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Infojus Noticias

30-4-2014|16:01|Homenaje Nacionales

“Estoy llena de Laura”

Estela de Carlotto recibió el legajo escolar de su hija en "Jornada de Educación y Derechos Humanos", de la Escuela Normal 1 de La Plata. Allí estuvieron presentes las amigas de Laura, Marita MacDougall y Mirta Bernardi, y su biógrafa, María Eugenia Ludueña. Juntas, recrearon una época y hablaron sobre su militancia.

  • Fotos Sebastian Losada
Por: Laureano Barrera

Estela Barnes de Carlotto tomó el micrófono entre sus manos y habló de las buenas noticias: “Desde la prensa se sigue mintiendo y contando sólo lo malo”, dijo. “¿Ustedes creen que este acto hermoso, en esta escuela, mañana va a estar en los diarios? En algunos medios platenses quizás, porque para los medios nacionales el ombligo esta allá. Ojalá me equivoque.”, dijo la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Se refería a la "Jornada de Educación y Derechos Humanos", de Escuela Normal 1 "Mary O Graham" de La Plata, que se realizó durante todo el día para reflexionar con los alumnos de los tres niveles –preescolar, primerio y secundario- sobre la importancia de la educación en la comprensión de la historia reciente y los derechos humanos. La titular de Abuelas de Plaza de Mayo les pidió a los chicos que estudien: “El que estudia es libre. No lo engaña nadie”, dijo.

Más temprano, en la inauguración de las actividades, la directora del colegio Silvia González Capra destacó el “vacío inconmensurable que dejaron en las aulas” los treinta alumnos desaparecidos –además de Carlotto- que tiene la escuela, además de dos profesoras y una jefa de preceptora que estuvo secuestrada y falleció hace pocos años. Y de la necesidad de mantener viva la memoria, pero proyectando hacia adelante.

Una vida y una militancia

Era 1972 y en Argentina gobernaba el dictador Alejandro Lanusse. En el centenario colegio Normal 1 de La Plata, uno de los más antiguos y tradicionales de la ciudad, que entonces era sólo para mujeres, el rigor se sentía hasta en los detalles más ínfimos. Las jóvenes no podían usar pantalones, el pelo suelto ni maquillaje en la cara. Algunos autores estaban marginados, y la historia seguía almidonada en los manuales oficiales. Laura Carlotto, Marita y otras tres o cuatro compañeras creyeron que el Día del Maestro era un buen día para mostrar que la rebelión de baja intensidad era posible. Lo habían planeado durante uno o dos meses, y cada una tenía un papel asignado en el drama. En uno de los momentos de mayor silencio del acto, una de ellas bajó los interruptores de la luz. Desde el primer piso,  otra soltó decenas de volantes que habían sido confeccionados en casa de Laura, que cayeron como pájaros nocturnos en la semipenumbra del salón de actos. Cuando la luz volvió, la consigna fue leída por alumnos, docentes y directivos.

“Ese fue uno de los actos fundacionales de la militancia de Laura. Fue en este lugar cuando era una chica de la edad de ustedes. Porque ella una chica más, no una heroína, y su enorme compromiso la llevaron a jugarse la vida por sus ideas”, relató esta mañana María Eugenia Ludueña, la autora del libro “Laura. Vida y militancia” que relata su vida, su compromiso y su muerte. La presentación del libro en ese colegio al que asistieron los cuatro hijos de la familia Carlotto, culminó con la entrega por parte de la presidenta del centro de estudiantes, del legajo escolar de Laura a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, de un cuadernillo que el Ministerio de Educación de la Nación distribuyó en la dictadura en todos los establecimientos educativos para advertir sobre el accionar "subversivo" en la escuela. La nota emotiva –antes de que dos padres cantaran algunas canciones alusivas- la dieron tres niños de jardín que subieron al escenario para darle a la activista una pulsera de regalo.

La escritora Ludueña –editora de Infojus Noticias-, también destacó esa impronta de compromiso de un establecimiento que cuenta con más de treinta desaparecidos. “Que haya 34 desaparecidos habla también de quienes eran las docentes. Laura estudiaba Ciencias Naturales cuando una profesora de historia, Irma Zucchi, les explicó que lo importante no eran las fechas de las batallas sino los intereses que había detrás. Laura quería ser médica y terminó estudiando Historia”, contó la periodista.

Marita y Mirta

“Irma era todo lo que dijeron hoy, y mucho más. Llegaba con sus zapatos, boina y bufanda roja, se sentaba en el escritorio y nosotros en ronda, y nos contaba cosas que nos abrían la cabeza”, recordó Marita MacDougall, una de las mejores amigas de Laura en una charla con Infojus Noticias recorriendo las aulas y los corredores de la escuela, después del acto. La mujer volvió a pisar el colegio el año pasado, cuando se cumplían 40 años de egreso, porque no quería recordar lo que había pasado durante la represión brutal en aquellos recovecos sombríos. Pero la nueva conducción del colegio, con González Capra a la cabeza, se contactó con algunas ex alumnas que se cargaron al hombro la tarea de reconstruir cuántos jóvenes habían pasado por esas aulas antes de ser raptados y asesinados en pozos sin fondo por policías, civiles y militares.

Marita, junto a Mirta Bernardi y otra mujer de nombre Isabel, gente del archivo del colegio y los directivos, habían ideado el armado de placas recordatorias para alumnos y docentes desaparecidos. Son 34 láminas plateadas, con caligrafía negra, que adornan una de las paredes del primer piso en la llamada Galería de la Memoria. Hoy se repuso una.

“Cumplíamos 40 años de egresados. Empezamos a cruzar en el archivo los listados de egresadas de la escuela con las listas de desaparecidos. Así empezamos. Finalmente llegamos a 34, pero sabemos que pueden ser más”, contó Mirta, que hoy es dirigente sindical del gremio de docentes privados.

En el cierre de la primera mesa también habló el secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, funcionarios de la dirección de Escuelas de la provincia y el periodista venezolano Modesto Guerrero, que habló sobre la capacidad actual de los medios de desatar masacres, como las que perpetraron los Estados terroristas en décadas pasadas.

“Llena de Laura”

En cierre de su intervención, en aquel salón de actos dónde su hija –a pesar de sus advertencias- forjó los sueños que le costarían la vida, Estela habló como casi nunca del peso de esa ausencia, de cómo la vida familiar se quebró de cuajo, por la mitad. “En mi casa, hoy, hay una silla vacía. Pero al mismo tiempo yo estoy llena de ella. Llena de Laura. Y de todas las Lauras que dieron la vida por sus sueños. Porque ellos no querían morir, querían luchar. Y Laura que su sangre y la de los miles que iban a morir iba a servir para que nunca más pasara en este país lo que les pasó a ellos”.

El auditorio la escuchó con atención, con un silencio admirado. Estela habló con un lenguaje llano y tierno, que hizo brotar cálidos aplausos y algunas lágrimas. “Queremos que sean libres –dijo-. Que disfruten de la vida: que tengan padres, hermanos, una casa, estudios, una familia, sueños, todo lo que hace falta para que sean felices. Porque ustedes son el presente, pero también nuestro futuro. Y por ustedes sí, firmemente, seguiremos luchando por el Nunca

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