Lo dijo la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, en la conmemoración por los treinta años del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en la Biblioteca Nacional. Del acto participaron Luis Frondebrider, presidente del EAAF y Martín Fresneda, secretario de Derechos Humanos.
Un murmullo de voces esperaba a Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, en la sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional. Más de cien personas estaban reunidas para conmemorar los 30 años del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Desde arriba, sólo se veían pañoletas y cabezas blancas en la primera fila. Era como una reunión de viejos amigos donde todos se saludaban efusivos. Cuando Estela comenzó a hablar, el murmullo se apagó. “La alegría de festejar estos 30 es un hito en nuestra historia de militancia para hacer posible el Nunca más”. La gente aplaudió durante varios segundos.
Ella estaba impecable: Un tapado rojo con un prendedor brillante al lado izquierdo, el pelo blanco y una sonrisa imborrable. La acompañaban Luis Frondebrider, Presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense; Maribel García, vicepresidenta de Madres de plaza de Mayo, línea fundadora; Raúl Carnese, profesor de la Universidad de Buenos Aires; Martín Fresneda, secretario de Derechos Humanos de la Nación y David Morales, procurador general de Derechos Humanos de El Salvador.
Todos iban a celebrar el trabajo deL EAAF, una asociación civil sin ánimos de lucro que tiene como fin practicar “la antropología forense aplicada a los casos de violencia de Estado, violación de derechos humanos y delitos de lesa humanidad”. Desde su constitución, en 1984, han trabajado en más de 50 países cumpliendo su misión, y aunque prefieren el bajo perfil, su nombre ha emergido en casos célebres como el de El Che Guevara, Azucena Villaflor y Marcelo Gelman.
“Hoy me toca hablar como secretario pero hace diez años hablé como hijo”, dijo Martín Fresneda. “En ese entonces dije: qué curioso, un grupo de personas recopilando huesos. Qué difícil que tengamos que recuperar la memoria de la propia muerte”.
“En El Salvador, investigar las violaciones de los militares era un tabú. Cuando llegaron los miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense, gracias a el llamado de la histórica luchadora Julia Hernández, recibimos una lección”, contó el Procurador salvadoreño David Morales.
“Ellos nos enseñaron que hay que vincular a los familiares de las víctimas y que el trabajo forense se hace con mucha rigurosidad científica, pero también con humanidad”.
El profesor Raúl Carnese habló sobre la década del 80. “Se comenzaron a denunciar cementerios donde se observaban restos de N.N., entonces el poder judicial y la policía disparaban balas mecánicas sobre los cuerpos para deshacer cualquier evidencia. Uno de los aportes del EAAF fue incluir métodos de la antropología biológica y la arqueología para conservar los restos y permitir una futura investigación”.
Los huesos que hablan
Sobre las cabezas de los invitados habían pasado las imágenes de Clyde Snow, el fundador del EAAF, quien murió este año. Las fotografías lo mostraban excavando, instruyendo, escuchando y siempre rodeado de jóvenes. En Argentina, 1986; Bolivia, 1987 y Cementerio de Avellaneda, 1988 se veía a un hombre maduro, y vigoroso, con la energía de quien avanza.
Luis Frondebrider, quien estuvo en el grupo desde los primeros meses y hoy ejerce como presidente, lo recordó como un maestro. “Snow nos contuvo emocionalmente en los primeros años de incertidumbre. Siempre fue un hombre que creía profundamente en que su objetividad científica ayudaba en la búsqueda de la verdad”.
La primera de las fotos mostraba jóvenes risueños empuñando palustres en lo alto. Tras ellos, Snow, un hombre grande con lentes. Era una foto veraniega. “Clyde Snow siempre manifestó el deseo de hacer algo por identificar a los hijos. Él exhumó el cuerpo de mi hija Laura en el Cementerio de La Plata en1985. Clyde me llamó aparte y me dijo: ‘Estela, tú eres abuela’. No me pude contener”.
“Durante los primeros años no contamos con el apoyo del Estado ni de la Universidad. Recién en el 2003 la política de verdad y justicia se hizo presente”, contó Frondebrider. “Creemos que esta tarea es un proceso colectivo de la sociedad civil y el Estado. Si bien sabemos que destruir es más fácil que reconstruir, no podemos desalentarnos y no podemos renunciar a la búsqueda de la verdad”. Concluyó y el publicó volvió a reventar en aplausos.
Al final, cuando abrieron el micrófono al publico, un señor grande de pelo blanco sentado en la primera fila volvió a dejar la sala en silencio: “Todos coinciden en que los huesos hablan y tienen razón, cómo no van a hablar si a mi hijo de 17 años le pegaron seis tiros en la cara y gracias al reconocimiento de sus huesos pudimos enjuiciar a los culpables”.