Tres especialistas analizaron los últimos casos de femicidios en lugares públicos. Recomendaron no encontrarse nunca con una expareja agresiva porque "el espacio público sigue siendo de los hombres". El machismo: única explicación de la violencia de género.
La mujer que el sábado a la tarde murió acuchillada en un bar de Caballito tenía miedo de que le sucediera algo. Se llamaba Gabriela Parra y había accedido a encontrarse con su expareja, Alejandro Bajeneta, en un lugar público. Por eso también le pidió a un amigo que la esperara cerca de lugar. Pero nada de eso impidió que el hombre la matara en el medio de una multitud de personas que también tomaban un café en el bar Plaza del Carmen o justo pasaban por la populosa esquina de Rivadavia y La Plata. “Uno puede sentirse más protegido en el espacio público, pero eso no significa que lo esté. El espacio público sigue siendo de los hombres. Si bien es cierto que es conveniente encontrarse con una pareja o persona agresiva en un café, lo más conveniente es no encontrarse nunca más con una expareja agresiva”, dice el médico psiquiatra y psicodramatista, Enrique Stola.
El caso de Caballito se suma a otros dos femicidios fuera del ámbito privado del hogar que se hicieron públicos a través de los medios en el último mes. El 9 de abril ocurrió un hecho similar cuando un joven asesinó a cuchilladas en el cuello a su pareja luego de salir de un bar en Puerto Madero. A mediados de mes, una maestra jardinera de Córdoba fue asesinada a cuchillazos por su expareja mientras daba clases en la escuela.
“En la multitud hay algo de la proximidad donde la protección falla. La mujer tiene menos posibilidad de defensa por el anonimato de la multitud. Probablemente su barrio esté más advertido sobre quién es el personaje, pero en un lugar público, sumás el anonimato”, dice Vita Escardó, licenciada en psicología y psicodramatista. Apenas Alejandro Bajeneta comenzó a atacar a Gabriela Parra, otro hombre que estaba en el bar intentó defenderla. Se abalanzó sobre Bajeneta y forcejeó con él hasta que el hombre logró escapar a través de un ventanal. Su ayuda fue una reacción, pero no podía prever la agresión: no lo conocía.
Una vez afuera, Bajeneta seguía fuera de sí y empezó a autoapuñalarse y a golpearse contra un auto que estaba estacionado para clavarse más profundamente el cuchillo.
Algunos testigos llegaron a decir que la situación era “dantesca” y que antes de ser detenido el hombre “se hacía el 'hara kiri' como un japonés en medio de la calle”. Víctima y victimario fueron trasladados por ambulancias del SAME al Hospital Durand, donde Parra ingresó muerta y Bajeneta quedó internado.
“Si la mujer tiene una orden de exclusión o se puede encerrar en su casa está más inaccesible. Pero también hay algo de mostrar ese goce criminal a la vista de todos. Siempre es mejor tener más público, sobre todo en estos casos. En la casa, la mujer se puede esconder detrás de una puerta o tener una orden de exclusión”, explica Escardó.
El hogar y la calle
Para Eva Giberti, coordinadora del Programa Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, también hay una diferencia sutil entre cómo se ejerce la violencia en el ámbito de la casa o en el espacio público, pero no duda en repetir la única explicación posible a las violencias de género: el patriarcado. “Ataques a las mujeres en las calle hubo siempre. El caso clásico es la madre que va a buscar a su nene a la escuela y su expareja la mata en la puerta”, dice Giberti.
Sin embargo, explica, “una cosa es el sujeto que es el marido y está en la posición de que es miembro de una familia con lo que significa el hábitat familiar y otra cosa es la calle donde es dueño de lo que se le da la gana, es dueño de la ciudad, es el patotero”.
En ninguno de los tres casos, nada impidió que hombres violentos terminaran con la vida de una mujer. Aunque hubiera otras personas en un bar, en la calle, en la escuela. Para Stola, “lo que quiere hacer el hombre violento es poder ejercer el control y el daño sobre la mujer, no importa que sea en el espacio público o en otro lado”.
E insiste: “El espacio público sigue siendo de los hombres. Cuatro hombres a las tres de la mañana se encuentran a una chica en la calle y seguramente esa mujer va a sentir miedo, pero si un hombre va caminando y se encuentra con cuatro chicas no lo va a sentir. Hay una ocupación diferente del espacio público, que es masculino, donde los hombres dominan y las mujeres todavía no tienen protección. Si queremos hacer algo, hay que ver al machismo, la violencia simbólica, porque esa es la matriz que luego permite la violencia extrema”.
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