En 1964, cuando estaba en el pico de su carrera, José Ignacio “Chango” Rodríguez asesinó a su compadre y fue condenado a 12 años de prisión. En la cárcel se casó y compuso gran parte de su obra. En “Luna cautiva”, dedicada a su esposa, están las claves de ese crimen y de sus días de encierro. El 7 de octubre se cumplen 40 años de su muerte.
José Ignacio “Chango” Rodríguez tenía 50 años y varios discos grabados cuando tuvo que hacer un alto por un “toro mañero”. Fue la noche del 11 de diciembre de 1963, después de matar de un disparo en la cabeza al hombre que cuidaba sus caballos de carrera. Se llamaba Juan Pedro Temístocles Álvarez, le decían “Loro” y era su compadre. Esa noche festejaban el cumpleaños del hijo de Álvarez (y ahijado del Chango) en su casa de barrio Alta Córdoba. El Chango tocaba la guitarra cuando alguien lo provocó: lo acusó de ignorar a los verdaderos autores de las canciones que cantaba. Y el Chango embraveció. La familia del cantante asegura que fue un disparo accidental en medio de una riña. Los Álvarez no comparten esa versión. Para la Cámara 1° del Crimen de Córdoba fue premeditado y por eso lo condenó a 12 años de prisión.
“El toro mañero” que el Chango menciona en su zamba “Luna cautiva” es ese destino de muerte y de cárcel que le tocó vivir durante cuatro años, hasta que recibió un indulto del dictador Juan Carlos Onganía y recuperó la libertad, el 11 de septiembre de 1968. En la zamba que el Chango compuso para Lidia Haydee Bay, “La Gringa”, con quién se casó en la cárcel, están las claves del crimen y de los días de encierro.
Los “grillos enamorados” son los grilletes; el “tintinar de espuelas”, las llaves de carcelero; “el calicanto” es La Cañada (construida con canto rodado) que el Chango veía desde la ventana del pabellón 11 de la Cárcel de Encausados, dónde pasó sus dos primeros años. Una mañana de enero de 1965, en la capilla de esa vieja cárcel de barrio Güemes, se casó con su musa. “Acércate a la reja, sos la dueña de mi alma, sos mi luna cautiva que me besa y se va”, escribió en el estribillo.
El lado oscuro de la luna
El día que el Chango mató a su compadre comenzó en la casa de Gerardo López, cantante de Los Fronterizos, en Unquillo. Lidia y Rodríguez fueron juntos. “Pasaron el día cantando y tomando”, contó a Infojus Noticias Federico Racca, autor de la novela “Chango”, que reconstruyó el banquete a través del relato de sus abuelos, presentes ese día. “A la tarde la Gringa le insistía para que se fueran porque tenía una fiesta. El Chango había tomado y tenía que manejar”, dijo Racca. En su libro, el nombre de Álvarez no aparece, tampoco la versión judicial. “Preferí quedarme con el mito”, explica.
“Mi papá no había tomado una gota de alcohol porque al día siguiente tenía que ir a una peña en San Luis”, respondió por teléfono Claudia, una de las hijas del Chango. Fernando Sánchez, su marido, escribió “La historia no contada”, un libro que toma la declaración judicial de la Gringa. Así reconstruye lo que pasó aquella noche. Él también prefiere callar el nombre completo del “Loro”.
Como sea, el Chango y su esposa llegaron al cumpleaños de su ahijado acompañados de dos de sus alumnos de guitarra. En el bolsillo de la camisa el compositor llevaba 30 mil pesos que esa mañana había cobrado de la discográfica Philips, como adelanto de su próximo disco “Soy de la Docta”. Ese dinero fue clave en los sucesos de esa noche.
De acuerdo con la declaración de Lidia, su marido tocó “A la sombra de mi madre”, una zamba de Juan Carlos Carabajal y Crisóforo Juárez. Pero al momento de dar los créditos –en una guitarreada informal también eran importantes– olvidó nombrar a Juárez. “Ustedes los cantantes siempre se olvidan de los autores”, lo atizó uno de los presentes. Y el Chango, que era una brasa caliente, saltó. “Y entonces se armó el bochinche”, declaró la mujer ante la Cámara 1° del Crimen. El Chango se trenzó a golpes con varios de los invitados, hasta que finalmente el dueño de casa lo expulsó de la fiesta.
Una vez afuera, notaron que el bolsillo de la camisa estaba roto: faltaban los 30 mil pesos. En lugar de entrar de nuevo a la fiesta, la pareja fue a llevar a los alumnos del Chango y luego volvió. La sentencia de la Cámara determinó que el cantante fue hasta su casa a buscar una pistola calibre 45. De eso se valió la Cámara para considerar la premeditación. Claudia dice que el arma estaba en la guantera del auto. De regreso, Lidia entró a reclamar el dinero robado. Desde la puerta, el Chango escuchó gritos y entró blandiendo el revólver. Su familia sostiene que hizo tres tiros al aire y que en el forcejeó uno se escapó. “Me podría haber pegado a mí”, declaró Lidia. El balazo se incrustó en la cabeza del “Loro”. El hombre cayó muerto.
