En la primera experiencia como presidente de mesa de una votación, Hernán Merli es el centro de atención de la Escuela N° 3 “Manuel Augusto Montes de Oca” de Caballito. Posando como líder, les dice a sus compañeros: “Si no estamos tranquis, vamos a llegar muertos a las seis de la tarde”.
Hernán Merli lo sabía: hoy iba a ser un día complicado. La lista de actividades incluía buscar a las 6 a la hija adolescente y sus amigas, invitadas a una fiesta de 15. Repartirlas casa por casa. Luego volver y ayudar a la novia con el cumple de su hija que se festeja esta tarde en las afueras de la ciudad. Pensó, aliviado, que al menos la noche anterior jugaba Huracán, equipo del que es hincha, y que los domingos no trabaja arriba del taxi. Así iba a ser, más o menos, el 26 de abril de este hombre de 46 años -1,84, grandote, morocho de ojos claros-. Así hasta que le llegó una citación de la Justicia Electoral. La sentencia: presidente de la mesa 2821 en la Escuela N° 3 “Manuel Augusto Montes de Oca” de Caballito.
Son las 7 de la mañana y aún es de noche en Buenos Aires. Hernán estaciona su taxi a media cuadra de la escuela donde está el aula que lo tendrá como máxima autoridad. Es su primera vez y está nervioso: la tensión se nota en los músculos. Con el correr de las horas, cuando lleguen los fiscales, autoridades de mesas y suplentes, Hernán se dará cuenta que la falta de experiencia es un denominador común. Hará chistes, comerá una factura al pasar, pedirá una foto cuando emita su voto.
Pero ahora está solo sacando boletas de una bolsa negra y preguntándose quién será el que le dará una mano en esta jornada con 30 boletas distintas. ¿El fiscal general? ¿El presidente de mesa suplente? ¿Dónde están todos? Son las 7.30 y los comicios empiezan a las 8. “La estoy pasando mal”, dice. Hernán fue gerente de ventas, entrenador de Básquet y hoy es taxista: sabe tratar con la gente. Y en un rato, sin saber muy bien cómo, se convertirá en el centro de atención de esta escuela, donde hay siete mesas para votar, pero ninguna tiene tanta actividad ni charla ni planes para las próximas elecciones como la suya.
El grupo de la mesa 2821, con Hernán como presidente, se está conociendo. Pero es probable que todos pasen más tiempo juntos. Con absoluta certeza: estas primarias y las elecciones generales del 5 de julio próximo. Si hubiera ballotage, una tercera vez. Y si fueran ellos mismos los elegidos para las elecciones nacionales –lo que usualmente sucede-, otra vez con seguridad dos veces y una tercera en caso de necesidad de segunda vuelta. Serían seis domingos, en total.
8 AM- Todavía no llegó nadie a votar y Hernán busca a una chica con uñas que pueda cortar cinta scotch para pegar los carteles. Luego estudia el padrón obligatorio para información de los 348 votantes de su mesa, desde “Méndez, Mirta Gladys” a “Miremont, Armando Jorge”. Mientras manipula la urna de cartón, debate con unas tres personas dónde se pega el adhesivo para la seguridad electoral: ¿arriba solo? ¿Arriba y abajo? ¿Es el finito o el ancho? ¿Dónde se firma? ¿Quiénes?
De pronto, la fiscal general de un partido político lo tranquiliza: le dice que ella participó de varias elecciones y que están haciendo todo bien. En la mesa 2821 son todos primerizos: se miran y respiran por primera vez. La elección va en marcha. Abrirán más tarde, pero lo harán bien. “Me voy a relajar. Somos todos nuevos y estamos aprendiendo juntos”, dice el presidente y la frase suena como oxígeno extra para un buzo en el mar.
El primer votante de la vida de autoridad de mesa de Hernán Merli llega a las 8.35. Todo está en su lugar. Sobres firmados. Acta de apertura hecha. Cuarto oscuro cerrado con todas las boletas. Hernán mira desde una silla azul de computadora, con tijera y regla en mano. Toma el DNI y hace pasar a una mujer al cuarto oscuro. Posando como líder, les dice a sus compañeros: “Si no estamos tranquis, vamos a llegar muertos a las seis de la tarde”. Y después se dice en voz alta a sí mismo: “En la próxima voy a ser Gardel”.
PS/JMM