Creen que a Graffigna lo mató alguien de su entorno íntimo. Las principales sospechosas son dos de sus ex mujeres: Romina Iddon Silva, con quien tuvo una hija. Y María Laura Aráoz, pareja del empresario entre 2010 y 2011. El crimen por el que estuvo incriminado en 2004.
El sábado a la mañana un vecino de Villa Ortúzar encontró un cuerpo sin vida adentro de un Peugeot RCZ negro, de lujo, estacionado en la calle Fraga al 1300, casi esquina Heredia. Llevaba más de ocho horas con el cráneo atravesado por un balazo, cerca del ojo derecho. Ese hombre que por casualidad se topó con el cadáver es, quizás, el único libre de sospecha. El crimen de Miguel Ángel Graffigna, financista, empresario, hombre de la noche, reflotó una trama oscura de robos, corrupción, asesinatos, y traición, donde todos han sido acusados y ya nadie parece inocente.
La forma en que vivió y murió Graffigna llevó a pensar a los investigadores en un crimen mafioso. Y que el matador llegó desde su entorno íntimo. Su coche estaba bien estacionado, y la bala, calibre 40, llegó desde el asiento del acompañante. Un casquillo que habría sido encontrado en la cabina marcaría que a Graffigna lo mataron allí mismo. La justicia apunta a procesar la información contenida en el rastreador satelital del Peugeot RCZ para establecer el recorrido.
Los investigadores tienen algunas personas por dónde empezaron a buscar sospechosos: Romina Iddon Silva, ex esposa, con quien Graffigna tenía una hija de ocho años, y con quien tuvo un pasado turbulento. María Laura Aráoz, pareja de Graffigna entre 2010 y 2011, que habría quedado obsesionada con el financista por cuestiones “pasionales”, según contó el abogado y amigo de la víctima, Roberto Casorla Yalet. Tanto que, según fuentes del entorno de la víctima, la chica y su padre “fueron a la casa de Carolina (actual novia de Graffigna), le robaron todo y se la llevaron unas horas en la camioneta de él", agregó la fuente. Además, están sus negocios: nadie sabe muy bien a qué se dedicaba y en los últimos cinco meses había movido cheques por un valor cercano al millón de pesos.
Carolina, la última pareja de Graffigna, ya declaró en la causa. Según dijeron fuentes del entorno de Graffigna a la prensa, en el relato complicó la situación de Iddon Silva. Siempre según esas fuentes, la última novia del muerto habría contado que diez días atrás le había dicho “que no fuera sola ni al supermercado porque su ex mujer y dos mexicanos lo andaban buscando”.
Iddon Silva salió a librarse de sospechas. En declaraciones al canal C5N, dio una versión edulcorada de su matrimonio. “Me llevaba muy bien con Miguel”, aseguró. “Estuve diez años casada con él. Tuvimos una hija. No tuvimos conflictos graves entre nosotros. Todo lo que dicen es mentira. No soy bailarina de caño ni trabajé en una película porno”, se defendió. Y deslizó las suspicacias hacia Aráoz. “Se comunicó hace un mes para hablarme mal de Miguel”. Pero hay pruebas que desmienten que la relación no haya tenido sobresaltos.
Un pasado oscuro
En una denuncia que radicó en la Justicia el 11 de febrero de 2009, Iddon Silva dijo que temía que Graffigna la “descuartizara”. Que la sometía a presiones psicológicas y físicas, y que la había empujado por las escaleras, estando embarazada de su hija. Y que había sido obligada, presionada, para firmar un acuerdo para darle la tenencia de su hija, el 4 de septiembre de 2008.
Iddon Silva dejó a Graffigna cuando ambos se habían mudado a México y ella bailaba en un table dance de nombre Pompeya, en el DF. Hasta hace poco, su foto en bikini todavía figuraba en la página web del lugar. Allí empezó a salir con un pediatra. Fue Graffigna el que, luego de las desventuras del amorío, la denunció ante la justicia argentina.
A principios de 2011, Iddon Silva detenida por el fiscal Fernando Cartasegna por un crimen de 2004: una pareja swinger asesinada en una casa quinta de Villa Elisa, una zona de recreo en las afueras de La Plata. Las víctimas eran Nicolás de Souza, hijo del dueño de una galería de arte, y Antonia Zárate, su novia paraguaya.
La mujer dijo que Graffigna había sido el autor del crimen. Que había ultimado a De Souza con un bate de beisbol y luego había asfixiado a Zárate. Detuvieron a Graffigna. El fiscal no pudo comprobar nada: el bate no tenía rastros de sangre y era más nuevo que el crimen. “Faltaron pruebas en la escena, y los dos testigos que me probaban el conocimiento previo entre la pareja de imputados y la de los asesinados, se desdijeron”, recordó para Infojus Noticias Cartasegna.
Grafiggna cambió cuatro veces su abogado y el último, Casorla Yalet, le aconsejó que declarara. Grafiggna dijo que el día anterior al doble crimen había ido al cumpleaños de su sobrina, y el día siguiente, el domingo 22 de agosto de 2004, a una carrera de autos en Olavarría. Las pruebas que aportaba para probarlo eran muchos testigos. El juez de Garantías platense Guillermo Atencio consideró que no había pruebas en su contra y lo sobreseyó. La causa quedó impune.
Ahora, a Graffigna le llegó un vuelto. Los investigadores están convencidos que de alguno de los enemigos que había cosechado.