistas. Los recursos que dispone el Cesac para hacer ahora las derivaciones es muchísimo menor. Son sólo 10 profesionales y sólo 3 horas a la semana.
En la vida de la villa, la cercanía al Riachuelo “no es el único factor determinante” sobre la salud. También inciden las condiciones habitacionales: “En comparación con estudios realizados en barrios similares pero alejados de la Cuenca, se demostró que no hay diferencias significativas”, sostuvo el funcionario de Acumar.
¿Qué consecuencias tiene sobre la salud la presencia de plomo? ¿Se puede solucionar? “El plomo compite en el organismo con el calcio y el hierro, lo que puede predisponer a la persona a dos respuestas iniciales: trastornos en el desarrollo para el aprendizaje del niño y anemia”, explicó Caivano. De hecho, los resultados muestran que la prevalencia de anemia en menores de 2 años es del 32,1 por ciento y del 19,1 entre los 2 y los 5 años. En las embarazadas, la prevalencia es del 21,8. Aunque sólo el 19,1 por ciento de ellas consumía hierro medicamentoso y el 23,4 ácido fólico.
Bajo tus pies
Ahora es cuando la historia de esas tierras comienza a sentirse. Durante la colonia ese espacio fue un basural a cielo abierto. Cerca del siglo XX instalaron la vía que divide al barrio por donde circuló el “tren de la basura”. A donde ahora se encuentra Loma Alegre supo ser “La quema”, de basura, claro. En la actualidad se detectó que el 48 por ciento de los hogares tiene piso de cerámica, baldosa, mosaico, mármol, madera o alfombrado, pero que el 3 por ciento es de ladrillo suelto o tierra. El plomo, según explicó Insúa, ingresa al organismo a través de la boca. No se aspira; se ingiere. Por eso, quienes más se enferman son los niños de entre 1 y 6 años, que gatean y juegan en el piso que, muchas veces, es directamente la tierra contaminada.
La recolección de residuos, las cloacas y el agua segura, debería brindarlas el Estado porteño. Sin embargo, allí las conexiones son realizadas por los vecinos. “Están hechas con caños o mangueras pinchadas que se contaminan con las napas”, contó Marcelo Bagnatti, integrante de la Mesa por la Urbanización Participativa del barrio. Otro dato más que significativo es que el 42 por ciento de los censados no tiene inodoro o lo tienen sin descarga. Y del 58 por ciento que tiene descarga, el 17 tiene desagüe a pozo ciego o excavación en la tierra. Esas falencias, más las fallas estructurales de vivienda en particular, configuran lo que en el informe figura como “zona de riesgo muy alta, condiciones que se acentúan sobre la ribera”.
El diagnóstico también indica que el 67 por ciento de los censados tiene “al menos una necesidad básica insatisfecha” y que el 20 por ciento está por debajo de la línea de pobreza. En la Ciudad los que están en esta situación son el 6 por ciento de la población, mientras que en la Comuna 4 representan el 13%.
Roxana vive en la manzana 25, su hijo de 2 años dio positivo en plomo. “Me dijeron que no tenía que jugar con tierra, pero es imposible. Aunque sabemos que el suelo está relleno de basura”, contó la mujer que habita una de las dos manzanas en mayor riesgo de desmoronamiento del camino de sirga.
El equipo del Cesac realiza talleres para informar cómo hacer para contrarrestar los efectos socioambientales. “Como los valores en plomo no son demasiado altos no hay un tratamiento específico”, precisó Juan Caivano, pero sí hay medidas preventivas a tomar. Por ejemplo, una adecuada nutrición de los niños y que luego de jugar se laven las manos, se saquen la ropa y se bañen. Quienes se dedican al acopio de residuos, deberían aplicar el mismo método, siempre y cuando la presión del agua sea la suficiente como para hacerlo.
Carlos “Coco” Rivero, delegado del Camino de Sirga, criticó que el estudio se haya hecho a una parte de la población. “El chico que tiene diez meses más que su hermano vive en las mismas condiciones. El cien por ciento de la gente tiene plomo”, exclamó alarmado. Héctor Clavijo, tiene un hijo de 5 años con plomo en sangre que trata en el Garrahan, y también se quejó por la falta de información: “No nos dicen nada a nosotros”.
Una inquietud pone en palabras Caivano, en representación del Cesac: “Hubiera sido interesante que se planteara una intervención en el tiempo para resolver el problema”.
– ¿Cuál sería la solución?, consultó Sur.
– Se trata de mejorar las condiciones de vida. Todo tiene que ver con una falla estructural, la vivienda, la falta de urbanización.
Ante esta situación, el Gobierno porteño sigue mirando para otro lado.