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Infojus Noticias

15-5-2013|19:55|Lesa humanidad Nacionales
Empezó el juicio en La Plata

Uno de los hermanos Iaccarino hizo una cronología del infierno

Hoy declaró durante cuatro horas y media Carlos, el hermano del medio. Contó el plan que la dictadura llevó adelante para despojarlos de sus empresas y campos. Los tres hermanos estuvieron detenidos 22 meses en varios centros. Hay dos ex policías acusados.

  • Carlos, al llegar hoy a los tribunales platenses para declarar. Télam.
Por: Laureano Barrera

Carlos Iaccarino giró sobre su eje: el juez Carlos Rozansky, presidente del Tribunal Oral Federal N° 1, le preguntó si antes de comenzar a declarar quería observar a los imputados, que estaban sentados en un corralito, a sus espaldas. Fueron cinco segundos de mirarlos a los ojos. Los verdugos guardaron silencio. Después comenzó a contar lo que le sucedió a él y a toda su familia, hace 36 años: “Trataré de hacer un breve resumen de lo que nos sucedió y en el por qué de la persecución que después sufrimos”, dijo. Carlos, Alejandro y Rodolfo (ya fallecido) fueron tres empresarios platenses que fueron despojados por la dictadura. Hoy Carlos, el mediano,declaró durante cuatro horas y media, apenas interrumpidas por un cuarto intermedio. Lo hizo con una cadencia suave y una memoria obsesionada que le permitió precisar casi quirúrgicamente nombres, fechas y lugares. “Siento que me saqué una mochila de concreto de las espaldas”, dijo a Infojus Noticias, al finalizar la audiencia. 

 
El testigo fue secuestrado el 4 de noviembre de 1976, en Santiago del Estero. Hoy narró con lujo de detalles el derrotero que lo llevó hasta la Brigada de Investigaciones de Lanús, que en realidad estaba en Avellaneda y se conocía como “El Infierno”. Allí se cristalizó la extorsión que se venía amasando –torturas de por medio- en otro centros clandestinos, y que será el objeto procesal de este juicio. Pasó por la Brigada de Investigaciones de la policía de Santiago del Estero, la brigada de la policía federal de esa provincia, la división de Seguridad Federal (en Capital Federal), la Décima Brigada (en el Primer Cuerpo de Ejército), las comisarías 37, 22 y 23 de la Federal, y el COTI Martínez, un centro clandestino de la Bonaerense. Después, el 6 de julio de 1977, llegó a “El Infierno”. 
 
Allí, estuvo detenido hasta el 13 de enero de 1978. Mandaban el comisario inspector de la Bonaerense Bruno Trevisán y el comisario Rómulo Ferranti. Son los dos imputados de este juicio por “secuestro coactivo en concurso real con tormentos”. El resto, los empresarios y funcionarios judiciales que participaron de la estafa, serán juzgados en una segunda causa que aún está en instrucción en el Juzgado Federal 3 de La Plata. 
 
Los hermanos Iaccarino tenían siete empresas. Eran hombres de negocios, pero con una matriz nacionalista y una profunda convicción religiosa. Alejandro, el más cerebral de los tres, había pergeñado a mediados de los ’60 un plan económico que difería sustancialmente de las corporaciones del rubro: lo había apodado el Plan Económico Expansivo General (PEEG). “Nosotros siempre buscamos como empresarios que la gente de menores recursos tuviera las mismas posibilidades que el resto, en precio y calidad, eliminando la intermediación parasitaria y negociando directamente con los productores”, explicó Carlos en la audiencia. 
 
Empezaron muy jóvenes a trabajar y tomaron contacto con algunos gremios, en La Plata. Empezaron con la construcción de viviendas sociales mediante un acuerdo con el gremio de la carne. “Crecimos rápidamente por el trabajo, la diversificación y una época proclive para que se generara una gran actividad”, dijo Carlos.
 
Los hermanos supieron que estaban en condiciones de intentar una expansión. Luego de una gran inundación en Santiago del Estero, compraron 25.000 hectáreas en noviembre de 1974. En mayo de 1975 compraron Empresa Láctea Santiagueña Santiago del Estero, que se convertiría en la nave insignia de su emporio. El primer semestre dio grandes pérdidas, pero el segundo tuvo ganancias fabulosas. Los hermanos se dieron cuenta de que había un nicho para formar allí una cuenca lechera que abasteciera a todo el Noroeste. Y elevaron categóricamente la ganancia de los tamberos: de 19% de participación con las tres grandes empresas monopólicas de la región, pasaron a darles un 50%. Luego compraron un avión. “Nos íbamos a matar con los autos y se dio la posibilidad de comprar el avión en mayo del 76”, contó Carlos.
 