Al otro día, el Chango se entregó en la Comisaría Tercera. “El abogado le recomendó que tomara, para atenuar el crimen, pero él no tomó nada”, comentó Claudia. Infojus Noticias intentó comunicarse con un familiar de la víctima, pero prefirieron no hablar. “Conozco otra versión totalmente distinta, que me contaron mi abuela y mi papá, que estuvieron presentes el día en que se cometió el crimen”, escribió por chat una nieta de Álvarez.
A orillas del sauzal
La planilla prontuarial N° 161.959 es la del Chango, condenado por homicidio simple y abuso de arma en concurso real. La causa tuvo otros imputados: Ramón Altamirano, Uladislao Delfor Vera y Dionisio Funes, por lesiones leves en riña contra el músico. Reyna Pérez de Estrada, acusada de defraudación atenuada. Ella tenía los 30 mil pesos que le faltaban a Rodríguez.
El Chango esperó el juicio en el pabellón 11 de Encausados. Una vez condenado, fue al pabellón de “Conducta” del Penal de San Martín. Mientras estuvo en Encausados, su mujer le dio forma a la Comisión por la Libertad del Chango Rodríguez, a la que adhirieron varios músicos y medios gráficos.
“Los cordobeses somos de por si el salero de América Latina. No sé si sabemos cantar o no. Pero lo hacemos con picardía”, le dijo en Encausados a un periodista de la revista Folklore. La nota esta ilustrada con una foto de Rodríguez, tocando para los presos del penal. “A la santa picardía del cuanto más avivado lo va a encontrar en el Once del Pabellón de Encausados/Para qué hacer un derroche pagando los abogados, que lindas que son las noches del preso en el Encausados”, escribió en una chacarera compuesta intramuros.
El 8 de enero de 1965 el Chango se calzó un frack negro con moño haciendo juego y se casó con Lidia en el penal. “Marcha nupcial y folklore en una prisión cordobesa”, tituló la revista Así. “Noche de bodas”, dice el epígrafe de una foto que muestra a la pareja sentada en un camastro de calabozo, brindando con dos copitas de algo que parece vino: él de camisa, con una guitarra sobre las piernas, ella de vestido floreado. De fondo, en una pequeña ventana, hay una jaula con un pájaro. Según contaba Rodríguez, era un cardenal que le regaló un preso que se estaba quedando sordo. “El viejo decía que ya no cantaba, pero era él el que no escuchaba”, decía.
Un año después, como parte de las gestiones para su liberación, Así volvió a visitar al Chango. Una foto cubre toda la portada de la revista de enero de 1966. “Hasta ahora resultaron inútiles las gestiones para su liberación o la reducción de su pena. El popular folclorista cordobés sigue componiendo y ejecutando tras las rejas”, dice la bajada. En cuatro años, Rodríguez compuso más de 70, formó grupos, se casó, pasó por dos penales. Y sufrió un infarto en cada uno. El primero, cuando se enteró de la sentencia. El segundo, cuando lo trasladaron del pabellón de “Conducta” a la celda de castigo.
El 3 de marzo de 1968, el interventor impuesto por Onganía en Córdoba, Carlos Caballero, firmó el indulto N°5030. El Chango y otros presos quedaron en libertad. “Papá era peronista de Perón, pero la dictadura asociaba el folklore a lo nacional”, dice Claudia, su hija.
Con el tiempo la obra del Chango se expandió, pero no su nombre. Él se trasformó en una especie de “maldito”. El año pasado, el Ministerio de Cultura de la Nación, a través del Plan Nacional Igualdad Cultural, decidió homenajearlo, a 100 años de su nacimiento. Reunió un abanico de músicos que en los últimos tiempo reivindican su obra.
Luna Cautiva, su hit, salió de la cárcel mucho antes que su autor. El primero en tocarla en público fue Horacio Guarany, en 1967. “Un día vino a tocar a Córdoba y de paso fue a visitarlo al penal. Mi papá le mostró lo que había escrito, y él se la pidió para tocarla”, cuenta. “De nuevo estoy de vuelta, mi tropa está en la huella, arrieros musiqueros, me ayudan a llegar”, escribió en una de las estrofas. El día que salió de la cárcel vestía el mismo traje oscuro con moño que usó en su casamiento. “He sido uno más”, le dijo al periodista de Canal 10 que le preguntó cómo se sintió en la cárcel.
El Chango murió el 7 de octubre de 1975, en su casa de barrio Alberdi.
WC/RA