La banda estuvo seguida de cerca por los hombres de la Bonaerense. Una serie de informes sobre sus movimientos, letras y características físicas comunes a todos los simpatizantes fueron utilizados para suspender su presentación en Olavarría.
“De los informes policiales y otras averiguaciones formuladas al efecto se desprende que ese movimiento multitudinario facilita la operación de pandillas vinculadas a la delincuencia” decía el decreto 589 firmado por el entonces intendente de Olavarría, Helios Eseverri. Con este argumento prohibía la presentación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en la ciudad para los días 16 y 17 de agosto de 1997. Los informes policiales citados habían sido producidos por la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) y esta semana fueron difundidos por la Comisión Provincial por la Memoria, a cargo del archivo del organismo.
La dirección tenía como misión recavar “antecedentes, fotografías y filmaciones” sobre la banda y sus seguidores, con el objetivo de estar preparados para la llegada de esa multitud a los shows. Lo que más llama la atención al escritor del informe es el carácter “contracultural” de la banda. El informe construye, de esta forma, un perfil “rebelde” de los músicos y sus seguidores, con un procedimiento similar al de las fuerzas de seguridad durante la dictadura. La evaluación hacía honor a los orígenes de ese organismo policial: tenía antecedentes en la década del 30 pero fue creado en 1977 tras una reestructuración en el organigrama de la Policía.
Las tácticas de contrainsurgencia con que Argentina formó a sus oficiales provenían de los Fuerzas Armadas francesas en las colonias africanas y del sudeste asiático, y de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Esta lógica, fruto de la Guerra Fría, teorizaba sobre un nuevo tipo de guerra, la interna, donde no había dos frentes sino uno interno, con agentes subversivos inmersos y camuflados entre la población civil.
La DIPPBA –en ese momento funcionaba bajo el nombre de Dirección General de Inteligencia-, que siguió funcionando en democracia, continuó haciendo inteligencia interna durante la década del 90: el redactor del informe es consciente de que las letras de los Redondos esconden un significado que se le escapa, que “si bien no tienen una estructura tradicional, el mensaje está, pero se necesita conocer el código para descifrarlo”. El vacío dejado por el “letrista y soporte intelectual” Carlos Solari y su postura “rebelde”, entonces, dan lugar a la identificación no ya con agentes comunistas, ya que la Guerra Fría había llegado a su fin, pero sí con posibles bandas de delincuentes.
También busca, como durante la dictadura, una serie de características físicas comunes a todos los simpatizantes de la banda para poder reconocerlos, pero no las encuentra: “Pueden ser melenudos o pelados, rubios o negros, de Capital, San Isidro, Mataderos o La Plata”. Para fomentar aún más las sospechas policiales, los seguidores no dejan de hacer mención a Walter Bulacio, el joven asesinado por la policía en 1991, y al cántico popularizado tras el hecho, “Matar un rati para vengar a Walter”. La dirección también adjunta fotos de las pintadas dejadas en las paredes de Olavarría, donde se encuentran menciones a todas las cuestiones desarrolladas.
Finalmente, y atendiendo la “marcada preocupación en un importante sector de familias vecinas a las instalaciones del Club Estudiantes” donde se presentaría la banda, la dirección da una lista de lugares a tener en cuenta durante la llegada de los seguidores: el Club y su zona circundante, la estación terminal de ómnibus y ferrocarril, y todos los comercios, “fundamentalmente aquellos que expenden bebidas alcohólicas”.
Pese a la suspensión del recital, la banda y sus seguidores viajaron igual a Olavarría. Tras una reunión con las autoridades, el recital fue definitivamente suspendido y los Redondos dieron una conferencia de prensa histórica, que cobró peso por su bajo perfil mediático. Allí, el “Indio” Solari dio su versión de los hechos y respaldó a su público: “No creo en la malevolencia de esos corazones”. También culpó a los medios de comunicación por la demonización de los fans. Eso también estaba en el informe policial.
“Gran parte de lo previsto por esta Delegación (…) fue de total utilidad para la fuerza”, concluyó el informe policial. En esas diez páginas puede verse un signo de época que se resignificó más tarde: a poco más de un año de los primeros piquetes organizados por trabajadores desocupados, el informe menciona la quema de neumáticos y los cortes de calle del público ricotero en Olavarría.
MC/PW