Diplomático, ministro de la Suprema Corte de Justicia jujeña, escritor de ficción, exiliado en la última dictadura militar, todo eso fue Héctor Tizón. Hoy se cumple un año de su muerte en San Salvador de Jujuy. Con varias novelas memorables, este juez escritor es recordado por sus crónicas de la puna así como por fallos y declaraciones que fueron polémicos.
Héctor Tizón nació el 21 de octubre de 1929 en Rosario de la Frontera, provincia de Salta, pero vivió toda su vida en Yala, un pequeño pueblo de Jujuy, en el camino que va hacia la Quebrada de Humahuaca. Desde ese mirador, a 17.000 kilómetros de Buenos Aires, escribió su literatura oblicua y silenciosa que finalmente lo pondría en el podio de los grandes narradores en castellano. Autor de 22 libros, fue premiado con el título de Caballero de las Letras por el gobierno de Francia.
A los veinte años se mudó a La Plata para estudiar Derecho. En 1953 se graduó y cinco años después empezó la carrera diplomática. Como agregado cultural en México conoció a Juan Rulfo, Ernesto Cardenal y Ezequiel Martínez Estrada. Ahí publica su primer libro de relatos, en 1960, “Al costado de los rieles”. En 1963 renunció a la Cancillería e inició una serie de viajes por Europa y África hasta 1975.
Un año después, con el inicio de la dictadura militar, empezó otro viaje pero esta vez no lo había elegido. Se exilió en España con su mujer, Flora Guzmán. Ahí su escritura se paralizó. Pasó cinco años sin escribir. Trabajó en diarios, revistas y colaboró como dactilógrafo en las traducciones que hacía su esposa para la editorial Siglo XXI.
“Desde que me negué a dormir entre violentos y asesinos, los años pasan”. Así empieza La Casa y el viento, novela que terminó de escribir en España al final de su exilio en 1983 y que se publicó en Argentina dos años después.
En 1982 volvió a Yala, ese mirador desde donde contó las pequeñas historias universales.
La década del ´90 es su época más prolífica: El gallo blanco (Cuentos, 1992), Luz de las crueles provincias (Novela, 995), La mujer de Strasser (Novela, 1997), Tierras de frontera (Ensayo, 1998) y Extraño y pálido fulgor (Novela, 1999). Tizón empezó a ser premiado y reconocido a nivel internacional. En los mismos años, el escritor es convencional constituyente por su provincia en 1994, en el bloque que formó Raúl Alfonsín y después es designado juez del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy. Tizón se definió toda su vida como “yrigoyenista”.
Mientras su obra literaria crecía, Tizón se desempeñaba como juez en Jujuy. En una entrevista en Página/12 en el año 2004 dice: “Me suelen preguntar cómo es posible ser un novelista y un juez a la vez. No solamente es posible sino que es necesario. Me parece inconcebible que un juez sea un ignorante de la literatura, porque la literatura es otra lectura del mundo y de la conducta humana, y un juez debe estar muy atento a las grandes obras literarias. ¡Cómo puede un juez ignorar la obra de Dostoievski! O cómo puede desconocer que Flaubert fue llevado a la Corte de Justicia, acusado de transgredir las buenas costumbres en Francia por Madame Bovary. Un juez y un escritor trabajan sobre lo mismo: uno lo hace sobre el comportamiento de personas reales; un novelista también trabaja sobre conductas humanas, aunque sean criaturas inventadas en la propia obra literaria”.
Un juez contradictorio
Los abogados de la provincia lo recuerdan con contradicciones. Uno de sus últimos votos –en minoría- como ministro del Superior Tribunal fue a favor de un amparo que se había presentado por las comunidades de pueblos originarios. Juan Manunel Sivila, abogado querellante por la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación en causas de lesa humanidad, dijo a Infojus Noticias: “Recuerdo como dato relevante su voto en disidencia por los Derechos Ambientales. Fue por un recurso de amparo relativo a la explotación minera en la zona de la Quebrada. Eso fue muy valorado por las organizaciones ambientalistas y las comunidades de pueblos originarios en la provincia”.
La abogada María José Castillo, que participó en el caso de minería en la zona de la Quebrada, también recordó que su posición se basaba en el precepto del derecho ambiental que impone, frente a la duda sobre el impacto en el medio ambiente, limitar la actividad y también sobre el derecho de los vecinos autoconvocados de Tilcara y Juella a defender su territorio. En ese fallo Tizón calificó de “papelón internacional” dejar en manos mineras una zona como la de la Quebrada, considerada Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo la abogada también recordó, en comunicación con Infojus Noticas, que Tizón se pronunció a favor de la designación de Sergio Jenefes como vocal del Superior Tribunal, a pesar de haber sido funcionario de la última dictadura militar.
Tal vez el caso más emblemático de su actuación contradictoria como juez en la provincia fue en el 2006, cuando le tocó intervenir en el caso de Romina Tejerina. En ese momento Tizón declaró que “no hubo violación, ni remotamente. Entonces quedó un bebé al que se le metieron 17 puñaladas. El caso es que seguimos sin discutir si es posible la legalización de ciertos abortos. También sucede que en el fondo del imaginario público aparece el primer juez que se lavó las manos y condenó a un inocente (en referencia a Poncio Pilatos y Jesucristo). Y eso está muy bien explotado por quienes quieren una justicia de mierda. (…) Pero siempre hay un comisario que se leyó bien el Código penal y va y los mete adentro. Y aquí, los que se juntan con menores suele ser por necesidad”. Los abogados de Romina Tejerina pidieron su recusación por “prejuzgamiento”. Tizón no aceptó la medida pero terminó excusándose poco después y no siguió en el caso. En marzo del 2010 presentó su renuncia como ministro del Superior Tribunal al Poder Ejecutivo. Fue aceptada a través de un decreto.
En 2012, poco antes de su muerte, apareció su último libro, Memorial de la Puna, que reúne seis relatos. Tizón fechó en octubre de 2010 el punto final de su escritura. Ahí dice: “La Puna no es sólo un desierto lunar cálido y frío, es una experiencia: allí se viven intensamente el silencio, la soledad, el desamparo. Y los seres humanos se miran a sí mismos como en un espejo, enfrentados a la razón de existir, a su destino más elemental”.