El economista Aldo Ferrer analiza las consecuencias que tendrá un fallo favorable o desfavorable a la Argentina en el litigio contra los fondos buitre. Los intereses en juego y las posiciones de los países de la región, la Unión Europea y el FMI.
El sistema financiero no es el canal de transferencia del ahorro a la inversión: es un gigantesco casino. Los fondos buitre son un síntoma más de la enfermedad de ese sistema internacional. En los mercados se especula, entre otras cosas, con las variaciones de las tasas de interés y con las primas de riesgo. Sobre cuanta cosa se puede especular, hay algún espacio del mercado financiero.
Los fondos buitre actúan en situaciones de incumplimiento de deuda. Compran papeles -bonos de deuda soberana- que llegan a tener un valor próximo a cero, y exigen el cumplimiento en los términos originales para obtener una diferencia fenomenal. Los fondos buitre son un síntoma de la enfermedad, y lo importante es vacunarse contra la ella. Argentina se ha vacunado en el momento en que comenzó a desendeudarse, y llevó la deuda a límites pagables con recursos propios. Los juicios ante tribunales extranjeros son un problema, pero no son un obstáculo insalvable para seguir adelante con la política de defensa del interés nacional.
Varios medios financieros, incluso el Fondo Monetario Internacional y algunos gobiernos de países desarrollados, advierten con preocupación que un fallo adverso a la posición Argentina implicaría cuestionar cualquier futuro arreglo de dificultades con la deuda soberana, complicando posibles operaciones de reestructuración. Es un problema que está presente con la deuda de España y en muchos otros países. Un fallo coincidente con la posición argentina despeja un problema del camino.
Si el fallo norteamericano favorece a los fondos buitre, será que la infección se mantiene; sino, significará un límite. Una sentencia adversa no podría afectar la marcha de la Argentina, porque nuestra economía funciona sobre la base de sus propios recursos y sin recurrir al crédito internacional. El gobierno dispone de libertad de maniobra para seguir manteniendo la defensa del interés nacional.
La Unión Europea sigue políticas neoliberales, y eso es consecuencia del peso extraordinario que ha adquirido la dimensión financiera especulativa. Pero esa dimensión alcanzará eventualmente un grado de tensión suficiente para provocar un cambio de las reglas. Argentina no tiene el poder necesario para cambiar el sistema financiero internacional, pero sí tiene un poder decisivo para decidir cómo actuar ante ese sistema.
Hemos demostrado que podemos recuperar el comando de nuestra realidad defendiendo el interés nacional. Hay que consolidarlo, y ampliar las bases de sustentación de un proyecto nacional. Hemos decidido dejar de ser deudores a merced de los acreedores y de los mercados especulativos para ser un país sostenido sobre propios recursos, que reestructuró la deuda y la está pagando con recursos propios. Y ese es un cambio radical en términos de recuperación de soberanía.
Lo que nos lleva a evaluar la posibilidad de un fallo en contra de la Argentina es la influencia de los mercados especulativos –de los cuales los fondos buitre son una expresión extrema-. En un sistema financiero bien organizado, con controles sobre los paraísos fiscales y sobre la especulación desenfrenada y corrupta, estos fondos no habrían tenido ninguna posibilidad de avanzar con su reclamo. Si han llegado hasta estadío es porque el sistema está enfermo.
La actitud del gobierno de Estados Unidos y de las autoridades del FMI -de retroceder en su decisión de apoyar el reclamo argentino- se debe a la misma lógica de presión de los fondos buitre y los mercados especulativos. Pero además, existe un gran disgusto en los centros de poder internacional con respecto a la actitud soberana de la Argentina, que replanteó su deuda sin recurrir al Fondo, con una oferta y recursos propios.
Ese desempeño va a contrapelo de la visión que tienen los países hegemónicos de que al mundo lo organizan ellos conforme a sus reglas. Cuando un país resuelve un problema conforme a otras normas, no les gusta. Al mismo tiempo surgió la contradicción de que un fallo adverso a la Argentina complica toda previsión de reestructuración de deuda soberana, y eso ha llevado a que algunos gobiernos se vean obligados a apoyar nuestra posición, en clara ambivalencia.
He leído que Pablo Nogueira Batista -un antiguo y querido amigo mío-, que se desempeña como representante de Brasil en el FMI, ha criticado la posición del Fondo de no insistir en el apoyo de la posición argentina, por la abstención del gobierno norteamericano. Hay una empatía política en los países de América del Sur respecto de cuestiones como esta. Argentina y Brasil son miembros del G20, y allí han planteado posiciones en torno de ordenar el sector financiero, de resolver el problema de los llamados paraísos, que son guaridas fiscales. Hay posiciones conjuntas y solidarias.
Dentro de la Argentina hay sectores adheridos a la estructura del subdesarrollo y de los intereses establecidos, que no son consistentes con el interés nacional. Ellos siempre han tenido una actitud pro-extranjera, apoyando los criterios del FMI y de los mercados. Lo que cabe esperar de ese frente interno neoliberal es el rechazo a la posición soberana, pero en la medida en que se consolida un frente nacional sólido de defensa del interés argentino, esos sectores no pueden bloquear una medida nacional. Pasó con la reestructuración de la deuda, con la nacionalización de YPF, y con la nacionalización del sistema jubilatorio. Ya no tienen la capacidad de bloqueo que tenían en otros tiempos, y no la tienen porque el país ya no está subordinado a los mercados.