Ayer los testigos hablaron de un hueco en el cráneo de monseñor Angelelli, y de la manipulación del escenario del supuesto "accidente". También declaró el médico que realizó la autopsia.
Ayer fue la quinta audiencia del juicio que investiga la muerte del obispo Enrique Angelelli en 1976. En los tribunales federales de La Rioja, la jornada empezó pasadas las diez de la mañana y fue presidida por el Tribunal Oral en lo Correccional Federal (José Camilo Quiroga Uriburu, Carlos Julio Lascano, Juan Carlos Reynaga y Mario Garzón). La causa tiene dos únicos imputados: Luciano Benjamín Menéndez y el ex aviador Luis Estrella. Menéndez estuvo presente a través del sistema de videoconferencia desde Córdoba. Estrella asistió a la audiencia que se extendió, con un cuarto intermedio a la hroa del almuerzo, hasta pasadas las seis de la tarde.
El primer testigo del día fue, justamente, a propuesta de la defensa de Estrella, el médico Eldo Lis Neffen, de 71 años. Especialista en anatomía patológo clínica quirúrgica, Neffen dijo que al momento de realizar su primer autopsia médico-legal a Angelelli, tenía 34 años. Reconoció además que no es médico forense. Después de repetir el contenido del informe que elaboró con los médicos Guchea y Enzo Herrera Páez, no hizo referencia al hueco que presentaba el cráneo de Angelelli. En testimonios anteriores, la sobrina de Angelelli, Elena Coseano, recordó que durante el velatorio su abuela -madre de Angelelli- tocó la cabeza a su hijo en el cajón y notó un hueco en la parte posterior del cráneo, que había sido rellenado con algodón.
A partir de una serie de fotografías que le fueron mostrando, Neffen recordó que Angelelli tenía “un violento y contundente traumatismo, causa de su fallecimiento, que involucra el cráneo y el torax, fundamentalmente”. Agregó que “las lesiones del cráneo consistían en trazos fracturales a nivel de la zona parietal occipital derecha, de forma irradiada, estelar, que esas fracturas produjeron un ligero desplazamiento y destrucción a nivel de la masa encefálica y, a su vez, una hemorragia difusa que comprendía toda la masa encefálica como las meninges y parte de la cavidad craneana”. Sobre el tórax, señaló que del lado derecho había siete fracturas costales, y reconoció escoraciones en manos y talones.
Después, ante otra serie de fotos, describió lo que había omitido con anterioridad. “En el parietal izquierdo había una incisión, una herida de unos tres centímetros que evidentemente para lesionar la masa encefálica los huesos del cráneo se quebraron…La verdad que no recordaba esto y en el informe me parece que esto tampoco está detallado”, reconoció. “Esta foto es concluyente”, dijo. Como una anécdota, Neffen contó que lavó una camiseta con sangre del monseñor y que las monjas lo retaron “porque querían hacer algo con esas prendas”.
“El obispo rojo”
A su turno, Rafael Sifre, ex coordinador Nacional y por Latinoamérica del movimiento rural campesino, que en 1968 comenzó a consolidarse en La Rioja con el acompañamiento de Angelelli, contó que fue amigo del obispo, y que hab+ia sido detenido en varias oportunidades en La Rioja y otras provincias, y que debió emprender un exilio forzado para salvar su vida. Sifre - que había encarado la iniciativa de trabajar la tierra en cooperativas- habló del rol de los Cruzados de la Fe y del diario El Sol. Aseguró que ese medio surgió para denostar la imagen de Angelelli. En las detenciones, los interrogatorios siempre siempre incluían preguntas sobre el “obispo rojo”, como le decían los militares a Angelelli. Lo acusaban de comunista y de pretender hacer pensar a los más humildes en la defensa de sus derechos. “Angelelli insistía en que nos fuéramos” y nos decía: “Changos, si a ustedes los matan es por mí, no hagan que cargue eso en mi conciencia. Vayan ustedes, yo no puedo abandonar el barco”.
Dudas sobre el vuelco de la camioneta
Ayer también declararon el suboficial retirado, Norberto Angel Luna, y el camionero que pasó por el lugar del accidente, Héctor Hugo Chiavaza. Ambos aseguraron que el cuerpo del obispo estaba sobre el asfalto, como un "crucificado": las piernas rectas al frente y los brazos abiertos en cruz, a la altura de los hombros. El camionero dijo que la camioneta Fiat que conducía el obispo -acompañado por el sacerdote Arturo Pinto- estaba volcada de costado sobre el lado del volante. Y brindó detalles: su hermano logró introducir con facilidad la mano a través del parabrisas roto y retiró de la gaveta la documentación que confirmó la identidad del conductor. Sin embargo, las fotos que figuran en el expediente al momento de producirse el hecho hace 37 años, muestra la camioneta en otro sentido, volcada del lado del acompañante.
Chiavaza además recordó que el accidente se produjo un día de sol pleno, alrededor de las tres de la tarde. En cambio, cree que las fotos fueron tomadas cuando ya estaba oscureciendo. Hasta el momento tampoco se sabe quién fue la persona que fotografió el escenario donde se produjo la muerte del obispo.
En el juicio estuvieron presentes los abogados representantes de la querella de Pinto, de la sobrina de Angelelli, de Tiempo Latinoamericano. También los letrados del Obispado de La Rioja, integrantes de la fiscalía y representantes de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia y de la Nación, así como los defensores oficiales de los imputados, Juan De Leonardi y Cáceres.
En la audiencia anterior, el 9 de diciembre, habían declarado el hermano de Arturo Pinto, Francisco Roque Pinto, la enfermera que estuvo en la autopsia, Margarita Reyes de Martínez; el mecánico Ramón Antonio Soria; el policía Pío Oscar Tanquía y Oscar Fernetti. Este último es quien avisó a la policía sobre lo que vio al pasar por la ruta.
Entre los testigos que estaban previstos se encuentra Carlos Alberto Alzola, pero el Tribunal no pudo contactarlo, y la monja Delia Úrsula Braidia, que falleció. El médico Herrera Páez se excusó de asistir por razones de salud. La próxima y última audiencia del año será el viernes 20 de diciembre.
Informe: Paulina Carreño