A partir de la investigación de la UIF, la Justicia dio con dos hermanos colombianos acusados de trasladar droga a Estados Unidos. Allí enfrentan un juicio por narcotráfico y en Argentina por lavado.
En 2010 la Unidad de Información Financiera detectó una operación sospechosa en Argentina. Fue el principio de la caída de dos colombianos: los hermanos Meyendorff. El primero en quedar detenido fue Ignacio Álvarez Meyendorff, alias “Nacho”. La Policía de Seguridad Aeroportuaria lo capturó en abril de 2011 en el aeropuerto de Ezeiza, cuando volvía de Tahití. Llevaba años radicado en la Argentina y parte de sus negocios inmobiliarios se desplegaban en los lujosos countries de Nordelta y Talar de Pacheco, en el municipio de Tigre. Una fiscal de Estados Unidos, Bonnie Klapper, había pedido su captura internacional y la extradición se produjo en 2013. Su hermano Juan Fernando se entregó el año pasado en los Estados Unidos. Hoy la justicia norteamericana los juzga por el envío de cocaína a ese país mediante submarinos.
La Unidad de Información Financiera (UIF), querellante en la causa que tramita en los tribunales de Lomas de Zamora por el Operativo Luis XV –donde incautaron 280 kilos de cocaína y desbarataron la banda de los hermanos Meyendorff en Argentina-, pidió llevar a juicio a 12 personas por presunto lavado de 900 millones de pesos, a través de esas y otras inversiones inmobiliarias. La UIF también pide que sean juzgadas 22 personas por narcotráfico.
Mientras tanto, los hermanos Meyendorff enfrentan un proceso en Estados Unidos por los delitos de distribución de cocaína y concierto para el narcotráfico (una figura similar a la de la asociación ilícita). Los juzga una corte del distrito Oriental de Nueva York. Para los investigadores, Juan Fernando, alias “Mechas”, era quien coordinaba los envíos. “Nacho" o “Gran Hermano” se encargaba del reingreso del dinero en la economía formal.
Según un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos Juan Fernando era el líder de “una organización de alcance internacional de exportación y transporte de drogas”. La investigación dice que entre 2005 y 2006 “ha sido responsable de numerosos envíos de cocaína a los Estados Unidos alcanzando un total aproximado de 68 toneladas” de esa droga. El informe indica que Mechas también “colaboró con el capo de la droga colombiano Luis Caicedo-Velandia en el transporte de cocaína”. Caicedo Velandia, “Don Lucho”, fue detenido en el shopping Alto Palermo de Buenos Aires en 2010. Por ese envío habría pagado 46 millones de dólares a los Meyendorff en calidad de “servicios de transporte”.
Julián Quintana, jefe de la Unidad Nacional para la Extinción de Dominio y contra el Lavado de Activos de Colombia, explicó en una conferencia de prensa que desde la disolución de los grandes carteles, las organizaciones delictivas “ya no trabajan articuladamente”. Muchas de las actividades, como el transporte de mercaderías o el lavado de dinero, son realizadas por otros grupos. El Departamento de Estado consigna que Meyendorff realizaba los envíos a través de una “variedad de medios de transportes marítimos, incluyendo lanchas rápidas (fast boats), semi-sumergibles y contenedores”.
En 2010, la policía de Ecuador detectó uno de los submarinos que transportaba cocaína a Estados Unidos y comenzó la investigación. Según la Oficina de Inteligencia Naval de Estados Unidos (ONI, por sus siglas en inglés) los hermanos Meyendorff eran responsables de la logística de construcción de estos vehículos para el cartel del Norte del Valle.
La ONI y la DEA analizaron en 2011 uno de los submarinos encontrados. El casco externo estaba hecho de fibra de carbón y “kevlar”. La fibra: un material liviano, resistente, imposible de detectar para la mayoría de los sensores. El kevlar es utilizado para fabricar chalecos antibalas. El vehículo tenía suministro eléctrico y motor diésel, y un sistema de navegación para controlar la inmersión y el recorrido. Casi veinte horas de autonomía le permitían permanecer invisible durante largos trayectos antes de volver a la superficie para recargar las baterías. Con apenas 34 metros de largo, podía viajar hasta 12 mil kilómetros sin necesidad de parar a reponer combustible. No soportaba la presión para sumergirse a más de veinte metros de profundidad, pero a los narcos no les era necesario alejarse más de la superficie para cumplir con la misión.
El equipo de la ONI entendió que los fabricantes tenían conocimiento de los últimos avances sobre materiales para la construcción de botes exóticos. La DEA concluyó que los astilleros improvisados en la selva también eran altamente sofisticados. El punto débil que permitió capturar a dos de estos submarinos fueron los caños de ventilación que los conectan a la superficie cuando están sumergidos. Mediante esos tubos, el submarino expulsa gases de la combustión y obtiene aire fresco. Mediante sensores de calor incorporados a los aviones que sobrevuelan las aguas, los investigadores detectaron el movimiento de los vehículos y lograron detenerlos. El sistema, sin embargo, sigue siendo utilizado.