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24-3-2015|22:40|24M Nacionales
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39 años

Estela de Carlotto: “Para afrontar lo que venga hay que estar juntos”

El 24 de marzo no sólo conmemora la Memoria, la Verdad y la Justicia. Es el día en que el pueblo sale a la calle para abrazar y celebrar a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Ellas fueron el centro de una plaza repleta de jóvenes, familias con hijos y militantes.

  • Kaminetzky, Vazquez, Cichero
Por: María Eugenia Ludueña

Era el corazón de la marcha. La bandera azul, con las fotografías y los datos de centenares de desaparecidos, ocupaba por lo menos tres cuadras. Eran seis paños azules de 50 metros cada uno, los rostros en blanco y negro, los nombres y el día de la desaparición. Miles de manos sostenían los bordes de esa bandera. Este 24 de marzo de 2015, a las dos de la tarde, esas manos parecían más apretadas y numerosas que en otras marchas. Al frente iban las mujeres que han llevado el dolor y la lucha a puntos de inflexión. Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, entre ellas, Vera Jarach, Laura Conte, Carmen Loréfice; Lita Boitano, de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Otras avanzaban al costado, en una combi, desde donde asomaban por la ventanilla los pañuelos blancos. Y estaban las que se reunieron en una carpa blanca montada al costado del escenario, frente a la Casa Rosada. Allí esperaba Estela de Carlotto, la sonrisa más victoriosa del mundo: el primer aniversario del Golpe después de la restitución de su nieto, el hijo de Laura.

Más tarde, Madres y Abuelas se reunieron en esa carpa. Pero antes, algunas de ellas hicieron el recorrido desde la 9 de Julio hasta la Plaza de Mayo a pie. Cerca de los 90, avanzaban a paso lento, irradiando atributos que en otras personas serían contradictorios pero a ellas las pintan de cuerpo entero: menudas y fuertes, el tiempo encogió sus huesos y agrandó la figura y la capacidad de lucha. “Vivimos un momento muy particular en estos 39 años: defender lo que hemos logrado”, decía Vera Jarach, integrante de Madres Línea Fundadora y periodista. El pelo corto y gris, casi blanco, asomaba por debajo del pañuelo donde hace años bordó el nombre de su hija Franca. Abanderada del Nacional Buenos Aires, la desaparecieron tres meses después del Golpe. Hoy Vera como cada 24, se abrochó en el abrigo el prendedor con el rostro de Franca y, entrenada durante décadas en el arte de caminar, se calzó las zapatillas rojas y gastadas.

Unos metros delante de ellas, los nietos recuperados Victoria Montenegro y Horacio Pietragalla, encarnaban la vitalidad y el legado. Ella milita en Kolina, él en La Cámpora, pero hoy no estaban con las columnas que formaban un cordón de protección alrededor de Madres, Abuelas, sobrevivientes y familiares, sino al frente de la organización. Horacio caminaba con todas las antenas paradas, alerta a todos los detalles. Vicky se paró a tomarse una selfie con él. Y después arengó a la multitud con ese cántico que nació en boca de las mujeres en la Plaza:

¡Que digan dónde están/los desaparecidos!

Victoria no recuerda si vino por primera vez a la Plaza en 2003 o en 2004, pero sí que en aquel bautismo la amadrinaron las Abuelas. Ese día buscó en la bandera el rostro de sus padres, dos militantes salteños. Y los encontró: ahí estaban Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro. "En aquel momento las fotos eran de papel y estaban pegadas en la bandera que era de tela; fue muy emocionante".

A María José Eyros, 22 años, estudiante del Plan Fines, le tocó una tarea desafiante, que se gestiona cuerpo a cuerpo: mantener un cerco humano alrededor de las Madres. Para eso vino desde el barrio Piedrabuena, de Villa Lugano, con otros militantes de La Cámpora en la Comuna 8. Y dijo algo que flotaba en el aire, y que cada uno puso en palabras desde su subjetividad: “Es un día importante, es la última marcha de la Jefa”.

