A un coleccionista le roban 29 cuadros que meses después son subastados en una conocida galería. Aunque parezca un simple robo,la operación puede tener como finalidad lavar dinero de origen espurio. Una trama delictiva que involucra a compradores de pinturas, galeristas, intermediarios y empresarios.
Desolación fue lo primero que sintió el coleccionista privado Roque Eduardo Dirito al volver de sus vacaciones en febrero de 2012. Ladrones profesionales le entraron a robar a su casa de Villa Pueyrredón y se llevaron 29 obras de arte. Entre los cuadros los había de Quinquela Martín, Antonio Berni, Raúl Soldi y Marta Minujín, joyas que había adquirido a lo largo de su vida. Pudo retomar la calma dos meses después cuando la Policía Federal le informó que había recuperado la mayoría de sus cuadros, frustrando así no sólo una operación de tráfico cuadros renombrados sino también de lavado de dinero a través de la compra-venta de obras de arte.
Oscar Ryszelewski, un hombre con nada menos que 14 pedidos de captura, había entregado 19 de los 29 cuadros robados a la Galería Zurbarán para su venta. Contó con la colaboración de otras tres personas. “Ryszelewski entregó los bienes para la posterior venta con conocimiento de su origen espurio. Fue tráfico y lavado de dinero con obras de arte. Es imposible que los sujetos imputados desconociesen el origen ilícito de los bienes, con lo cual se consuma el aspecto subjetivo del hecho”, dijo a Infojus Noticias la abogada de la Unidad de Información Financiera (UIF) Mercedes Zabel Jáuregui.
Ryszelewski, Luis Alberto Tino, Enrique Javier Martínez de Aguirre y Roberto Sorondo están imputados en una causa que pasó por el Juzgado de Instrucción N° 12 a cargo de Ricardo Warley y hoy está en la Cámara de Casación.
Un cuadro es fácil ocultarlo o trasladarlo de un país a otro. Los precios pueden ser aumentados o reducidos por millones de dólares en un instante y los nombres de compradores y vendedores suelen ser protegidos por las galerías de arte.
Según datos de la Asociación Argentina de Galerías de Arte (AAGA), la venta de obras aumentó un 30% en el 2012 gracias a la pesificación y el precio del dólar. Las expectativas para 2013 son de recuperación y tendencia en alza. En el mercado argentino estiman que la compra y venta de obras de arte factura alrededor de 100 millones de dólares anuales. Una tentación para los lavadores.
Hay otros casos más conocidos que el de los cuadros de Roque Dirito. Semanas atrás se conoció que Facundo Gómez Minujín, presidente de ArteBa, una de las ferias de arte contemporáneo más importantes del país, fue mencionado en la denuncia de Hernán Arbizu, exejecutivo del banco JP Morgan, por lavado de dinero. Minujín además de especialista en arte es abogado y número uno del JP Morgan en Argentina. Según Arbizu, Minujin organizaba reuniones privadas para seducir potenciales clientes para JP Morgan, que no aceptaba clientes con menos de 25 millones de dólares líquidos.
Una de esas tertulias fue en mayo de 2008 y la encabezó la curadora de arte del banco, la estadounidense Lisa Erf. La acompañaron los empresarios Carlos Bulgheroni, Eduardo Costantini y el curador de arte Ignacio Gutiérrez Saldivar, todos vinculados a maniobras de lavado de dinero, según denunció Arbizu.
Para el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), la compra venta de arte es una de las formas más usuales de lavado de activos. Por ejemplo, Juan Pérez tiene dinero ilícito y compra sin factura ni registro alguno un cuadro por mil pesos a un pintor. Después de un tiempo, Pérez vende ese mismo cuadro a una galería por mil pesos o más. Si algún inspector de un organismo de control le preguntara a Pérez de dónde sacó la plata, Pérez podría decir que la compró a menos valor y luego se incrementó el valor por especulación, como suele suceder con el arte contemporáneo. Con esta operación, se pretende dar apariencia de legalidad a ingresos ilícitos con las ganancias obtenidas en la comercialización o tráfico de obras de arte.
Países de todo el mundo aplicaron medidas para evitar el lavado de dinero con obras de arte. Por sugerencia del GAFI, hace dos años la UIF reforzó las medidas. El gobierno argentino exige que las personas físicas o jurídicas que realicen compraventa de obras de arte informen cualquier transacción que supere los 50 mil pesos. Si el monto es mayor a los 200 mil se requiere una declaración jurada sobre la licitud de los fondos, y cuando superen el medio millón, se pide la documentación respaldatoria del origen del dinero.
Muchas veces para encubrir los blanqueos de capitales se recurre a empresas de subastas y se simulan pujas de dinero, lo que eleva el precio del cuadro.
Lavadores con piel de coleccionistas
El lavado de dinero se configura en tres etapas, explican los expertos. Primero la colocación: el lavador introduce sus ganancias ilícitas en el sistema financiero. Por ejemplo: depósitos en cuenta bancaria, inversión en instrumentos financiero. Después viene la estratificación: las múltiples transacciones que separan los fondos de su fuente ilegal, dificultando el rastreo, por ejemplo, con transferencias bancarias. Por último está la integración: la reinserción de los fondos ilegales en la economía. Los fondos aparecen como legítimos y pueden ser reutilizados. Los ejemplos más usuales son empresas fantasmas, compra de inmuebles y bienes de lujo, como obras de arte.
“Las obras de arte tienen la particularidad de no tener un precio de mercado, más que un criterio se manejan por especulación. Se estima por el precio que el comprador esté dispuesto a pagar o por lo que el vendedor diga”, explicó a Infojus Noticias Diego Gamba, abogado de la UIF.
Según Interpol, América Latina es la región mundial más afectada por este tipo de delito, después de Europa. La regulación a nivel global es mínima y no existen estadísticas confiables sobre la cantidad de dinero lavado invertido en arte, pero especialistas coinciden en que lo están viendo con mayor frecuencia.
En Argentina, el mayor robo de cuadros en dinero data de 2010: setenta y siete obras valuadas en 4 millones de dólares, entre ellas las más importantes de Antonio Berni y Lino Spilimbergo. Se las robaron al médico Omar Mantovani en su museo personal en la ciudad bonaerense de Pilar, que luego fueron recuperadas gracias a la intervención de Interpol y la Policía Federal.
Pero el mayor golpe al mundo del arte ocurrió en la noche del 25 de diciembre de 1980, cuando desconocidos sustrajeron trece pinturas y siete objetos antiguos del Museo Nacional de Bellas Artes. Hasta ahora sólo se lograron recuperar tres pinturas (Cezanne, Renoire, Gauguin) y un dibujo en París en 2005.
Los investigadores que siguen las rutas del tráfico de obras de arte, coinciden en que robar cuadros para apreciarlos en un salón oculto de la casa es un mito. El coleccionista de arte, dicen, es un exhibicionista al que le gusta compartir sus obras, hablar de ellas y sentir el prestigio social. Por el contrario, los lavadores de dinero son especialistas en el arte de legalizar el dinero ilícito.