El arma fue llevada desde el Regimiento de Granaderos a Caballo hasta el Museo Histórico Nacional. El recorrido comenzó a las 11 y pasó por la Catedral Metropolitana, donde descansan los restos del Libertador. Luego, la presidenta Cristina Fernández encabezó el acto de entrega del sable.
Cerca de las once de la mañana cuatro o cinco decenas de personas se amontonaban en la puerta del regimiento para ver salir el sable de San Martín llevado por los Granaderos. El recorrido previsto fue desde el destacamento de la avenida Luis María Campos hasta el Museo Histórico Nacional. A lo lejos suena la fanfarria mientras Juani de tres años y disfrazado de San Martín estira el cuello ansioso por ver los caballos. Con su mamá y su papá llegaron a Buenos Aires desde San Luis únicamente para esta ocasión y apenas salen los caballos se le ilumina la cara a upa de su papá que corea la Marcha de San Lorenzo.
El recorrido pasó las avenidas Bullrich, del Libertador, Leandro N. Alem y Rivadavia, y en la recta final, tomó por Bolívar, Yrigoyen y Paseo Colón, hasta llegar a Parque Lezama donde luego Cristina Fernández encabezó el acto de restitución. La presidenta lo depositó en su destino final, en una vitrina del Museo. La espada de San Martín podrá ser apreciada por todo el público en una sala especialmente diseñada con modernas medidas de seguridad y conservación. El sable ahora quedó rodeado por las armas de Manuel Belgrano, Manuel Dorrego, Juan Manuel de Rosas y Guillermo Brown, entre otras. El espacio estará custodiado por el Regimiento de Granaderos a Caballo, en homenaje al prócer.
“Yo tenía una señora que era esposa de un militar y tenía el número de Granaderos y se me ocurrió llamar y preguntar. Esas cosa que a veces a las señoras se nos ocurre hacer", cuenta una mujer rubia enfundada en un tapado bordó que lamenta no poder seguir el desfile porque no vino en auto. A medida que el ritmo de los caballos se acelera la entrada del regimiento queda vacía y Guillermo cuenta que hizo el servicio militar en este destacamento en 1979 y que guarda cierta melancolía aunque hayan sido tiempos de mucha violencia. “Yo estaba acá y no tenía real conciencia de lo que pasaba hasta que me fui del Servicio Militar. Había movimientos raros… bueno, el país vivía una en una guerra prácticamente desde mucho antes de que yo hiciera la colimba. Siempre hacían simulacros de atentados, de tomas del regimiento. Era un panorama complicado, no como ahora que no hay tanta represión. A mí no me gustó ni la dictadura militar ni los montoneros. Y si tengo que elegir no sé si no me quedo con los militares. Por eso no voy al Parque Lezama.”
El clima de celebración se acentúa con el andar de los caballos. Grandes y chicos asomados a los balcones convocados por los vientos que tocan sin cesar la Marcha de San Lorenzo. El sable viajó en una vitrina y en Alem el desfile hizo una parada para homenajear a San Martín en la plaza que lleva su nombre en el barrio de Retiro. Con la alegría de los que planificaron la salida y la sorpresa de los desprevenidos los Granaderos siguieron su camino ovacionados. Con un par de caballos embravecidos tirando coces al aire algún automovilista temió por la integridad de su vehículo, aunque no pasó a mayores.
La concurrencia se transformó en multitud llegando a la calle Rivadavia y las vallas demarcaban el espacio por el que avanzaba el desfile. Apenas asomaron los caballos la Catedral Metropolitana saludó con campanadas sumando a la Iglesia al festejo. El propio Mario Poli, Arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, encabezó ese tramo del acto y condujo a los Granaderos hasta el Mausoleo, al ritmo de la música sacra del órgano de la propia Catedral que guarda los restos del Libertador. Un aplauso cerrado lo recibió con el pasillo central flanqueado por abanderados y escoltas de diferentes ciudades de la provincia de Buenos Aires. Los pequeños con alegría y los más grandes con cierta emoción por saberse parte de una fiesta tan multitudinaria. Carolina de 16 años, abanderada de la escuela número 25 de San miguel, cuenta que “es muy emocionante lo que se siente viéndolo cara a cara” y que para ella es una sorpresa.
Los Granaderos dejan la Catedral y María va envuelta en una bandera celeste y blanca. Sonriente, habla con un acento italiano que sobrevive clarísimo a los 50 años de residencia porteña. Cuenta con voz temblorosa de emoción que está conmovida por el día de la Patria argentina y aunque no quiere decir su edad cuenta en chiste que va camino a los 104 años.
El desfile sigue su rumbo y en la plaza de mayo la Marcha de San Lorenzo es coreada ya por miles de gargantas. Graciela es contundente y con los ojos vidriosos dice: “Nunca pensé que iba a vivir a mis casi 70 años esta renovación del amor a la Patria, del entusiasmo de la gente. Es maravilloso y que se haya hecho esto en la semana de Mayo me parece genial”.
El gran Cabral, soldado heroico, es homenajeado una y otra vez mientras el desfile vuelve al bajo en dirección al Parque Lezama. Algunas señoras paquetas le contaron a esta cronista que fueron al destacamento y evitaron acompañar el desfile “para no tener que aplaudir a la Presidenta”; cuando en el parque se anuncia la llegada de la Jefa de Estado la euforia de los presentes es absolutamente antagónica y desborda de alegría cuando Cristina Fernández sube la escalera de acceso por en la calle Defensa.
En el lugar granaderos y granaderas con pecheras de cartón se sumaron al festejo de la mano de Zamba, el personaje del canal infantil Paka Paka que puso en boca de niños y niñas a San Martín, Bolívar y las luchas por la independencia. Nahuel es uno de ellos, tiene 5 años y unas pestañas infinitas. José, su papá cuenta que es de Corrientes pero vive en Buenos Aires hace 30 años y con la voz prácticamente quebrada y los ojos húmedos dice que si su hijo a esa edad tiene tan incorporada a la Patria “¡estamos salvados!”. Y agrega que lo emociona “la resignificación de la Patria porque nosotros no lo teníamos incorporado. Lo tenían los militares y era una cosa de ellos. Ahora el pueblo lo tomó en sus manos y la resignificación que le hizo este Gobierno a toda la cosa Patria pega mucho en el pueblo y moviliza".
Nahuel, disfrazado de Granadero, lleva en la muñeca el reloj de Ben10 que le permite convertirse en diferentes aliens y cuenta cómo los patriotas pusieron cadenas en el río para que los ingleses no pudieran pasar. No lo sabe, pero habla de la batalla de la Vuelta de Obligado y a eso juega con los compañeros del jardín en un sincretismo didáctico que sin dudas se reproduce en muchas escuelas.
En una Cadena Nacional casi fugaz que sólo transmitió las imágenes de la restitución, la Presidenta inauguró el nuevo espacio en el Museo Histórico Nacional destinado al General San Martín y se retiró del lugar sin dirigirse a los presentes. Son las tres de la tarde y el olor a asado en el Parque Lezama invita a un almuerzo tardío. En las cantinas, bajo el sol otoñal, se ofrece locro y guiso de lenteja.
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