Lo dijo Nélida Sérpico, la madre de Octavio Gómez, acribillado a balazos por una banda del narcotráfico. Hoy la Justicia condenó a 15 años de prisión a Facundo Caimo, único imputado por el crimen. Estuvo prófugo durante ocho años, hasta que la madre del adolescente lo encontró en el Barrio Rivadavia.
A Nélida Sérpico nadie le dijo “tené cuidado donde te metés”. Cuando regresaba a su casa, después de caminar horas por los pasillos de barrios Rivadavia 1 y 1-11-14, el marido hablaba de su trabajo y ella le hablaba del suyo. Ni una palabra fuera de lugar. En siete años nunca le contó lo que verdaderamente hacía: buscar, por cuenta propia, al asesino de su hijo. El 22 de diciembre de 2005 Octavio Gómez, de 16 años, fue acribillado por la espalda. Desde ese día, Nélida se tiñó el pelo y se rompió los dientes para infiltrarse en un territorio de peligro: el de las bandas del narcotráfico. Una de ellas ejecutó a sangre fría a Octavio. Hoy, rompió en llanto cuando el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 porteño condenó a 15 años de prisión a Facundo Caimo por homicidio simple, como coautor del crimen. “Se hizo justicia. Siempre creí en la justicia, era la sentencia que esperaba”, dijo a los medios después de conocer la sentencia.
Con una foto de Octavio en la mano, Nélida, de 57 años, contó un sueño. Anoche, dijo, su hijo le pidió tranquilidad: “Mamá, estoy descansando en paz”. A Nélida le temblaban las manos. En la sala del juicio, había más periodistas que familiares: sólo ella, el marido que nervioso mascaba chicle y otro pariente. La fiscal Mónica Cuñarro, representante del Ministerio Público, le murmuraba: “no me vas a aflojar ahora, Nélida. Esperaste nueve años”. Tras los siete años de su búsqueda solitaria cual si fuera un detective, tuvo que aguardar dos años más por el procesamiento judicial. Luego de la sentencia, Cuñarro dijo a Infojus Noticias que el caso se esclareció por la lucha de Nélida. Y lanzó una dura crítica a las instituciones: “los policías de Bajo Flores saben cómo funcionan las bandas, venimos denunciándolas en 2005 sin ninguna respuesta. El imputado tuvo orden de captura durante ocho años y nadie la hizo cumplir. La presencia del Estado en esos barrios es débil, no hay luces, no hay vivienda. Todo queda en la ilegalidad, y esas bandas que trafican drogas buscan ganarse una identidad en la disputa de los territorios. Octavio murió en ese contexto”.
Las palabras de la fiscal no fueron casuales. A su lado estaba Julián Axat, coordinador del Programa de Acceso Comunitario a la Justicia. Durante el juicio, se incorporó un informe que produjo el Programa sobre las condiciones sociales de los habitantes de los barrios Rivadavia 1 y 1-11-14. Los jueces Martín Vázquez Acuña, Alberto Huarte Petite y Luis Salas entendieron que “el contexto social” de la víctima fue importante para determinar los causales del crimen. En el fallo, además, pidieron investigar a los policías de las comisarías del Bajo Flores para determinar si hubo negligencia, complicidad u omisión del hecho.
"Ahora voy por los coautores del crimen"
“Si me tengo que romper todos los dientes me los vuelvo a romper”, dijo Nélida Sérpico, y en la cara había cierto alivio. En su búsqueda se reflejaba la de decenas de madres que perdieron a los hijos, víctimas del gatillo fácil o cualquier otro tipo de violencia. Nélida tenía una herramienta: un identikit que le habían dado en Tribunales. Lo imprimió al tamaño de la palma de su mano. Por una pista que consiguió en los barrios, sabía que el asesino era amante de las motos de alta cilindrada y que usaba zapatillas del mismo color que su vehículo.
Los policía, cuando la escuchaban, se hacían los distraídos. El mediodía del 5 de abril pasado se disfrazó y fue al barrio. Creyó ver a Caimo en el mismo pasillo donde mataron a su hijo y no se equivocó. Cuando lo ubicó, avisó a la policía, pero le pidieron que "llamara nuevamente en unos minutos". Sin esperar respuesta llamó la Gendarmería, que fue la fuerza de seguridad que cercó y detuvo al joven. Nélida, incluso, les había dicho cuáles eran las vías de escape posibles: conocía el detalle de los pasillos como ningún otro.
Esta mañana, el acusado dijo sus últimas palabras. Ante el Tribunal, defendió su inocencia antes del fallo. "Soy inocente, tengo dos hijos", dijo. Minutos después, los jueces lo condenaron a la pena que había pedido el fiscal: por los delitos de homicidio simple en concurso real con homicidio en grado de tentativa -ya que otro joven, amigo de Gómez, fue gravemente herido en el mismo hecho- agravado por la participación de un menor de edad.
El crimen de Gómez (16) fue cometido el 22 de diciembre de 2005 en Esteban Bonorino al 1800, del barrio Rivadavia 1. El adolescente estaba junto a un amigo cuando ambos fueron baleados con una pistola calibre 9 milímetros. Gómez murió horas después y su compañero fue herido. Gaimo, en tanto, se mantuvo prófugo hasta abril de este año, cuando la madre de la víctima, Nélida Sérpico, lo encontró en el barrio Rivadavia, después de seguir una pista que el amigo de su hijo le había indicado.
Nélida se despidió bajo la penumbra de los pasillos que recorrió en silencio. “Estoy conforme, mi hijo puede descansar en paz”, dijo, con la mirada baja. Confesó que su lucha no terminó. Caimo es uno de los integrantes de la banda conocida como “Los Quebrados”. La fiscal Cuñarro consideró los informes médicos y las pericias balísticas que acreditaron 13 disparos “provenientes de un mismo lado”, efectuados con dos armas. Nélida sabe que a su hijo lo mataron entre varios. Ahora, dijo, buscará a los coautores.