¿Se puede reconstruir el estado psicológico del fiscal en las horas y días previos a su muerte?, se pregunta el periodista Néstor Espósito. Por qué aunque las pruebas apuntan a la hipótesis del suicidio, la única pieza que no encaja con esa idea es el propio Nisman.
Camino a las tres semanas desde la trágica muerte del fiscal federal Alberto Nisman, los elementos de prueba recolectados hasta ahora –fatigosamente- por la fiscal Viviana Fein continúan abonando la hipótesis del suicidio. La única pieza del rompecabezas que no encaja es el propio fiscal Nisman.
En el expediente está probado que Nisman estaba solo en el interior del baño en el que apareció su cadáver. Todo parece indicar que tampoco había una segunda persona en el departamento, pero a estas alturas de la investigación hasta ese detalle parece secundario. Nisman estaba vestido “de entrecasa”: pantalones cortos y remera sin roturas ni deformaciones. Analizados para determinar la presencia de ADN de otra persona, arrojaron resultado negativo.
Mucho se ha hecho hincapié en por qué el arma no tenía rastros de Diego Lagomarsino, su dueño y quien se la entregó a Nisman el día antes de la muerte. Esa pregunta no tiene una respuesta certera aunque sí un ensayo de tal: Nisman pudo haberla limpiado con el “paño verde” en que Lagomarsino la llevó envuelta. Es imposible saber si ello ocurrió. Tan imposible como descartarlo definitivamente.
Pero el detalle de la ausencia de ADN foráneo en la ropa muestra que no hubo contacto con otra persona. Por lo menos no directo, intenso y duradero como para dejar una impronta de sudoración, un cabello, saliva o cualquier otro elemento que acreditara la presencia de alguien que no fuera el difunto fiscal.
La jueza Fabiana Palmaghini y la fiscal Viviana Fein observaron unas manchas de sangre en el lavatorio del baño. Parecían alterar la inercia de la caída del cuerpo después del disparo. Sin embargo, el primer juez que intervino en la investigación, Manuel de Campos, especializado en técnicas de investigación criminal, las interpretó como factibles en el contexto de la escena. Además, por la forma en que estaba semitrabada la puerta del baño, resulta materialmente imposible que alguien pudiera haber salido (o entrado) de ese lugar después de la detonación que acabó con la vida de Nisman.
¿Entonces? El perfil psicológico de Nisman no coincide con el de un suicida. Por lo pronto, el Nisman que describieron todos los testigos de concepto que desfilaron ante la fiscal Fein están muy lejos de mostrar a un hombre acorralado, desesperado y acobardado por el futuro que debería afrontar en los días posteriores a la denuncia por encubrimiento que efectuó y que salpicaba a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Un psicólogo ajeno a la causa se presentó ante la fiscalía de Fein y propuso una medida novedosa e infrecuente en las investigaciones penales: una “autopsia psiquiátrica”. ¿Es posible reconstruir el estado psicológico de Nisman en las horas y días previos a su muerte? Tal vez allí haya alguna de las explicaciones que están faltando.