“A medida que el control social y el terror mostraron sus grietas, los fotógrafos nos colamos en ellas, con nuestras cámaras y nuestros ojos”. Así definen su trabajo los reporteros gráficos que desde el sábado muestran en la ex Esma imágenes sobre la defensa de los Derechos Humanos.
El texto que escribieron los fótografos para presentar la muestra empieza con una frase contundente. Ninguna fotografía es inocente. “Eso lo sabe todo fotógrafo”, dice el texto. “Ninguna fotografía es el espejo de la realidad, ni siquiera es una ventana por donde asomarse a verla, a entenderla. Todo fotógrafo sabe que siempre se requiere de algo tan humano como el ojo que elige y el dedo que obtura para, entonces sí, crear la fotografía”.
La muestra "Fotos 76.11. El otro lado de la cámara" se puede visitar desde este sábado mediodía. El trabajo, una selección de imágenes de varios fotógrafos, refleja las luchas por los derechos humanos de los últimos 35 años, será inaugurada el sábado a las 12 en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECUNHI), en el predio de la ex Esma en Avenida Libertador 8465. La muestra es una compilación realizada por el programa Memoria en Movimiento de la secretaría de Comunicación Pública en base a los archivos fotográficos de ARGRA, del Estado Nacional y de colecciones particulares.
“Antes del golpe de 1976, existía una vasta iconografía de izquierda que pivoteaba sobre las figuras del militante social, el joven contestatario, el obrero en marcha y el guerrillero heroico, dando cuenta de una sociedad compleja y sumida en un conflicto político tan rico como contradictorio”, continúa el texto. “El primer impulso de la dictadura fue desmontar esas imágenes y reemplazarlas por imágenes de muerte y aniquilación. Así como se prohibió en los diarios palabras como "militante" o "guerrillero", y se penó la mención de sus partidos, sindicatos y organizaciones, también se trabajó sobre las imágenes. Ya no aparecieron fotografías de jóvenes en marcha, sino de cadáveres acribillados, deshechos, brutalmente vencidos por la fuerza militar. Y cuando se juzgó suficiente el terror, todo ello se invisibilizó. Los desaparecidos ya nunca más aparecieron en la prensa en forma fotográfica, por más que sus cuerpos martirizados se negaban a morir en la conciencia de la sociedad”.
“Los fotógrafos no fuimos ajenos a este tránsito, ni fuimos inocentes o víctimas inermes. Pero a medida que el control social y el terror mostraron sus grietas, los fotógrafos nos colamos en ellas, con nuestras cámaras y nuestros ojos. Y emergimos de ellas con nuestros testimonios, nuestra denuncia y nuestra defensa de la libertad de información”.