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Infojus Noticias

19-6-2014|11:58|Juicio Nacionales
EL CCD funcionaba a metros del penal de Olmos

La Cacha: el testigo de las mil y una contradicciones

José Carlos Barroso, ex agente del Servicio Penitenciario Bonaerense, fue citado en calidad de testigo de la defensa de uno de los imputados. Su testimonio estuvo repleto de contradicciones.

  • Sebastián Losada
Por: Laureano Barrera

El presidente Carlos Rozanski le recordó al testigo que estaba en esa audiencia bajo juramento de decir la verdad. La secretaria del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata leyó:

-Había un lugar que ya en ese momento era conocido como “La Cacha”. Estaba ubicado entre la Unidad Carcelaria n° 1 y los fondos de la Unidad Carcelaria n° 8.

José Carlos Barroso, ex agente penitenciario, estaba sentado frente al tribunal para declarar como testigo en el juicio por los delitos cometidos en ese centro clandestino de detención,  y seguía atento las palabras de la secretaria.

-En ese lugar no entraba nadie. Dentro del Servicio Penitenciario Bonaerense no existía ese predio. Entre los que entraban estaban  Mc Loughlin, Isaac Crespín Miranda, Mc Tier, Víctor Ríos (“cucharada de moco” o “puente roto” porque no lo pasaba nadie), Barroso alias “el negro”, Uset, Acuña (a quien le decían oso, garra siniestra o cara de goma), Monzón (a quien le decían gallito), Gustavo Schwarzach (a quien le decían “el Marpla”). Todo este grupo se reunía en ese lugar y para muchos era considerado área restringida.

José Carlos Barroso pareció alterarse.

-Esto está sacado de contexto. Yo no puedo haber dicho eso- dijo el expenitenciario.

- Nada está sacado de contexto. Se está leyendo lo que usted dijo en su declaración anterior. Esto lleva su firma- contestó el juez Rozanski.

- Posiblemente haya firmado eso, pero en ningún momento a mí se me preguntó por los oficiales que entraban a esa casa (el chalet donde funcionó La Cacha). O estamos desfasados en el tiempo, porque mientras yo estuve en el cuartel de Seguridad no era así.

-Si no es así, ¿por qué firmó la declaración?- terció el juez Pablo Vega, otro de los jueces del tribunal, que se completa con Pablo Jantus.

-No le encuentro una explicación lógica, doctor. Porque si yo lo firmé es porque lo dije. Pero en ningún momento puedo haber dicho eso.

La secretaria se paró a mostrarle la firma que rubricaba el fragmento que le habían leído. La reconoció como suya. Fue la más grosera de muchas contradicciones, silencios dubitativos, olvidos y retractaciones en sus noventa minutos de testimonio. No sólo respecto de sus dos declaraciones anteriores –ante el juzgado federal de instrucción N°1 de La Plata en 2006 y 2007-, sino también de lo que dijo ayer unos minutos antes, como si la fragilidad del recuerdo le permitiera borrar, con minutos de diferencia, las explicaciones nuevas.

José Barroso había sido requerido por el defensor oficial de Raúl “el Oso” Acuña,  viejo camarada de armas, ahora imputado en la causa. El pedido era curioso, porque Barroso -que llegó a ser Alcalde Mayor y fue dejado cesante en noviembre de 1975- había afirmado ante el juez que en 1976 conocía de un “área restringida” conocida como La Cacha, donde operaba libremente un “grupo de tareas” que integraban el “Oso” Acuña e Isaac Crespín Miranda, otro de los imputados.

-El testigo es de por sí muy confuso. Pido para él una pericia psiquiátrica- dijo el defensor oficial.

Rozanski lo reconvino: no es un pedido para hacer delante del testigo, le dijo.  Una fuente judicial dijo a Infojus Noticias que Barroso “era un testigo poco creíble. Ni siquiera estaba afectado al Servicio Penitenciario en el momento que investigamos. Por eso ninguna de las querellas lo trajo como testigo, ni el juzgado instructor tuvo en cuenta su testimonio para elevar la causa a juicio. Lo trajo el defensor de Acuña para que quedara desacreditado”. 

Tal vez por eso, a pesar de los contrapuntos evidentes con sus declaraciones pasadas, el tribunal no ordenó detenerlo por falso testimonio.

- Por ahora queda desocupado- le dijo el juez Rozanski, al cabo de un rato, remarcando el circunstancial de tiempo de la frase. El juez parecía hastiado de que el testigo se desdijera y se enredara delante suyo.

Cicatrices

Antes de Barroso, testimonió por videoconferencia desde Roma, un sobreviviente que se exilió en 1980,  José Luis Cavalieri. En más de dos horas de declaración, el testigo identificó por apodo a muchos de sus torturadores y guardias. A “Pituto” –que podría ser el marino Herzberg-, el “Francés” –que sería Adolfo Cacivio- y a “Daniel”, pudo verles la cara. Del resto recordó sus voces:

- Déjame a mí un rato. Hace mucho que no lo hago- le había dicho Acuña a otro represor en una de las sesiones de tortura, antes de pasarle electricidad por sus genitales, recordó Cavalieri.

Los otros dos testigos no asistieron. Un ex detenido dijo que era demasiado el dolor. Los psicólogos que acompañan al tribunal lo eximieron de la carga.

El médico que atendió el parto en el penal de Olmos

Tampoco se presentó el médico Esteban Vera, que en el Juicio por la Verdad admitió haber atendido el parto de los mellizos Reggiardo Tolosa en la maternidad de la cárcel de Olmos, adonde fue trasladada María Rosa con signos de tortura.

Vera había sido citado a declarar dos veces anteriores, pero su esposa había informado que estaba mal de salud. Ayer la policía y un médico fueron a buscarlo nuevamente hasta la casa. “Pero se constató que está grave de salud, no está condiciones de declarar”, explicó Rozanski en la audiencia.

Las mujeres que fueron sacadas de La Cacha para dar a luz en la maternidad acondicionada por aquellos años en la cárcel de mujeres de Olmos, la presencia del “Oso” Acuña, de Isaac Miranda y otros penitenciarios en los interrogatorios, son algunas de las pruebas de la participación activa del Servicio Penitenciario Bonaerense en La Cacha. En juicios anteriores, sobrevivientes de La Cacha contaron que los guardias los llamaban “internos” y que la comida, esos guisos aguachentos que les daban cada tanto, llegaba caliente o tibia: sólo las cárceles legales, que estaban en el mismo predio, a pocos metros de La Cacha, daban esa posibilidad. En el legajo penitenciario del prefecto Crespín  Miranda figura una felicitación firmada por el Destacamento de Inteligencia 101, que deja constancia de su “espíritu de sacrificio y responsabilidad que ha posibilitado la obtención del éxito en los trabajos encargados”.

Aunque la investigación preliminar de este juicio reunió elementos suficientes para afirmar que el Destacamento de Inteligencia 101 estuvo a cargo de la conducción de La Cacha, estableció también que una de las singularidades de ese centro clandestino fue la articulación de fuerzas represivas: el Batallón de Infantería 3 (BIM 3) y la Fuerzas de Tareas 5 (FUARTARCINCO) de Marina, el Regimiento de Infantería Mecanizada 7 “Coronel Conde” del Ejército, el Servicio de Inteligencia del Ejército y el Servicio Penitenciario Provincial.

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