Giberti señala en esta nota que las nenas y las jóvenes "están expuestas al ataque de aquel que precisa anticiparse al cuerpo juvenil o maduro, que podría defenderse".
Después de largos años de silencio alrededor de las niñas, invisibles en las conversaciones y en los relatos históricos porque quedaban perdidas dentro de la clasificación de "los niños", hoy surgen con su identidad de género, las niñas, cuando las matan y el homicidio se asocia con la violación.
El violador reconoce lo femenino que ellas transportan, femininus como se dice en latín para referirse a las mujeres. Entonces lo desea y lo ataca en ejercicio del que supone su derecho como varón.
Así inaugura el feminicidio (que los acuerdos internacionales transformaron en femicidio), que incluye el homicidio de una mujer cuyo cuerpo de niña o de adolescente produce la tentación de lo femenino.
Aquello que el violador se propone poseer en el grito de la víctima y en el silencio de su huida.
Así son los feminicidios para las niñas. Ellas están expuestas al ataque de aquel que precisa anticiparse al cuerpo juvenil o maduro que podría defenderse.
El feminicidio contra las niñas ha logrado tornarlas visibles y diferentes de los niños y ganar el espacio público que la indignación social les concede.
Las niñas y las adolescentes han logrado su derecho para ser nominadas víctimas de feminicidio como se caracteriza el homicidio de mujeres.
Quienes las atacan no las incluyen en el territorio de "los niños" indicriminadamente; saben que están violando y matando a una niña, en el disfrute de una virginidad clausurada.
Nota de opinión publicada por la agencia de noticias Télam.