El Consejo de la Magistratura organizó las últimas dos semanas los exámenes para evaluar a los aspirantes. Hubo 1283 inscriptos para ocupar 34 vacantes en diferentes juzgados de todo el país. Con el nuevo reglamento de la Comisión de Selección, el resultado del examen marcará la mitad del puntaje. La otra mitad valora antecedentes profesionales y académicos.
Una chica salió de la sala de estudio y caminó por el pasillo. Se paró frente al gimnasio y a través de las ventanas vio que adentro había doscientas personas con computadoras, escribiendo frenéticamente. “¿Qué están haciendo?, preguntó. Un hombre de traje, apoyado sobre una valija con rueditas, le respondió: “Es un call center”, y rio. Después le explicó era un examen para designar cuatro nuevos jueces en el fuero federal porteño.
Durante las últimas dos semanas, el Consejo de la Magistratura usó ese espacio en el Pabellón II de Ciudad Universitaria –la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires– para realizar trece concursos públicos. Aunque en varios casos los aspirantes se repetían, hubo 1283 inscriptos para ocupar 34 vacantes en la Cámara Federal de Casación Penal, juzgados laborales, de instrucción criminal y tribunales orales la ciudad de Buenos Aires, Rawson, Tartagal, Venado Tuerto y otras cuatro ciudades argentinas.
El concurso más convocante fue el 305, del que saldrán ternas para ocupar cuatro juzgados nacionales de instrucción criminal porteños. Asistieron 206 personas, de las 298 que se habían anotado. Empezaron a llegar antes de las 8 de la mañana. Subían las escaleras con valijas y bolsos con rueditas, como si se acabaran de bajar de un avión. Pero no. Adentro traían códigos comentados, libros de doctrina, carpetas y fallos de Casación y de la Corte Suprema. Era la bibliografía que podían usar durante el examen de ocho horas de duración.
Los aspirantes se acreditaron ante los empleados del Consejo y se distribuyeron en nueve hileras de mesas. Había entre diez y doce personas de cada lado. Colgaron sus camperas y sacos del respaldo de las sillas plegables de madera, y recibieron el saludo del presidente del órgano político del Poder Judicial, el juez cordobés Alejandro Sánchez Freytes. Una vez distribuidos los temarios de examen, comenzaron a escribir.
“A mantuvo una discusión verbal con B, dueño del local de pizzería ‘Zapiola’”, comenzaba el examen. Era el relato de un caso penal, que terminaba en un homicidio, una persona herida de un tiro y dos acusados. Se pedía resolver la situación procesal de los dos acusados, y un planteo de nulidad de la defensa por el secuestro de un arma de fuego que podía haber sido “plantada” en un allanamiento de la policía.
La mayoría eran hombres vestidos de camisa y pullover, otros con saco y corbata, y unos pocos de chomba y jeans. Había una mujer por cada dos hombres. Debajo de la mesa, entre las piernas, o interrumpiendo el paso en los pasillos improvisados entre las largas mesas, desplegaron las valijas. Algunos tomaban sus libros, los abrían en su regazo para citar extractos, y los volvían a cerrar en los bolsos. La mayoría convertían las valijas en escritorios, y allí quedaban abiertos varios libros y carpetas de jurisprudencia.
“Me gusta atrapar a los ladrones”
De a ratos, algunos se levantaban para estirar las piernas y caminaban hacia el ventanal que da al Río de la Plata. De ese lado había mesas con café y agua para sobrellevar la jornada. Algunos bromeaban y hacían comentarios sobre el clima o la facultad para amenizar el rato. Al principio el reflejo del sol molestaba a todos los que estaban sentados de ese lado, pero con el correr de las horas se fue nublando. Para el mediodía, los nubarrones negros avanzaban sobre la ribera y empezaban a cubrir la ciudad. Se venía el diluvio.
La mayoría de los aspirantes tenía alrededor de veinte años de carrera judicial. Bernardo Rodríguez Palma tiene 41 años y en los últimos 17 trabajó en dos juzgados de instrucción y un tribunal oral. “Me gusta atrapar a los ladrones”, resumió cuando Infojus Noticias le preguntó por qué quería ser juez de instrucción criminal en la ciudad de Buenos Aires. “Tengo vocación de justicia”, respondió. Pensó en lo que sería ocupar el sillón del juez y con tono familiar y distendido agregó: “Es volver a casa, yo empecé acá”, en referencia a ese fuero.
