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Infojus Noticias

2-4-2015|9:30|Malvinas Nacionales
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En 1971 se había firmado un convenio entre Reino Unido y Argentina

Una maestra argentina en las Malvinas

María Fernanda Cañas fue maestra y actualmente es funcionaria de la Cancillería. En 1974 viajó con su hermana a Puerto Argentino enseñar español a los isleños, gracias a un convenio que se había firmado tres años antes. Estuvieron viviendo allí un año y nunca más volvieron. “Estoy segura de que en algún momento podré volver y visitar a los amigos que quedaron allá”, dice en esta entrevista con Infojus Noticias.

Por: Mariana Iturriza

En 1971, tras la firma de un convenio de comunicación, las Malvinas se proveyeron de gas, petróleo, verduras y frutas frescas de Argentina. Todas cosas que no tenían. Para eso necesitaban aprender el español. María Fernanda Cañas fue maestra y actualmente funcionaria de Cancillería. En esta entrevista con Infojus Noticias recuerda el primer contacto que tuvo con las Malvinas: en 1974 viajó con su hermana a Puerto Argentino para enseñar el español a los isleños. Estuvieron un año. En ese momento, con ellas, había otros siete argentinos viviendo allí. “Las islas fueron un gran impacto en mi vida. Ese momento no tenía idea de lo que iban a significar y lo que después significaron”, dice María Fernanda. Y agrega: “Estoy segura de que en algún momento podré volver y visitar a los amigos que quedaron allá.”

-¿Cómo llegó a Malvinas aquel año?

-En el ‘71 se firmó un convenio entre el Reino Unido y la Argentina para fomentar el contacto, el intercambio entre el continente y las islas. Hasta entonces toda la comunicación de las islas con el mundo era un barco que iba y volvía cada tres meses del Reino Unido. Principalmente, fue el contacto a través de un avión semanal que salía del Palomar, hacía una parada en Comodoro Rivadavia, iba a las islas, permanecía unas horas y volvía. Este acuerdo incluía también cuestiones de energía. Dado que los aviones empezaron a llegar semanalmente, se necesitó establecer una base de combustibles de YPF. Eso llevó a poder llevar combustible y gas a las islas. El otro rubro fue el de la educación. Por un lado se dieron becas a chicos isleños para estudiar en el continente (lo hicieron en colegios de Córdoba, Buenos Aires, Comodoro Rivadavia). Y por otro, el gobierno de la colonia pidió profesoras de español. Primero en el Reino Unido y en Uruguay, y finalmente llegó a la Argentina la búsqueda. Así llegó a conocimiento de mi hermana que estaban buscando dos maestras. Y bueno, nos presentamos. El hecho de que fuéramos hermanas influyó mucho, porque había que mandar dos personas a un lugar con características muy distintas a la vida de Buenos Aires: a lo que en ese momento se llamaba Puerto Stanley.

-¿Qué las llevó a tomar la decisión de ir?

-Para nosotras, como para muchos estudiantes de esa época, las Malvinas eran un tema muy presente. Y nos pareció que era algo realmente muy interesante para poder ir y conocer, interiorizarnos y poder enseñar el español, que además era el español de Argentina con sus características. Las dos nos lanzamos. Hay una anécdota que muestra lo diferente que era la vida en las Islas: una vez que fuimos seleccionadas, nos hizo una entrevista el superintendente de Educación. Dentro de la charla, nos dio un consejo: “No se olviden de llevar un serrucho y el hacha”. Sorprendidas, preguntamos por qué. “Ya se van a dar cuenta”, nos dijo. Cuando llegamos lo entendimos. El carnicero pasaba una vez por semana ofreciendo carne de oveja, dejaba en la fiambrera un cuarto de animal y uno tenía que serruchar la carne. Y el hacha era para la turba, que es el suelo de las islas, de bajo valor calórico, pero que se usaba para calefaccionar la casa y para la cocina económica. En cuanto al clima, conocíamos la Patagonia, pero lo peor no era el frío ni el hielo, sino el viento. Llevó un tiempito acostumbrarse. Recuerdo que tenía un dolor de cabeza que no sabía a qué se debía, y el viento que soplaba continuamente. Pero después de uno o dos meses nos acostumbramos.

-¿Qué cosas tuvo que aprender mientras estaba allá?

-Todas las condiciones especiales de las islas nos obligaron a desarrollas artes que no sabíamos que teníamos: serruchar y desgrasar carne. Había una panadería, pero el problema es que se engrasaban los moldes con grasa de oveja y todo tenía gusto a oveja. Entonces esto nos obligó a aprender a hacer nuestro propio pan. También a cultivar en el invernadero.  Y otra cosa que aprendí fue a trabajar la lana. Un recuerdo muy lindo es que después me regalaron una rueca de las Islas, que me ha acompañado a todos los lugares que me ha tocado vivir por trabajar en el servicio exterior. Todavía la tengo.

-¿Qué comida era un lujo en las Islas?

-El corderito que se comía para Navidad y a veces para Pascuas. Y cuando venían las verduras y frutas frescas del continente. Entre nuestros amigos eran muy apreciados los morrones. Ajíes rellenos era el manjar más grande que se podía comer.

-¿Cómo fue dar clases allá?

