Es un crimen de los años 20'. Le había vendido sus hermanos la tierra que heredaron de los padres en Azul, provincia de Buenos Aires. Los mató a ellos y a sus sobrinas. Conocé su periplo judicial.
En 1949, un hombre de 75 años se desnucó en la ducha de un baño compartido en una pensión de la calle Ramón Falcón, en el porteño barrio de Flores. Llevaba un documento con nombre falso. Era Mateo Banks, el múltiple homicida de las estancias El Trébol y La Buena Suerte, en la localidad bonaerense de Azul. Vivió los últimos siete años con libertad condicional. Los 20 anteriores estuvo en la cárcel, condenado a perpetua por los asesinatos de tres de sus hermanos, de dos sobrinas, de una de sus cuñadas y de dos peones, que trabajaban para la familia.
Veintisiete años antes, el 19 de abril de 1922, Mateo Banks se presentó en la comisaría de Azul y dijo que, el día anterior, los peones Juan Gaitán y Claudio “el cabo negro” Loiza habían matado a “tiros de escopeta” a su familia. Asumió que para defenderse mató a Gaitán y dijo que Loiza se le escapó, aunque lo hirió. Como prueba de la supuesta trifulca mostró su botín izquierdo “perforado por un proyectil”; después los peritos comprobarían que el agujero lo habría hecho él mismo “con un punzón”.
Ese día, Mateo Banks quedó detenido e incomunicado a disposición del juez del crimen del departamento sud oeste Guarberto Illescas. Un grupo de policías encabezados por el comisario Luis Bidonde recorrieron en tres autos y bajo una intensa llovizna las 10 leguas que separaban las estancias de la ciudad de Azul. Cuando llegaron “la impresión por tal soledad” les indicó que “algo grande allí había ocurrido”. Así lo escribieron en el informe que forma parte del expediente de más de 2.500 fojas al que tuvo acceso Infojus Noticias, en el Departamento Histórico Judicial.
Una foto muestra a un hombre de sombrero recortado sobre el horizonte, en la supuesta reconstrucción del ataque de Loiza a Banks en medio del camino que separaba las dos estancias. Luego sabrían los investigadores, y así lo afirma el fiscal en la acusación: el peón en realidad había sido engañado por el hacendado que lo llevó hasta allí y le disparó para que no se interpusiera en sus planes. El cuerpo de Loiza, fue hallado días después.
Después de hacer la denuncia en la comisaría, Banks declaró ante el juez e insistió en que los peones habían matado a sus hermanos Miguel, Dionisio y Ana María, los dueños de las antiguas tierras de la familia porque él les había vendido su parte. Fueron declaraciones largas, y confusas. Plagadas de detalles sobre cómo encontró los cuerpos de sus hermanos y sobrinas o cómo los acompañó en los últimos minutos de vida.
El 23 de abril cambió de versión. Dijo que la noche del crimen había estado tomando caña con Gaitán, y que en un momento tuvo una “sensación inexplicable de alegría”. Afirmó que estuvieron largo rato y que en un momento la conversación viró en un pacto de sangre. Él estaba enojado con sus hermanos y el peón le dijo “que había concluido con todos”. Entonces lo habría querido extorsionar, y cobrarle dos mil pesos por cada asesinato; motivo que él consideró suficiente para dispararle.
El 24 de abril de 1922, volvió a declarar. Esta vez confesó que fue “el único autor de las muertes” de sus hermanos, de su cuñada Julia Dillon y de sus sobrinas Cecilia y Sarita, de 14 y 12 años respectivamente. El motivo: “quedarse con las haciendas”. Dijo que les disparó con la escopeta Full ChoKed N 1399 con cabo de madera porque había sido descubierto en sus planes, y no podía dejar testigos. Después volvería sobre sus dichos, y diría que le habían sacado esa declaración bajo tortura.
En mayo de ese año, los médicos que lo peritaron en el Hospital Melchor Romero de La Plata determinaron que podría responder penalmente por esos hechos. En su informe fijaron:
1° Mateo B. no padece de enfermedad física alguna
2° Mateo B. no padece de enfermedad mental
3° En ningún momento de la vida de este sujeto ha existido un desórden (dixit) cerebral.
Los planes del hacendado según la sentencia
Un año antes de la masacre (el 8 de marzo de 1921), Mateo Banks les vendió a sus hermanos la parte de la tierra que –como ellos– había heredado de los padres. Pero no estaba dispuesto a perder. En su acusación el fiscal afirmó que Mateo B. “había concebido la idea de apoderarse de las haciendas de sus hermanos desde un tiempo antes de asesinarlos”. Comenzó falsificándoles las firmas para quedarse con unos animales de la sociedad Banks hermanos, y el 1° de abril compró estricnina en la farmacia -después determinarían los peritos que “hechó estricnina en la olla de los pucheros” que se cocinaban en El Trébol y La Buena Suerte).
El 12 de marzo de 1923, el jurado formado por Lisandro Salas, Armando Pessagno, y Aldo Bravo Almonacid lo condenó a prisión perpetua. Su defensor cuestionó la forma en la que se había incorporado prueba por lectura, sin que los testigos volvieran a estar en la sala y presentó un listado de casi 30 ausentes. El caso llegó a la Cámara de Apelación y de allí a la Suprema Corte provincial. Le dieron la razón y hubo un nuevo juicio. Esta vez, el 14 de junio de 1924, la Cámara 3era. de Apelaciones de La Plata le impuso la pena de reclusión perpetua por los homicidios; pero lo absolvió por la tentativa de envenenamiento y el delito de falsificación de instrumento público, que no consideraron lo suficientemente probado.
En la cárcel
Banks ingresó a la Penitenciaría Nacional el 28 de marzo de 1925, procedente de la cárcel de La Plata. En febrero de 1926 fue trasladado a la cárcel del fin del mundo, en Tierra del Fuego, donde vivió 10 años. En 1936, por su avanzada edad, lo volvieron a llevar a la penitenciaría en la capital, donde permaneció hasta cumplir 20 años de prisión. Durante su encierro sólo sufrió una amonestación, y se ocupó de hacer buena letra, primero trabajando en “encuadernación y lavadero” y después “con regular aprovechamiento en tareas de limpieza”.
Esto le valió que, pese a la opinión en contrario del Instituto de Clasificación (que habló del “pronóstico de incorregibilidad del peticionate”), en 1942 consiguiera un permiso de libertad condicional. Pese a que los evaluadores del Patronato de Liberados habían sido informados que durante los años de cárcel “su falta de reacción emotiva alcanza los límites extremos”. Así y todo, Banks nunca pudo regresar a las estancias en Azul. La imagen de los 7 féretros de su familia pesó sobre su nombre hasta el final, tanto que los que conocieron de cerca la historia dicen que sus descendientes (una hijo y una hija, son los citados en el expediente) prefirieron cambiar de apellido.