El colectivo Cámaras Rodantes montó una exposición callejera para mostrar las fotografías estenopeicas que alumnos en situación de calle sacaron durante cuatro meses. El taller se pensó como un espacio para la construcción de la identidad y pertenencia a través del arte.
En la ochava de Paseo Colón y Cochabamba, César señala la foto en la que aparece. Es la primera foto de sus 34 años de vida. César nació en Tandil y a los 19 se vino a Buenos Aires. Vivió en la calle y ahora pasa sus días entre el Hogar San Vicente y el colegio Isauro Arancibia, cerca de Parque Lezama, donde en abril de este año empezó a tomar clases de fotografía estenopeica con el colectivo Cámaras Rodantes.
La escuela depende del Área del Adulto y el Adolescente y del área de Inclusión del Ministerio de Educación del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Empezó a funcionar en 1998 y los 180 alumnos que van ahí, cuando pueden, viven en condiciones de mucha precariedad. La escuela tiene dos pisos y un jardín de infantes, para que puedan llevar a sus hijos.
El curso de fotografía es una propuesta del colectivo Cámaras Rodantes, un grupo compuesto por fotógrafos y comunicadores que, desde hace dos años, lleva adelante el proyecto cultural y educativo a través de la realización de talleres abiertos sobre fotografía estenopeica para niños, niñas y adolescentes en distintas instituciones y organizaciones sociales. La experiencia que iniciaron en el Isidoro este año les abrió las puertas de un nuevo mundo: nunca habían trabajado con personas en situación de calle. La mayoría de ellos tiene entre 20 y 35 años.
La fotografía estenopeica es una técnica antigua y muy artesanal de lograr imágenes. Con cualquier recipiente estanco a la luz, por ejemplo una caja, fabricada con cartón montado, o una lata. Se pinta de negro por dentro y luego se hace un pequeño orificio, llamado estenopo.
Crédito: Cámara Rodante.
“Fue una experiencia muy fuerte por la situación de los chicos y porque se trabaja con una población muy inestable”, dijo a Infojus Noticias, Ana Cea, una de las responsables de Cámara Rodante. Los alumnos nos siempre pueden asistir a las clases. Desde abril van una vez por semana, los jueves, y se quedan tres horas con los alumnos. Clase por medio salen a hacer fotos y a la siguiente la revelan. Aprender a trabajar la paciencia de los alumnos también fue un desafío.
“A ellos se les juega un tema de identidad. Cuando ellos señalan una foto como “la de ellos”, es en la que aparecen, no las que sacaron”, explica Cea.
Junto a Ana trabaja Rocío Reverter. Durante la muestra de las fotos, Rocío corre de un lado para el otro. Los chicos la siguen para preguntarle cosas de sus trabajos. Están orgullosos.
“Quisimos fusionar la fotografía con el laburo social y con esta técnica se puede jugar muchísimo”, dice Rocío. “Implica un proceso integral de hacer una foto. Los chicos hacen sus cámaras, las cargan, sacan la foto, la revelan, son conscientes de todo el proceso”, dice Rocío.
César
“Al principio me costaba creer que una caja me iba a sacar una foto”, dice César, mientras muestra las 5 fotos que sacó. Sus ojos claros se dejan ver cuando se saca la gorra que lleva puesta. Se la quita cada vez que habla con una mujer, aclara este joven que parece mayor. César está en tratamiento por ser portador de HIV y hacer fotos le sirvió, entre otras cosas, a alejarse de la calle y de los vicios. Este año también aprendió a usar la computadora, que era algo que “le veía hacer a gente” sin entender. También se creó su primera casilla de correo electrónico. Está contento y se le nota.
César habla y sus compañeros se acercan y le hacen bromas. Le dicen que no se haga el canchero. Uno de los que lo carga es Carlitos que tiene 30 años y es de Misiones.
Carlitos
-¿Sos de canal 9?, le pregunta a esta cronista
-No, de Infojus Noticias. ¿Por qué?
-Porque si sos del 9 no te hablo. Tuve problemas con un camarógrafo del canal. Fue en una marcha. Le pegué, confiesa entre risas mientras se resiste a las fotos.
No quiere salir en la foto grupal que se van a sacar en una de las paredes donde están sus trabajos. Le da vergüenza verse retratado.
Andrés
“Hice un par de fotos en Puerto Madero. Primero se me hizo difícil, después no. Ahora ya es fácil. Cuando termine me gustaría hacer fotos…a las chicas”, dice mientras mira pasar a una que cruza la calle: jeans ajustados, polera al cuerpo. Andrés tiene 23 y dejó la ciudad de Rosario, donde nació, hace algunos años pero no se acuerda cuántos. Hasta hace dos semanas trabajaba como bachero en un restaurant pero lo despidieron. “Me gustaría aprender a sacar fotos de paisajes y volver a verlos. Los de Puerto Madero me gustan mucho”.
En Cámaras Rodantes, además de Ana y Rocío, trabajan Bruno Espósito y Bernardo Carbajal. Junto a los chicos caminan por las veredas del colegio. Miran las fotos que hicieron. En blanco y negro, los muestran sentados, agachados, sonrientes. Hay ocho fotos sobre Cochabamba, cuatro sobre Paseo Colón y tres en la ochava.
El proyecto fue tan exitoso durante estos meses que piensan redoblar la apuesta. “Vamos a seguir con otras técnicas, otras cámaras, pocket, con rollo, para que puedan ir teniendo una mayor autonomía”, dijo Bernardo. En las próximas clases van a empezar a sacarse retratos en cadena: cada uno le va a hacer una a un compañero.
“El proyecto está buenísimo, es una técnica que pueden realizar todos y que acerca a la gente a la fotografía. Los chicos están re copados. Todo el curso tuvo que ver con su identidad. Es un espacio de pertenencia”, dijo Martina Matusevich, profesora del colegio. “Es una suerte de fotografía para todos”.
Aquí se accede a la galería de fotos de la muestra.
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