La filósofa, socióloga y feminista estadounidense vino al país a recibir el título Honoris Causa de la Universidad Nacional de San Martín. Habló con Infojus Noticias sobre la trasnacionalización de la Justicia: "Es necesario desarrollar institucionalidad internacional que permita afrontar temas globales como los mercados financieros que ya sabemos son problemas globales", dijo.
Nancy Fraser es filosofa, socióloga y feminista ¿Es necesaria aún la conjunción “y”? Ella dice que sí. Lo cierto es que no hizo del feminismo un corralito, sino que desde allí avanzó a discutir el canon de la filosofía política revivido por John Rawls en 1971 luego de un sueño a la que había sido condenada por los intentos de fundar una “ciencia” política. Con Rawls o contra Rawls toda la filosofía política posterior midió (y aún mide) sus argumentos.
Cuando en nuestro país el neoliberalismo hacía estragos con un doble movimiento que, por un lado, visibilizaba los conflictos en tornos a diferencias de géneros y edad, entre otras, y por otro, reforzaba el control y la exclusión con “códigos de convivencia”, leyes represivas y exclusión a secas, el horizonte político argentino se reconfiguró con luchas y conflictos que muchos consideraron “meramente” culturales o simples apariencias narcotizadoras.
Entre un uso banalizado de la diferencia y su carácter crítico en términos de puesta en cuestión del plesbicito de la hegemonía, Nancy Fraser y otros pensadores se animaron a tomar el guante y discutir el canon, abriendo los intentos de encorsetar en “departamentos”, “cursos” o “seminarios”, unas experiencias y desarrollos que venían a poner en cuestión nada más y nada menos, que la noción de justicia sobre la cual se pretende en la democracias occidentales armar toda la arquitectura institucional y práctica de su funcionamiento.
Recordemos que mientras universalistas liberales o socialdemócratas como John Rawls y Jurgen Habermas nos proponen una noción procedimental de justica, es decir, un principio no sustantivo, los comunitaristas como Charles Taylor y Michael Walzer critican esa asepsia en nombre de una noción de “bien” que siempre es comunitaria y enraizada en prácticas culturales.
En este marco Fraser, como también Judith Bulter, Ernesto Laclau, Salvoj Zizek y otros, propusieron complejizar esa dicotomía, por caminos distintos, pero con una interpelación común: universalistas y comunitaristas se complementaban como un zurcido continuo de un dobladillo que no pone en cuestionamiento las reglas del corte y reparte.
Nancy Fraser es docente e investigadora de la New School University de Nueva York. Por segunda vez visitó nuestro país. Esta vez fue para recibir el Honoris Causa de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) donde recibió este título con una implecable conferencia sobre la historia y complejidad de la igualdad: la justicia como principio e institucionalidad tiene una historia que hay que atender, algo que ella nos insiste a hacer.
¿Considera que sus intervenciones fueron más una interpelación al canon político y filosófico sobre la teoría de la justicia que un teoría feminista?
Yo no lo veo así. Pienso que en realidad yo propongo una crítica doble, por un lado una crítica al canon de Rawls y Dworkin, el mainstream, y por otra parte un crítica feminista. Y esto lo hice con un doble argumento. En primer lugar una crítica a los estándares del paradigma de la redistribución tanto en Rawls y Dworkin como contra pensadores marxistas incluidos en esta perspectiva. No se puede tener un argumento de justicia a favor redistribución sin reconocimiento, ya que sin esto último no se puede pensar la ampliación del paradigma de la redistribución. Esto genero espacio para los “nuevos” movimientos sociales. Al mismo tiempo critique a los “culturalistas” que centrados exclusivamente en la noción de reconocimiento no atendían la economía política propia de la estratificación social, es decir los aspectos económicos. Dentro del movimiento feminista soy una crítica del feminismo cultural y también del socialista. Esta fue una intervención a favor de los movimientos sociales.
Nosotros leímos con mucho interés sus críticas a los filósofos del reconocimiento como los comunitaristas y Axel Honneth. Pero también nos interesó su debate con Judith Butler en torno a la noción de cultura y sus implicancias en las luchas políticas ¿Qué sigue operando de ese debate?