Rubén Martínez, 40 años, también era uno de los que llevaban una pechera azul y formaban el cordón. Se enojaba si alguien decía que le tocó custodiar a las Madres. “¡Ellas no necesitan custodia! Es para protegerlas”. Fue su octava marcha. Es albañil y salió muy temprano de Burzaco. Nicolás Moyano, otro compañero de la agrupación, vino con su hijo Lucas. Y no fue un gesto reservado a la militancia: las calles que conducen a la Plaza de Mayo estuvieron repletas de familias con niños pequeños, muchas más que en años anteriores. Olivia Streiger, con la belleza y la honestidad de sus 8 años, dijo: “Vine porque tengo un abuelo desaparecido. Eduardo Streger. No sé mucho de él porque no lo pude conocer”.

El trabajo de los que formaron el cordón era bien duro. En la marea por momentos parecía que no había lugar para nadie más. Pero en esta marcha había lugar para todos. Para la sobreviviente Cristina Salguero, que vino desde Vicente López, y se mantuvo de pie a un costado, contemplando el paso de la bandera azul. “En la ESMA nació mi hijo Juan Manuel. Hoy tenemos que estar todos más fuertes que nunca”, dijo entre lágrimas. Para las Yeguas Oficialistas que vinieron del mismo barrio con un cartel que proclamaba su nombre: “Hay que mantener viva la memoria”, gritó Gabriela Muniarraga, y contó que con sus amigas iniciaron una militancia sui generis: “Dimos vuelta el significante y mil conceptos”. 

Desde el inicio de la marcha, en la esquina de 9 de Julio y avenida mayo, hasta la entrada a la Plaza, la liturgia se repitió allí donde pasó esa bandera. Las familias, los grupos de amigos y los sueltos esperaron ver pasar a las Madres con los celulares y las cámaras en alto, cantando a viva voz y sin poder contener las lágrimas:

Madres de la Plaza/el pueblo las abraza.

-Mirá- le decía una mujer a su hijito de tres años mientas lo sostenía a upa- ¿Las ves? Son las madres y las abuelitas, mirá, las que tienen el pañuelo blanco en la cabeza, ¿las viste mi amor?

Detrás, la columna de H.I.J.O.S. marchaba con una enorme bandera que conjugaba en presente la consigna de esta movilización: "Defendemos las victorias y vamos por más democracia". Luego, las cada vez más numerosas filas de las agrupaciones políticas.

Gabriel Lombardi vino por su cuenta, con sus hijas, Agustina (15) y Macarena (21). “Mi abuela está desaparecida. Me siento muy orgullosa de ella y me emociona estar acá”, dijo la mayor. Su abuela es Rosa Lamonte, militante de Montoneros a la que Pompeya recuerda con una plaza y una biblioteca. “Ya no nos da vergüenza ser Hijos”, dijo Gabriel, convencido de que el camino emprendido en 2003 “no tiene marcha atrás” y de que estar acá y militar en cualquier aspecto de la vida, “es hacer lo que ellos querían”. A su lado pasó Raquel Wittis, acababa de perder su celular: “ Vine para defender la Memoria”, dijo.

Cuando la columna llegó a la altura del Cabildo, Vicky Montenegro recogió con habilidad la larguísima bandera azul. Machi Alonso, profesora de Historia, una de las que la había llevado a lo largo de todo el recorrido, dijo: "Fue impresionante, sentías el calor de la bandera, la energía", dijo. Machi "Tengo la sensación de que hoy hay más alegría que otras veces. Vinimos porque queremos un proyecto de país y esto es irreversible", comentó Machi, justo cuando una pequeña mariposa se posó en la espalda de un compañero. "Las mariposas son las almas de los que seres que queremos", le apuntó.

A pocos metros, la legisladora Gabriela Alegre, también al frente de la marcha, analizaba: “Tiene cada vez más diversidad, más jóvenes y protagonismos. Estamos acá para festejar muchas conquistas. Con la fuerza de las Madres y mujeres que resistieron. Necesitamos garantizar que los que vengan después también se propongan el camino de la Memoria, la Verdad y la Justicia, y ni un paso atrás”. La legisladora llevaba una remera en recuerdo del militante fallecido Jorge Morresi. “Es la primera vez que Jorge falta un 24 de marzo”, dijo.

Mientras tanto, las Madres de Plaza de mayo, con Hebe de Bonafini a la cabeza, llegaban a la Plaza en un colectivo con el techo descubierto. Los vendedores ambulantes despachaban copos de nieve celestes, patis, choripanes, y prendedores con flores del color del cielo. En un rincón, un grupo de jóvenes hacía sonar los tambores al ritmo de un tema de Los Rodríguez, Para no olvidar: Voy a quedarme contigo para siempre/pero puede que te encuentre últimamente/entre tanto me confundo con la gente.

