Cada 30 horas una mujer es asesinada en la Argentina por la violencia machista. Los femicidios son una tragedia cotidiana en todos los puntos del país. El periodista y escritor Daniel Riera entrevistó para Infojus Noticias a siete familias de mujeres que fueron asesinadas por sus esposos o ex parejas. Volvé a leerlas.
“A Dai la encontraron en una bolsa y resulta que el problema era su ropa”
Karina Lopinto. Mamá de Daiana García.
“El tipo era un tipo grande. No puedo decir qué pasó, porque también puede haber pasado otra cosa. Mi nene de 10 años dijo “ese señor es un cobarde porque tendría que haber enfrentado a la justicia”. En vez de hacer eso que dice un nene de 10 años, el tipo se mató. Cuando él la puso en la bolsa, ella ya estaba muerta. Él pensó que era como tirar el papelito del caramelo y nadie se enteraba que se lo había comido. Supo que se había mandado una grave y no quiso hacerse cargo. El cuerpo de Dai apareció en Llavallol, muy a la vista. La tiró en la loma del ojete y esperó que nadie se diera cuenta.”
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“Él le dijo a un amigo que las novias los engañaban, que había que matarlas”
Edgardo Aló. Padre de Carolina Aló.
"Siento un gran vacío en el estómago, me bajo, la casa macabra tiene como 20 metros hasta que llegás a la puerta. A mí me llamaba la atención que, conociéndonos –yo era conocido en la zona por la inmobiliaria– los policías no me saludaban: es más, esquivaban la mirada. Cuando estoy llegando al portal, la madre de él se topa conmigo, se sorprende, le digo “qué pasó”, me dice “nada, nada, nada”, y se mete para adentro. Cuando intento entrar, sale una persona muy grande, me agarra del hombro, me saca hacia afuera, y me dice “pasó una tragedia, es una tragedia”. El hombre me abrazaba y al mismo tiempo me sacaba del lugar: me di cuenta de lo que había pasado. Voy de nuevo a la puerta: llega un momento en que se abre, había un garaje grande, la veo tirada a Carolina. No me dejan entrar. Sale un policía y le dice al que estaba de custodia: “Conté hasta 80 y no puedo contar más, salgo a tomar aire. Lo miro y le digo: “¿80 qué?”. El policía se fue, y en la seña que le hizo el que estaba en la puerta, me di cuenta de que había pasado algo que escapaba a la mente de cualquiera."
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“Mi hermana Laura fue violada y estrangulada con el cordón de su zapatilla”
Manuel Iglesias. Hermano de Laura Iglesias.
“Creo que no tiene que ser solo un reclamo de las mujeres. Que los que nos consideramos hombres también tenemos que decir Ni una menos. Quiero que cada vez se divulgue más el caso de Laura, que sea un clamor tan ensordecedor que no se pueda ignorar. Y con esta consigna también: el pedido de Ni una menos tiene que ser tan fuerte que nadie se pueda hacer el boludo.”
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“Mis nietos están en manos de la persona que los dejó huérfanos”
Leonilda Carrizo. Mamá de Sonia Liliana Garabedian.
“Ella iba a trabajar siempre golpeada. Le preguntabas qué le había pasado y te decía “se abrió la alacena, se golpeó con la alacena”. Cuando iba a la casa de ella siempre veía unos clavitos con un alambrecito en la puerta del dormitorio. Después me entero que él la echaba de la habitación y trababa a puerta. Como no tenían un sillón ni nada, ella dormía tirada en el comedor, y al otro día se tenía que ir a trabajar así, mal dormida. Tenían el placar con puertas con espejos, y de repente los espejos estaban rotos. Preguntás qué pasó y te decían ‘nada, se rompieron’.”
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“El violento ejerce su grado máximo de violencia cuando la mujer se rebela”
Jorge Taddei y Beatriz Regal. Papás de Wanda Taddei.
“El violento es un tipo que tiene una táctica: antes de dar la primer trompada hizo todo un trabajito previo que fue la descalificación, poner a la mujer en un grado de inferioridad hasta el extremo de que cuando recibe la primer piña piensa que la merece porque es una boluda, porque es una pelotuda, porque no hizo bien la comida, porque no se vistió bien, porque blablablá. Wanda se separó de su primer marido, estuvo casi dos años sin tener una pareja fija. Durante esos dos años tuvo una excelente relación con el padre de sus hijos –su ex– y con nosotros. A partir de la aparición de Vázquez empiezan a aparecer escollos en la relación de Wanda con los demás. Se alejó de sus amigas, de su prima Lorena, con la cual tenía una relación muy cercana. El violento tiene un plan, una estrategia, no es ningún gil.”
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“Hay que luchar para que le den bola a la mujer cuando hace la denuncia”
Mario Pajón y Marta Fernández. Padres de Andrea Pajón.
Andrea fue asesinada en la puerta de su casa, en Castelar. Estaba sacando el coche para llevar a su hijo menor al colegio. El hijo vio que se acercaban dos tipos. Uno de ellos le tiró dos tiros a Andrea. Luego se fueron caminando, como si nada. Andrea fue internada de urgencia y murió a las 38 horas. La noche anterior al crimen había ido llorando a la casa de sus padres, desesperada porque no le habían tomado una denuncia. Les dijo: “Qué tengo que hacer para que me hagan caso, me tienen que traer acá en un cajón”. Por increíble que parezca, los de la Comisaría de la Mujer se aparecieron el 27 de agosto a las ocho de la noche a ofrecer su colaboración en la clínica, mientras los médicos trataban de salvar la vida de Andrea.
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“Te da bronca, porque el asesino está vivo y mi hermana está muerta”
Miriam Zambrano. Hermana de Adriana Marisel Zambrano.
“Mi hermana estaba muy golpeada. Él la golpeó con el nivel de albañilería, que es una herramienta de metal, y le destrozó la cabeza. Cuando la vimos estaba muy golpeada. Tenía traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica, contusiones en los brazos, en las piernas, el ojo morado. Para el juez Mario Ramón Puig fue un homicidio preterintencional, es decir que no quiso matarla: que sólo quiso golpearla y su muerte fue un accidente. No hubo Justicia. La dejaron de lado a mi hermana y también a su hija, mi sobrina, que en ese momento tenía nueve meses. Nadie hizo nada por ellas. Él ya está en libertad: a los dos años empezó a tener salidas y ahora está pidiendo la tenencia de la nena.”
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“A mi hija la destrozaron, la descaderaron, la golpearon”
Daniela Bilich. Mamá de Yasmín Chacoma.
“Llegaron a decir que yo la había entregado, que salía de joda, que me perdía en los bailes, que la hice matar, me gritaron asesina, me patearon la puerta: era mucho más lo que lastimaban de lo que ayudaban a soportar el dolor. Una vez dije que no lo quería muerto al asesino, sino que lo encontraran y que sufriera en vida por lo que le había hecho a mi hija. Entonces dijeron que yo lo conocía, que no quería decir quién era, que hacía trata de personas con mis hijas, y no me quedó otra que pedir que me sacaran de ahí para estar tranquila. Lo que más me dolió era cuando las agresiones venían de parte de mujeres, que me hicieran sentir culpable a mí de lo que había pasado.”