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Las razones de una noticia que convirtió al 5/8/14 en un "díazo"

Una vibración colectiva que atravesó a millones

¿Por qué cada lector recuerda exactamente a dónde estaba cuando se enteró de la noticia de Guido? Millones de argentinos conmovidos al mismo tiempo porque en esos cuerpos estaba inscripto el deseo por la verdad, la ansiedad por cicatrizar pasados con reparación, la alegría de saber que al menos esta vez no habría tensiones porque él mismo, Guido, había buscado, había querido saber.

  • Ilustración: Kitsch
 

¿Qué vuelve posible y qué consecuencias tiene un hecho individual y colectivo como el que sucedió el 5 de agosto de 2014 en Argentina? A falta de un concepto adecuado, podríamos permitirnos el neologismo “díazo” para intentar precariamente sintetizar lo vivido. Cierto estruendo de unanimidad del sentir: algo que sólo excepcionalmente ocurre en las sociedades, pero que ocurre. Es más habitual que ocurra ante desgracias: un terremoto, el asesinato de Kennedy, una bomba destruye una escuela. En esos casos hay una inmensa tristeza compartida, una sociedad que se hace a sí misma en el llanto. Puede ocurrir una emoción transversal a todo el tejido social ante una copa del mundo, ante el fin de una dictadura. La efervescencia viene trabajando durante días, a veces durante semanas, para su estallido. Es un estallido agendado, con fecha y hora para ir a la Plaza.

El díazo de ayer fue diferente por muchas razones. 35 años de búsqueda, día a día, tienen la capacidad de rutinizar una lucha, porque la búsqueda es también una forma de vivir: la duda, el desconocimiento, la ilusión, la frustración. Las Abuelas soportaron acusaciones vergonzosas, al iniciar su lucha y también en distintos momentos de estos 35 años. Sus palabras fueron eludidas por algunos actores, pero la campaña para que los jóvenes con dudas se acercaran a las Abuelas estaba impresa hasta en las boletas de los servicios públicos.

¿Por qué cada lector recuerda exactamente a dónde estaba cuando se enteró de la noticia? Porque la emoción que cada uno sintió en ese momento resulta inolvidable. Hubo una vibración colectiva que atravesó a millones de cuerpos argentinos. Si eso sucedió es porque en esos cuerpos estaba inscripto el deseo por la verdad, la ansiedad por cicatrizar pasados con reparación, la alegría de saber que al menos esta vez no habría tensiones porque él mismo había buscado, Guido mismo había querido saber.

Si se recuperaron 114 nietos, ¿por qué este episodio fue especialísimo? Creo que se combinaron diferentes circunstancias para producir ese díazo. La más evidente es que Estela misma es una metáfora de todas las luchas pacíficas pero indoblegables por algunas palabras que puede vaciarse si se abusa de ellas pero que viven, como se vio ayer, en las venas mismas de la sociedad: la verdad, la justicia y la reparación. Como dirigente, como figura pública, como figura internacional, Estela condensa muchas virtudes. Es obvio que condensar la honorabilidad con las convicciones, la militancia con la persistencia, los buenos modos con la intransigencia, la generosidad con …. y así, no es algo que abunde en estas tierras.

Creo que hubo algo más, que es la coyuntura del díazo. La sociedad argentina, mayoritariamente convencida de la necesidad de la democracia y de la soberanía, de valores como los derechos humanos y el rechazo a la exclusión, atraviesa unos meses de alta complejidad económica y política. Sobre dicha complejidad los sentires son diversos, como en toda sociedad democrática. Es un clima siempre proclive para que los agoreros anuncien la catástrofe, recuerden que el infierno es el destino nacional y provoquen interrogantes sociales sobre nuestros pecados colectivos. Todo el clima social se bambolea como si la Argentina fuese maravillosa o calamitosa. Y en medio de esa tormenta, una frase corrió de boca en boca: “encontraron al nieto de Estela”, “apareció el nieto de Carloto”.

Y la frase encendió la pólvora, produjo una conmoción que perdura y hecho un mentís a quienes creen que la Argentina podría hundirse en el “barro de los derechos humanos”. Ellos debieron callarse. Hacer silencio. Fue el turno en las múltiples voces de la convicción. De las voces que alertan que el camino es largo. Que más que una vez hay motivos para descreer. Que más que una vez uno piensa que no tendrá fuerzas. Pero después todo resurge, se expande en el trabajo colectivo, se multiplica. Y tiene chances, tiene posibilidades de terminar bien. Cada uno podría tener su propio díazo. La Argentina ha tenido este y necesitará otros.
 

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