Así lo declaró ante la Justicia el médico Luis Alejandro Sambalear, procesado por crímenes de lesa humanidad en Monte Peloni. Infojus Noticias accedió en exclusiva a su legajo policial. Ese testimonio y el acta falso de nacimiento de Ignacio Guido Montoya Carlotto, son piezas claves para entender el rol de Luis Alberto Sacher durante la represión ilegal en Olavarría.
Julio Luis Alberto Sacher nunca había estado en la mira de la Justicia. Desde que apareció en el acta de nacimiento n° 894 -publicada el lunes en exclusiva por Infojus Noticias- constatando el falso nacimiento de Ignacio Guido Montoya Carlotto en la casa de su posible entregador, Carlos Francisco Aguilar, su nombre reposa sobre tres despachos judiciales que investigan su responsabilidad en la apropiación del nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Pero eso no es todo: Sacher fue médico de la policía bonaerense desde 1966 hasta su retiro en 1997 con el grado de comisario inspector, y actuó durante los años más crudos de la represión en Olavarría en la comisaría del distrito, que funcionó como centro clandestino de detención y tortura según testimonios judiciales. “Sacher fue siempre mi jefe”, declaró ante la justicia Luis Alejandro Seambelar, el médico que actuó bajo su órbita y está procesado por crímenes de lesa humanidad en Monte Peloni. Infojus Noticias publica su legajo policial que que podría involucrar –también- en la represión ilegal al ginecólogo envuelto en la apropiación Ignacio Guido.
El concursante
Luis Alejandro Semabelar -médico urólogo, miembro del Rotary Club de Olavarría-, se sentó el 5 de diciembre pasado ante el juez federal de Azul Martín Bava, para defenderse de los cargos que lo involucraban con la represión ilegal en Monte Peloni, el centro clandestino más importante de Olavarría. Dijo haber llegado desde su ciudad natal El Calafate, Santa Cruz, a la ciudad cementera bajo la dictadura de Juan Carlos Onganía, en 1969, para concursar un cargo de médico de la policía de la provincia: lo ganó. Tenía un año de casado y un hijo de pocos meses.
Según su legajo en la fuerza, ingresó a la policía el 12 de marzo de 1970 a cumplir funciones a la seccional de la calle Belgrano de la ciudad de Olavarría como “oficial ayudante profesional”. El primer día de 1976, cuando el golpe de Estado se hacía sentir en toda la región, fue ascendido a oficial subinspector criminal. Unos meses más tarde el flamante oficial tendría tiempo para entrar en acción.
Un centro clandestino
De algunos testimonios judiciales y del informe de la Memoria, que sistematizó la información de la represión ilegal en la zona, surge que durante los meses inmediatos al golpe, la dependencia donde revistaban Sacher y Seambelar operó como un centro de tortura y “depósito” de detenidos desaparecidos.
No sólo eso: un ex policía de esa seccional contó en sede judicial lo que había presenciado y aportó varios radiogramas cifrados que le asignaban un papel a la comisaría en la represión. Los dos primeros llegaron tres semanas antes de la ocupación militar, el 3 de marzo de 1976. Llevaban la firma del mismísimo coronel Ramón Camps. “Disponga alojamiento personal Operativo Halcón a cargo Ttte. Cnel. Salcerini y unidades uso civil”, ordenaba el primero. El nombre de Salcerini, muerto en 2009, ahora flota en la causa judicial que investiga la apropiación del último nieto: un tiempo después de que lo destinaran a la ciudad cementera se casó con Raquel Fassina, una mujer de una familia de linaje que fue prima política de “Pancho” Aguilar: prima hermana de su viuda. El 26 de marzo, dos días después del Golpe, llegó un nuevo mensaje de la Jefatura en La Plata: “Para su conocimiento caso registrarse detenciones elementos subversivos su jurisdicción deberá arbitrar medios para su alojamiento en dependencias extra policiales comunicando ‘teresaeva’ forma inmediata jefe operaciones instruyendo al personal actuante según boletín reservado”, señalaba textualmente.
