En diciembre de 2001, con sus cámaras, los reporteros gráficos fijaron un instante: policías montados a caballo se abalanzaban contra un grupo de Madres de Plaza de Mayo, a pocos metros de la Casa Rosada y el grito del pueblo que, cansado de políticas de hambre, pedía “que se vayan todos". Después de una intervención fotográfica hace tres años, hoy ARGRA reúne el trabajo en un libro.
Casi trece años después de la represión que en diciembre de 2001 marcó el fin del gobierno de Fernando de la Rúa la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) vuelve a poner en acción sesenta y seis instantes: aquellos que retrataron las jornadas del 19 y 20 entre gases lacrimógenos, corridas y las balas de plomo disparadas por policías de la Federal. En 2011, al cumplirse diez años de la masacre, lo hicieron con una muestra en las calles del centro porteño; ahora –en formato de libro – muestran esa intervención como una acción política y de memoria.
En diciembre de 2001, con sus cámaras los reporteros gráficos fijaron un instante: policías que, montados a caballo, se abalanzaban contra un grupo de Madres de Plaza de Mayo, a pocos metros de la Casa Rosada y el grito del pueblo que cansado de políticas de hambre pedía “que se vayan todos”; policías disparando al cuerpo de esos manifestantes, la sangre en las calles y Jorge Cárdenas, el primer herido por una bala de plomo en las escalinatas del Congreso la madrugada del 20.
Esas imágenes, seleccionadas entre más de quinientas, en 2011 formaron parte de un recorrido visual que unió las plazas de los dos Congresos y la de Mayo. No solo representaban el instante. Estaban otra vez en las calles para convertirse en símbolos activos de la denuncia. Cuando la reparación todavía era ajena a la justicia, las gigantografías irrumpieron en el paisaje cotidiano: volvieron a poner en escena la represión que en el centro porteño dejó cinco muertos y cientos de heridos.
Este febrero, después de 13 años, comenzó el juicio por estos hechos. Algunas de las fotografías tomadas durante esas jornadas integran el expediente judicial. El pasado 16 de julio, el editor de fotografía de La Nación, Daniel Merle, contó que ese día tomó una fotografía que no olvida: en la Plaza de Mayo, una madre joven abrazó a su hija –de unos cinco años– y se sentó frente a una línea de policías montada de la Federal; intentaba impedir que los caballos avanzaran sobre los manifestantes. Tomó la foto, después la ayudó a salir de ahí.
En el juicio que lleva adelante el Tribunal Oral Federal 6 (TOF6) son 16 los ex policías de la Federal imputados por la represión y un único funcionario de la Alianza: el ex secretario de Seguridad Interior, Enrique Mathov. Y las víctimas fatales por las que fueron llevados a ese debate oral cinco: Gastón Riva tenía 30 años, tres hijos, y era motoquero; Alberto Márquez tenía 57 años y murió al caer la tarde, cerca del Obelisco; Diego Lamagna, de 26 años, murió por los disparos que recibió en la inmediación del cruce entre las avenidas 9 de julio y de Mayo; Carlos Petete Almirón era militante social y a Gustavo Benedetto, de 27 años, le dispararon desde el interior del banco HSBC.
En el juicio, además de Merle, otros cuatro fotógrafos pusieron en palabras las escenas. Así a la dimensión material del recuerdo que se asocia a las fotografías y su reposición en nuevos contextos se suma también como prueba en el ámbito judicial. La acción sigue siendo reparadora. Lo que está por contar, también se puede volver a mostrar.
Ahora, algunas de estas imágenes y las que dan cuenta de la intervención, integran “19 y 20. Diez Años. Fotoperiodismo en la calle”, un libro que prologado por Julieta Casini será presentado este sábado, a partir de las 18, en el Palais de Glace (CABA) con la participación de la conservadora de la asociación Majo Burgos y los fotógrafos Leo Vaca y Diego Sandstede. En busca de sintetizar el objetivo de la obra, Casini recupera un texto del filósofo y crítico literario Walter Benjamin: “articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido. Significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”, recuerda.