El agente está acusado del crimen de Ariel Domínguez, de 22 años. En su descargo, el agente dijo que se le cayó el arma y se le disparó. La bala dio en la cabeza del joven. “Intentamos probar que actuó imprudentemente”, explicó a Infojus Noticias el abogado de la familia de Domínguez.
En la sala del sexto piso de los Tribunales porteños comenzó la reconstrucción del homicidio de Ariel Domínguez, un joven de 22 años asesinado cuando salía de trabajar. Frente a los jueces que integran el Tribunal Oral en lo Criminal Nº9, una decena de testigos, entre ellos varios policías, explicaron lo sucedido el 20 de julio de 2011 en el barrio porteño de San Telmo. Esa tarde, durante una persecución a un grupo de adolescentes, el arma reglamentaria del cabo de la Federal Ariel Mendoza cayó al piso, se gatilló y la bala dio en la cabeza del joven. “Intentamos probar que actuó imprudentemente”, explicó a Infojus Noticias el abogado de la familia de Domínguez.
La audiencia comenzó a las diez de la mañana. Frente al tribunal pasaron unos quince testigos. Las declaraciones fueron guiadas por el fiscal Julio Castro. Al igual que el abogado querellante, Jorge Taiah, intentaron dejar en evidencia el accionar irresponsable de Mendoza. La estrategia de la defensa, a cargo de Alfredo Oliván, apuntó a demostrar que se zafó la traba de la correa de la cartuchera y que no hubo negligencia del policía. Que fue el propio imputado quien compró el material que la Policía Federal debía proveerle y que el Estado es el responsable de la muerte de Domínguez.
Del relato de los policías citados se desprendió que el 20 de julio de 2011, durante los festejos del día del amigo, se produjeron algunos incidentes en la zona de Paseo Colón y Humberto Primo. Algunos hablaron de adolescentes –unos cuarenta- que robaron a un grupo de turistas con la modalidad “piraña”, es decir, rodeándolos y arrebatándole las pertenencias. Otros se refirieron a enfrentamientos a piedrazos.
Alrededor de las 16.00 sonó el disparo. En la senda peatonal, sobre Paseo Colón, quedó tendido el cuerpo de Ariel Domínguez. El joven acababa de salir de trabajar de una dependencia de la Afip. Una bala le atravesó la cabeza cuando cruzaba la calle para tomar el 35 que lo llevaría hasta Avellaneda, donde vivía con sus tres hermanos –dos varones y una mujer- y sus padres.
Junto al cuerpo quedó un charco de “sangre espesa”, según relató el sargento 1º Raúl Correa. El agente contó que después de escuchar la detonación vio la Bersa Thunder 9mm cuando terminaba de caer al piso. La secretaria del tribunal le alcanzó al testigo el arma y la cartuchera. Correa explicó como guardar y desenfundar una pistola y detalló el funcionamiento de los dos seguros que tiene la Bersa Thunder. “En el polígono escuché en varias oportunidades que ese tipo de armas se accionaron solas”, aclaró.
Sentada en la primera fila, junto a otras tres mujeres, se había ubicado Elsa Altamiranda, madre de Domínguez. Vestía una remera blanca con la cara del joven asesinado. Sus ojos azules miraron fijo a cada uno de los testigos que fueron pasando delante suyo y, sentados dándole la espalda, contaron como vieron morir a su hijo.
Al finalizar la audiencia la mujer prefirió no hablar. Sí lo hizo su hijo, Leo Domínguez. El joven recordó que el día en que mataron a su hermano, los policías de la comisaría 14 de la Federal trabajaron en la escena durante al menos dos horas, hasta que llegó Gendarmería. “No sabemos bien qué pasó”, dijo a Infojus Noticias, “si el arma se le cayó de la cintura o de las manos”.