-Nosotras enseñábamos español en distintos niveles: uno era el colegio, era una materia obligatoria en primaria y en secundaria. La recepción era la normal en ese sentido: algunos lo tomaban con más ganas, otros con menos. Después enseñábamos a adultos, en dos niveles: principiantes y avanzados. Ahí concurría gran cantidad de gente. Había interés. En ese momento las comunicaciones se daban en forma bastante fluida y frecuente con el continente, y se daban cuenta de que el idioma era necesario. También enseñábamos el español a los establecimientos de campo del interior, a través de la radio. Dos veces por semana se comunicaban y nosotros hablábamos y hacíamos ejercicios. Los materiales de estudio y ejercicios se enviaban a estos establecimientos por medio de un hidroavión que aterrizaba en los muelles. Y por último le enseñábamos también a la señora del entonces gobernador colonial de las islas. Creo que fue una medida política de ella para demostrar que había que aceptar esto, que era bien recibido, y a ella le dábamos clases particulares.

-¿Cómo las trataban los isleños?

-La relación entre la población y nosotras fue evolucionando a través del tiempo. En un primer momento eran un poquito hoscos. El hecho de que veníamos del territorio continental argentino no les era indiferente. Pero nunca hubo una agresión abierta y declarada. Sí había gente que, por ejemplo, si uno caminaba por la calle, se cruzaba a la vereda de enfrente. Marcaban un desaire, pero no abiertamente. Y hay que diferenciar: estaba la población que había nacido en las islas, pero también estaba la parte administrativa, que era gente que llegaba del Reino Unido por tres o cuatro años y se volvía a ir. Eran los que frecuentábamos más y tenían menos problemas. Después estaban los grupos de interés dentro de las islas, y veían que cualquier contacto con el continente podía amenazar sus intereses. Eran los que más estaban molestos. Pero con el isleño propiamente dicho, con el tiempo logramos establecer una conexión amable. 

-¿Había otros argentinos en la isla?

-Del continente éramos nueve personas. El representante de LADE (Líneas Aéreas del Estado), la persona que manejaba todo el tema de los pasajes, con algún empleado local, y quien estaba a cargo de YPF. Después se incorporó gente de gas, que manejaba buques mercantes.

-¿Qué sabían los isleños en aquel momento de la Argentina?

-Estaban informados en distintos niveles, de acuerdo a su interés y las distintas capacidades que había. Estaban al tanto de lo que pasaba, pero no llegaba la televisión. Había una radio del continente que apenas se pescaba. Su conexión era la BBC a la mañana y a la tarde y se conectaban en ese circuito cerrado de radio. Pero en el año ‘74, cuando murió Perón, hubo una misa en la iglesia católica de Saint Mary’s, a la que asistieron las autoridades de las islas, las autoridades coloniales y los nueve argentinos provenientes del territorio continental. Hubo un homenaje realmente.

-¿Cómo recibió la noticia?

-Cuando llegó la noticia de la muerte de Perón para nosotras fue un impacto, no teníamos diarios ni revistas, ni manera de comunicarnos. Teníamos que esperar al avión, que llegaba una semana más tarde. Había sí comunicaciones por teléfono, que uno pedía con anticipación. Pero sí, fue un gran impacto.

-¿Volvió luego de su regreso a la Argentina en 1975?

-Las islas fueron un gran impacto en mi vida, y en ese momento no tenía idea de lo que iban a significar y lo que después significaron. Cuando me fui en el 75 estaba segura que iba a volver, porque habían quedado amigos y demás, pero después nunca se pudo dar. Y casi diez años más tarde ingresé al servicio exterior (es Embajadora) y la vida me fue llevando a estar en contacto con ese tema y desarrollarlo y que se desarrollara en algo muy especial para mí. Nunca pude volver, pero no pierdo las esperanzas. Estoy segura de que en algún momento podré volver y visitar a los amigos que quedaron allá.

-¿Cuál es la relación actual entre los isleños y los argentinos?

-En este momento los argentinos con pasaporte pueden viajar a las islas. Se firmó un acuerdo específico, un entendimiento provisorio hasta tanto se solucione la disputa, para permitir esto. Para que no se amenace el derecho que tenemos con respecto a las islas. Comercio no existe, pero sí hay la posibilidad de llegar y estar en las islas. La comunidad que se conformó fue hecha a imagen y semejanza de la potencia colonizadora británica. De esa manera era necesario mantener a los argentinos del continente por fuera.

-¿Qué dejó la Argentina en Malvinas en 1982?

-El conflicto de 1982 rompió con la tradición argentina de búsqueda de soluciones de sus problemas de manera pacífica y diplomática. Desde 1833 Argentina venía intentando resolver la disputa de soberanía. Esto ocurrió y nos hizo retroceder en lo que se había logrado avanzar. La disputa sigue vigente y debe resolverse. La intención de la Argentina, como siempre, es de resolver la disputa en forma pacífica, a través de las negociaciones y teniendo en cuenta los intereses y la forma de vida de los isleños. No es desechándolos. Lo que nosotros decimos es que no pueden tener un veto en la solución de esta disputa. Hay que tenerlos en cuenta pero ellos son parte de la potencia que ocupa las islas y que las usurpó en 1833.

MI/RA

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