Entonces arreció la persecución que estaba en marcha desde hacía tiempo. La inteligencia de Santiago del Estero coordinó un plan con el Primer Cuerpo de Ejército y con la Dipba, de la Bonaerense. El 24 de marzo de 1976 los detuvieron, y confiscaron su avión por cuarenta días sin darles ningún motivo. El 4 de noviembre de 1976, en Santiago y en Capital Federal, los hermanos Carlos, Alejandro y Rodolfo Iaccarino, junto con sus padres, fueron detenidos. Era por orden de la Décima Brigada, dependiente del Primer Cuerpo de Ejército. Sus padres serían liberados 13 y 17 días después. Los tres hermanos pasarían 22 meses presos donde fueron torturados ferozmente.
 
“Yo no soy un hombre temeroso, pero le aseguro que todo aquello daba miedo”, dijo Carlos, hablando del Coti Martinez, un chupadero de la provincia de Buenos Aires donde pasaron 40 días en cautiverio. “Bajamos veinte kilos”, agregó.
 
La extorsión
 
Dos días después de llegar a la Brigada de Lanús, el 8 de julio de 1977, asistió un  juez federal de La Plata y su secretaria. Les habían iniciado una causa penal en la que los acusaban de tener un monopolio de carnes. Casi tres meses después, llegaron dos empresarios con una propuesta. “Ustedes acá para irse tienen que entregar algo. Y nosotros queremos comprarle el campo y el avión. Nosotros le vamos a dar el dinero después a su padre y le vamos a solucionar la causa en La Plata por monopolio”. Los Iaccarino les dijeron que no podían vender porque estaban detenidos, pero que iban a pensarlo. “Acá hay dos posibilidades: o entregan algo o van al Río de La Plata”, los amenazaron. Se firmó un boleto de compra venta ese día. A cambio les ofrecieron un hotel en Alta Gracia o una cancha de golf y 300.000 dólares, que nunca les dieron. 
 
El 11 de noviembre les notificaron del sobreseimiento de la causa por el monopolio de carne. Ese mismo día, volvieron los empresarios junto a una escribana, Lía de Caamaño, que según Iaccarino aún sigue ejerciendo. En un último acto de rebeldía, Carlos pidió que agregaran el lugar donde se hacía la operación. La escribana lo miró a Ferrante, que aprobó con la cabeza. Y lo agregó, con letra temblorosa: “Brigada de Investigaciones de Lanús”.
Hoy es una de las pruebas más contundentes del juicio. “Había una sincronía perfecta de todos los poderes, dañina, perversa, pero perfecta”, dijo hoy Iaccarino, refiriéndose a la complicidad de empresarios, funcionarios judiciales y militares. 
 
La estrategia de Ferranti
 
Un rato antes, Ferranti había hablado. En su despacho de la Brigada, en octubre, noviembre y diciembre de 1977 se había producido la venta extorsiva de dos campos en Santiago del Estero y el avión. Dijo no recordar a los Iaccarino, aunque admitió que en su despacho se reunía mucha gente y es posible que hubieran pasado. Su estrategia es decir que en la fecha en la que se firmó compulsivamente el poder para vender sus propiedades, en pleno centro clandestino y ante una escribana y dos empresarios que serían los compradores, él ya no estaba a cargo de ese destino. “El 21 o 22 de octubre se escapó un detenido de apellido Martínez cuando va a declarar, y a mí me trasladan de dependencia”, se excusó. “Yo estaba en La Plata, esperando destino”. Sin embargo, el poder que está fechado en noviembre, lleva su firma.
 
“¿Usted firmó ese poder?”, le preguntó Rozansky. Ferrante afirmó que sí. “Y allí menciona a los hermanos Iaccarino. Es decir que usted sabía que estaban allí. Y usted dijo que no los recordaba”, dijo el juez. “Sí, tiene razón. Pero yo no los conocía profundamente”, reconoció el imputado. Ferranti atribuye esas firmas a “una muy mala costumbre de la policía”: le llevaban a firmar esos papeles “porque yo entendía en esa causa, pero yo ya no estaba en la Brigada”.
 
Trevisán, su jefe entonces, prefirió el silencio. Su abogado defensor se lo había aconsejado en voz alta, en plena audiencia.