El uniformado que declaró dos veces en la justicia federal de Azul y una en un juzgado de instrucción militar de Tandil afirmando que la comisaría de Olavarría –donde cumplió funciones- había sido una de las sedes de la represión es Miguel Angel Fuhr. Su nombre completo se conoció después de que murió, porque recibió amenazas y tuvo que mudarse a una provincia del norte. Su relato fue una prueba vital en el procesamiento de Seambelar en la causa judicial de Monte Peloni. Fuhr, carpintero de profesión, estuvo en la comisaría entre 1976 y 1978 y llegó a estar a cargo de la oficina de identificación. Esos años calientes le bastaron para pedir la baja voluntaria. Fuhr fue testigo de la llegada de los jóvenes secuestrados. “Esas detenciones no figuraban en registro alguno y se ordenaba al personal el máximo silencio, ya que no las realizaba el personal ordinario de tropa, sino personal de confianza del grupo que componían, policías locales de alta graduación, militares de la guarnición local, y hombres de la Jefatura de Policía, que generalmente eran comandados por un teniente coronel de apellido Salserini”. Vio cómo los traían encapuchados en el baúl de distintos vehículos. Cómo los suboficiales Bruno y Guerrini les aplicaban picana, mientras “los militares Castignani y Grosse no torturaban, pero estaban presentes durante las sesiones de tortura”. La música a todo volumen para ahogar los gritos de dolor. Mencionó a Ignacio Verdura –jefe del área militar 124- y al comisario Balquinta: en la seccional confluían represores de la policía bonaerense y el Ejército.
También los vio a Seambelar y a Sacher. A Seambelar lo acusó gravemente: testimonió que “clavaba agujas bajo las uñas y otras partes del cuerpo, causando terribles martirios que provocaban el desmayo”, dijo. A partir del 16 de septiembre de 1977, hubo una redada en la que cayeron veinte militantes de la Jotapé. En los Juicios por la Verdad, los hermanos de Jorge Oscar Fernández lo acusaron de ser el médico firmante del acta de defunción de Jorge el 25 de septiembre de 1977 “a causa de una hemorragia producida por herida de bala”. El documento, que lo daba por muerto en un enfrentamiento, estaba fechado un mes y medio antes de su asesinato real en Tandil, que fue en noviembre. Habían firmado su sentencia de muerte con un mes de antelación, mientras Fernández seguía vivo en la lúgubre casona de Monte Peloni.
Sanar y consolar
Cuando el nombre de Julio Sacher todavía era un rumor que se ramificaba en varios otros posibles, tres fuentes mencionaron a Infojus Noticias el nombre de Seambelar. En su declaración indagatoria, se despegó de su jefe y se refugió -sin decirlo taxativamente- en el obsoleto concepto de la obediencia debida. En ese afán, dio ante el juez datos precisos que podrían comprometer a Sacher, cuya veracidad deberá evaluar el magistrado: “estaba bajo la dirección del Dr. Julio Sacher, mi jefe y especialista en ginecología, quien determinaba los horarios y días a trabajar. A veces eran dos días cada uno, luego cuatro y finalmente una semana”, afirmó en su declaración indagatoria. Cuando llegaba un detenido, agregó, llamaban por teléfono a Sacher o a él, si estaba de turno. Explicó que mientras estaba de turno sólo examinaba hombres: “si era mujer, al no haber lugar en la comisaría, se la enviaba al consultorio o clínica del Dr. Sacher que era ginecólogo”, concluyó.
Seambelar juró no haber visto nunca detenidos muy golpeados, y explicó que se enteró de las torturas de esos años por las páginas de los diarios. El fiscal Romero le repreguntó si no los leía en la época en la que cumplía funciones en la comisaría:
- No. No tenía tiempo. Mi vida fue estudiar y trabajar, sanar cuando pude, y consolar- contestó.
El juez Martín Bava no le creyó, o al menos no lo suficiente: lo procesó con prisión preventiva como “coautor penalmente responsable del delito de aplicación de tormentos agravados” contra tres sobrevivientes que pasaron por la comisaría antes de ser atormentados en Monte Peloni. Sacher, el médico que acreditó el falso nacimiento de Ignacio Guido el 28 de junio de 1978 en la casa del difunto posible entregador Carlos Aguilar, era su superior inmediato en la cadena de mando.