Mario Segovia está detenido por exportar efedrina a México. Ahora afronta un tercer proceso, por sus primeros pasos en el mundo de la ilegalidad: el contrabando de mercadería proveniente de Taiwán. El juicio empezará a mediados de 2015.
Mario Roberto Segovia –rosarino, 40 años, detenido en una unidad penal federal- dio sus primeros pasos en el negocio del contrabando con la venta de CDs y DVDs. Fue en 2005, mucho antes de que comprara una fastuosa casa quinta, autos de lujo (un Rolls Royce Phantom, dos camionetas Hummer, una Land Rover), y de ganarse el apodo de "Rey de la Efedrina”. En aquellos tiempos iniciáticos, montó una empresa fantasma con un nombre falso y la usó para importar mercadería de Asia por valores millonarios. La registraba en la Aduana, como material de construcción, a precios insignificantes. Con dos condenas por tráfico de efedrina, Segovia ahora espera en la cárcel el comienzo del tercer juicio oral en su contra por “contrabando agravado”.
“Se prevé que el juicio comenzará en la primera mitad del año próximo”, dijeron fuentes judiciales a Infojus Noticias. La causa es un desprendimiento de otro expediente en el que Segovia fue condenado a nueve años de cárcel. Esta semana la Cámara Federal de Casación Penal rechazó un planteo de la defensa para apartar a los jueces del Tribunal Oral en lo Penal Económico (TOPE) 2 -César Osiris Lemos, Claudio Javier Gutiérrez de la Cárcova y Luis Gustavo Losada- y dejó la causa al borde del juicio. Los abogados habían planteado que el mismo tribunal ya lo había juzgado en el mismo expediente. Casación argumentó: si bien se trata de una modalidad similar a los hechos ya juzgados, son acontecimientos diferentes.
Antes de convertirse en el mayor exportador de efedrina del país, Segovia vendió celulares y trabajó de mozo. Todos los días pedaleaba en bicicleta desde su casa hasta el comedor del Club Provincial, en la zona sur de Rosario. Hacía un dinero extra vendiendo CDs, DVDs y revistas porno. Sus clientes eran amigos y compañeros de trabajo. Pese a tener más de un empleo, le costaba llegar a fin de mes. En 2003 afrontó un juicio por desalojo de un departamento por no pagar el alquiler.
Negocios sucios
Cuando la economía empezó a mejorar, Segovia apostó por un emprendimiento propio: la fabricación y venta de productos informáticos. En 2005 fundó la empresa Burn & Play Tecnologies S.A con un nombre falso: Héctor Germán Benítez. Compró un cargamento en Taiwán que registró en la aduana como “ladrillos refractarios” por un valor de 7920 dólares. En la Terminal Portuaria 4 del Puerto de Buenos Aires descubrieron que en los containers había 800 mil CDs y 180 mil DVDs. El valor de la mercadería era de casi 300 mil dólares.
El negocio creció y se diversificó rápidamente. En 2006, Segovia dejó de contrabandear productos informáticos y se convirtió en “jefe, financista y organizador” de una banda que vendía efedrina a cárteles mexicanos que producían metanfetamina. Los investigadores calculan que entre ese año y noviembre de 2008, cuando fue detenido en Aeroparque, exportó casi nueve mil kilos de efedrina. Aquel día, viajaba con un documento a nombre de Héctor Benítez, la misma identidad que había utilizado para importar CDs y DVDs.
La investigación, en manos del juez en lo penal económico Marcelo Aguinsky, se había iniciado a partir de una denuncia de presentada por la Aduana -que depende de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP)- por el envío de 300 kilos efedrina disimulados en un cargamento de 12 toneladas de azúcar. El magistrado elevó la causa a juicio oral y en marzo de 2012 el TOPE 2 lo condenó a nueve años de prisión por contrabando agravado por utilizar documentación falsa. Otras cuatro personas recibieron penas de entre dos años y ocho meses y siete años.
En agosto de 2012 el Tribunal Oral Federal Nº 4 de San Martín condenó a Segovia y a otras ocho personas, entre ellas su esposa, Gisella Itatí Ortega. El jefe de la organización recibió una pena de 14 años que se sumaron a la pena anterior. La causa se había iniciado tras el desbartamiento, en julio de 2008, de un laboratorio de metafentaminas en una quinta de Ingeniero Maschwitz.