"En 39 años hemos conseguido esto: el país en la calle"

 
En una pequeña carpa blanca montada detrás del escenario, Estela de Carlotto conversaba con otras Abuelas y Madres. “Es la primera vez que estoy acá, sin estar pensando si entre estos jóvenes está mi nieto. No necesito mirar más. Hoy está en otro lado pero está, fortaleciendo su identidad en su lugar, en el Festival de la Memoria de Olavarría, del que participa todos los años”, decía la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Y arriesgaba: “Creo que este año hay más gente que nunca. Me gustaría que para los 40 años del Golpe, pensemos lo que pensemos, exista una sola marcha. A ver si por fin nos reconocemos todos como argentinos. Para afrontar lo que venga hay que estar juntos”.

Laura Conte, otra de las Madres de Línea Fundadora que esperaba en la carpa el momento del discurso, reflexionaba: “tenemos la conciencia de haber encontrado muchas cosas que nos hacen vivir la plaza con identidad. Se puede seguir pensando en la Justicia a pesar de que la corporación del Poder Judicial no la quiere. Porque estamos invadidas por el pueblo, gracias a Dios. De la memoria va a partir la historia y no al revés. Si tenés memoria, tenés verdad. No hay Justicia ni verdad sin memoria: hoy todo el mundo lo entiende”, le decía a una Abuela sentada a su lado, Aída Kancepolsy. Aída contaba: “A mi nieto lo localicé hace 30 años y Laura ha sido mi psicóloga”. “Fui perito de las primeras restituciones”, contaba Conte. Las mujeres recordaban cuando venían a la Plaza, eran tan pocas.

Carmen Lorefici, de Madres Línea Fundadora, decía que mientras venía en la combi sintió tristeza, alegría y emoción. “De ver a esa juventud como nunca antes, pero también a gente de edades diversas. Esta marcha significa 39 años de lucha. En 39 años hemos conseguido esto: el país en la calle, lo hemos logrado. Nuestros hijos deben estar orgullosos. Siguen siendo un dolor grande pero los llevamos en el corazón”.

Florencio Randazzo y Carlos Tomada se dieron una vuelta por la carpa para saludar y se quedaron conversando. A metros de la pirámide, Lita Boitano charlaba con Graciela Lois, directora de Derechos Humanos en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires e integrante de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. “Pensar que nosotros empezamos siendo el único organismo, nos ocupábamos de los presos”, decía Lita. Y Graciela Lois planteaba una idea que Carlotto después retomaría en su discurso: “La Memoria la tenemos, La Justicia nos está llegando. Pero la Verdad todavía nos falta. ¡Nadie dijo nada! Sabemos cuándo se los llevaron pero la mayoría aun no sabe ni cómo ni dónde ni por qué”. Lois considera que en la desclasificación de archivos puede haber pistas para reconstruir lo que pasó. “Cancillería desclasificó una parte, todavía falta más, y seguramente que al cruzar datos habrá un montón de perlitas”.

Del otro lado de las vallas, Facundo Cardona, un veinteñaero del Movimiento Evita de Ensenada, unía la idea de memoria a la alegría: “Vinimos a festejar que tenemos memoria con murgas, canciones y alegría”. Pablo Campos, un poeta de Vicente López, y su amigo Víctor de González Catán, titiritero, repartían plaquetas de poesía sobre el 24 de marzo: “Estos versos son peronistas/y por peronistas/ Viven en las contradicciones/vivos/y se mueven en la marea”. “Falta mucho, que se reafirme, no nos relajemos, sigamos pidiendo más. Y que la poesía también esté presente”, reclamaba Pablo, quizás sin saber lo que sugieren los estudiosos de la Memoria. Que después de la Justicia, se abre el camino a más memoria. A una memoria transformada y capaz de redimensionar sus modos de contar desde el arte y la cultura. Al atardecer, la gente en la Plaza seguía poniéndole el cuerpo a la memoria y cantando:

Como a los nazis les va a pasar/adonde vayan los iremos a buscar.

En la carpa, las Madres y Abuelas se reconstituían de la caminata con los besos y los abrazos de tantos. Todos querían acercarse, sacarse una foto con ellas y sobre todo, agradecerles por los 39 años de lucha que empezaron en ese mismo lugar .
 

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