Los exámenes estaban identificados por un código alfanumérico relacionado con su identidad, para evitar que el jurado pueda favorecer a alguien en particular. Por primera vez, las cuatro personas que corregirán el examen son académicos –sorteados de entre 1500 de todas las universidades nacionales del país–, y no jueces –que hasta ahora eran elegidos de entre un padrón de doscientos–. Con cámaras filmadoras situadas en los extremos del gimnasio, los organizadores grabaron el desarrollo del examen por precaución. Servirá para tener un registro que demuestre el normal desarrollo de los concursos.
Empezaron a salir de a poco a las tres de la tarde. Afuera llovía fuerte. Algunos se quedaron charlando en el pasillo, y miraban a los otros abogados, secretarios y jueces subrogantes que seguían escribiendo. De pronto, retumbó un trueno en los pasillos y se llegaron a escuchar los gritos de susto de algunos alumnos a lo lejos. Un instante después, un refucilo iluminó los pasillos oscurecidos de los departamentos de investigación de Paleontología y Geología Histórica, aledaños al gimnasio.
“Terminé, levanté la cabeza y me pregunté qué es lo que los demás seguían escribiendo”, dijo Bernardo. Es la cuarta vez que concursa en el Poder Judicial, dos veces lo hizo en la provincia de Buenos Aires. “No nos podemos quejar, teníamos espacio para los libros y para escribir bien”, agregó. Y contó que “en provincia, una vez sortearon las computadoras al principio del examen, porque sólo había para menos de la mitad de las personas. El resto escribió a mano”.
Los empleados del Consejo de la Magistratura, en uno de los fondos de la cancha, tenían un aro de básquet arriba de sus cabezas. Del techo también colgaban aros de acrobacia, en el medio del gimnasio. Los arcos de fútbol quedaron juntos en un lateral. En el fondo, colchonetas apoyadas contra la pared. En el otro extremo, las cajas de las casi trescientas computadoras que aportó la Corte Suprema para la realización del examen. Las líneas despintadas del piso de cerámica marcaban los límites de la cancha en la que habitualmente se juega al fútbol, handball, volley y básquet.
“En un examen juegan mucho los nervios”
María José Bianchi, de 35 años, lleva la mitad de su vida en los tribunales. Ingresó como meritoria en el Juzgado de Instrucción 49 al mismo tiempo que empezó la carrera de abogacía. “Hacía tareas de ordenanza, fui pasando por todos los escalones de la carrera”. Hoy es la secretaria de ese mismo juzgado, pero aseguró a Infojus Noticias que “ser jueza es un anhelo”. Está casada con un secretario de Cámara, que conoció hace algunos años pateando los pasillos de Tribunales, y que también estaba concursando para juez. “Tenemos dos hijos chicos. Cuando estamos de turno se hace difícil. Te llaman a las 4 de la mañana, y quizá cuando podés volver a acostarte, se despertaron los chicos llorando”, relató.
Sebastián del Gaizo está por cumplir 41 años, y lleva 20 en el fuero criminal. Comenzó como meritorio mientras estudiaba en la facultad, y ahora es secretario adscripto del Juzgado de Instrucción 38. Integra un cuerpo de secretarios “volantes” de la Cámara del crimen, un grupo de diez funcionarios elegidos por concurso que rotan para ocupar las cubrir vacantes temporales. “Me tomé un día de descanso en el laburo para no llegar con todo el ajetreo. En un examen juegan mucho los nervios”, reveló.
Sebastián es uno de los aspirantes que no provienen de familia judicial. Su elección con el derecho “no se dio por tradición sino por esas cosas que tiene la vida”. Sus padres no están relacionados con las leyes, y decidió estudiar abogacía en un momento en el que pensaba que podría serle útil para desarrollarse como militante político. El destino lo llevó al Poder Judicial, y desarrolló su carrera en los Tribunales.
“Entré en un momento de transición, cuando empezó a funcionar el Consejo de la Magistratura”, contó. Y opinó que “está bueno que las personas que quieren acceder al trabajo de juez tengan que pasar un control de la ciudadanía. Que la gente conozca quienes van a ser las personas que después van a decidir sobre su vida cotidiana”. Para el funcionario judicial, “la mejor preparación son los expedientes que vas resolviendo día a día en el juzgado”.
Con el nuevo reglamento de la Comisión de Selección del Consejo, el resultado del examen marcará la mitad del puntaje para el concurso. La otra mitad se compone de la valoración de los antecedentes profesionales y académicos de los aspirantes. Con el puntaje final se elaborará una terna, y uno sólo será juez. Ahora resta que los jurados de los trece concursos corrijan los exámenes de los cerca de 600 aspirantes que se presentaron –casi la mitad de los inscriptos–.