Quiero comenzar diciendo que Butler para mi es una de las más brillantes pensadoras contemporáneas. Pero tengo la impresión que siempre queda dentro de un marco cuasi foucaultiano-lacaniano que la limita en sus propuestas. Mi trabajo es una contribución a la crítica social que quiere dar cuenta de la totalidad social que abarca la cultura, los discursos, la perspectiva de la vida cotidiana y todo esto articulado con la economía política y la institucionalidad. Butler hace importantes contribuciones al análisis de discursos culturales y su relación con la configuración de las subjetividades e identidades. Pero, por otra parte, existe un déficit en los aspectos institucionales y de economía política. Cuando debe profundizar su análisis, en vez de recurrir a otras herramientas conceptuales, se vuelca a consideraciones psicoanalíticas, que son interesantes, pero no sustituyen las necesarias consideraciones estructurales.
Respecto a la incorporación de la noción de “representación” a su concepción bífida de “redistribución y reconocimiento” nos gustaría saber a qué se respondió y, por otra parte, si esa noción de representación tiene algún parangón con la noción de “inclusión social” que guía a las políticas progresistas de los últimos tiempos en América Latina.
Mi introducción de la tercera dimensión de la justicia como “representación” respondió al reconocimiento de los obstáculos estructurales a la participación social plena: redistribución y no reconocimiento, que formaron parte de mi primera propuesta. En este sentido me di cuenta que el nivel político presenta una problematicidad estructural, la organización política como tal debe otorgar espacio y voz. Allí acuñe, entonces, la noción de “no representación” y la necesidad de ampliar mi enfoque para alcanzar la estructura de la politicidad. Mi motivación de esta reformulación respondió a un interés poswesfaliano en el marco de la globalización. La mayoría de los filósofos políticos se ceñían al espacio del Estado-Nación, mientras que yo tomé conciencia de la necesidad de de ampliar esos límites en términos de representación frente a un modelo global que no representaba o mal representaba. En relación con el tema de la inclusión, pienso que las tres nociones (representación, redistribución y reconocimiento) son formas de inclusión, pero no de cualquier forma, sino una inclusión que debe ser paritaria y completa.
En relación con su noción de justicia y su atención a la necesidad de transnacionalizarla, ¿Cómo concibe la institucionalidad que la viabilice teniendo en cuenta, por ejemplo, la falta una democratización de este tercer poder en el modelo liberal democrático y de una regulación multilateral que solucione situaciones como la intromisión de un juez municipal como Griesa en un problema soberano como es el de la deuda externa argentina?
Respecto a la institucionalización quiero decir que soy una teórica crítica y no una pensadora en términos de política institucional. Sin embargo, puedo decir que cuando yo hablo de justicia no hablo solo de cortes, sino de justicia social, total, que incluye lo legal, lo jurídico, pero va más allá. Lo jurídico es una herramienta para la remoción de los obstáculos que muchas veces juegan en contra de ese progreso. El surgimiento de cortes regionales e internacionales son un avance en este marco. Le detención de Pinochet en Londres fue para mi una marca de un progreso en este marco. Un problema que tenemos en el desarrollo de una justicia transnacional es la inexistencia de instituciones que regulen temas como el mercado financiero y los temas ambientales. Es necesario desarrollar institucionalidad internacional que permita afrontar temas globales como los mercados financieros que ya sabemos son problemas globales. A nivel global los mercados financieros y la ecología se decide por banqueros e inversores a puertas cerradas: una gobernanza cerrada. Tenemos aquí un claro déficit democrático. Podemos citar como ejemplo el régimen de propiedad intelectual a nivel internacional que da a Monsanto el derecho de propiedad sobre las semillas de arroz de los campesinos en la India. En el caso de los derechos humanos que sería otro ejemplo de institucionalidad transnacionalizada: hay son internacionales, pero pueden ser reactivas, porque sus aplicaciones lo pueden ser ¿Dónde está la Corte que va a juzgar a (Henry) Kissinger y los asesinos de guerra norteamericanos? No es que no valore el sistema internacional de derechos humanos, pero debemos atender a las asimetrías políticas en las que se sustenta esta institucionalidad y aplicabilidad.
Para finalizar ¿Con qué asocia la noción “democratizar la justicia”?
Democratización procede a través de luchas sociales desde la base. Es cooperativa a veces con elites progresistas. La lucha por la justicia debe producirse en los tres niveles (redistribución, reconocimiento y representación) que conecten lo local con lo global. Así como no hay socialismo en un solo país, tampoco puede haber justicia en un solo país.