A Luis Roberto Medina lo asesinaron ayer de veinte tiros, dentro de su auto. También mataron a su acompañante, una modelo de 23 años. Era señalado como uno de los capos del negocio del narcotráfico en Rosario. Y su nombre sonó como el posible ideólogo del atentado a la casa del gobernador santafesino, Antonio Bonfatti.
Luis Roberto Medina supo gambetear la ley con asombrosa elegancia. Millonario, de 42 años, de perfil bajo y buen vestir, se mantuvo lejos del alcance de la Justicia hasta hace unos meses, cuando su nombre sonó como el posible ideólogo del atentado a la casa del gobernador santafesino, Antonio Bonfatti. Legalmente era dueño de una concesionaria de autos en la zona oeste de la ciudad y un lavadero de autos. En voz baja era señalado como uno de los capos del negocio del narcotráfico en Rosario y localidades del sur de la provincia. Ayer a las seis de la mañana Medina fue asesinado a junto a la modelo Justina María Castelli, de 23 años. Cuando llegó la policía encontró el cuerpo del empresario narco tendido frente al volante de un Citroën DS 3 rojo con 20 orificios de bala en el cuerpo. La mujer estaba tirada en el asfalto, a unos metros del auto.
Los investigadores definen como “blanqueo” cuando la policía decide sacar del ruedo a un jefe narco que ya está “quemado”, que ya no sirve como distribuidor o porque hay necesidad de mostrar ante la opinión pública que se combate al delito. Luis Medina fue detenido por primera vez el 9 de diciembre de 1999, a sus 28 años, en una causa por tráfico de drogas. Desde aquel día se mantuvo al margen, alejado de los expedientes judiciales pero no de los negocios ilícitos.
El cambio comenzó hace unos años, cuando intentó convertirse el “dueño de la noche” de Rosario. A partir de ese momento su nombre comenzó a sonar en los medios de comunicación. “Llega a Rosario la franquicia porteña Esperanto”, decían los titulares de los diarios. Esa fue la escena de su vida, el antes y el después: el boliche de las botineras abrió las puertas a la investigación.
La última pareja conocida del “Gringo” Medina fue Daniela Ungaro, hermana del Rene “Chapita” Ungaro, preso por el homicidio del ex jefe de la barra brava de Newell’s Roberto “Pimpi” Caminos. Cuando el boliche Esperanto ya había abierto sus puertas en Rosario, previo a la ruptura de la pareja, ella subió una foto a las redes sociales en la que estaba arriba de una pasarela que cruzaba la pista del boliche. La imagen tenía un título: “Soy la dueña”. Esos fueron los primeros indicios que permitieron sospechar que Hernán Capucci, supuesto titular, sería un testaferro de Medina.
Luego de unos meses, Leo Travaglio –creador de la franquicia- dio a entender que Luis Medina podría ser parte del grupo inversor. El presunto narco se apartó de las sombras: en varias oportunidades en la cuenta oficial del boliche -hoy cerrada- aparecían fotos de él con los famosos que visitaban Esperanto.
Fuentes de Esperanto informaron que solo en la decoración se habían invertido 800 mil dólares. Otros 250 mil dólares se gastaron en comprar la marca del boliche. El champagne Dom Pérignon era el protagonista de la sala del primer piso del boliche, con lujosos sillones y un plasma que transmitía todo lo que estaba pasando abajo. En las noches, Esperanto se convertía en lugar de reunión y brindis de muchos personajes importantes del mundo del delito en la ciudad.
Junto a Ungaro, su compañera por más de 11 años, tenía registradas las sociedades Lumed y Yazmin, un juego de palabras que hace referencia a las hijas de Ungaro. Ella es integrante de una reconocida familia ligada al delito. Estuvo detenida varias veces.
Medina estaba siendo investigado por la Secretaría de Delitos Complejos, dependiente del Ministerio de Seguridad de la provincia. Los funcionarios tenían en la mira al empresario por la diversificación de sus activos, algo que era relacionado con actividades con la narcocriminalidad.
“Para muchos era el CEO de una empresa narco criminal con presencia predominante en parte del Oeste y el Norte de Rosario y de ahí, cuanto menos, a Cañada de Gómez”, explicó el criminólogo Enrique Font.
¿Quién quería la cabeza de Medina? ¿Por qué? Hay tantas razones como enemigos tenía. Se habla de disputa de zonas: la muerte de Ariel el “Pájaro” Cantero, jefe de la banda Los Monos, habría hecho temblar el tablero y se movieron algunas fichas. Otros rumores apuntan a la policía: cansados de la fama que comenzaba a adquirir el empresario narco, habrían decidido “blanquearlo”. Otras sospechas apuntan a su ex mujer, Ungaro.
Lo poco que se sabe a estas horas es que Medina fue asesinado de al menos diez disparos –su cuerpo tenía 20 orificios de 9mm-. El crimen ocurrió alrededor de las 6 de la mañana en Avenida Belgrano, en la mano que va hacía el sur, entre Ayolas y Uriburu, a unos 300 metros de la comisaría 16ª.
La víctima se desplazaba en un Citroën DS3 rojo junto a Justina María Castelli Pérez, que recibió tres balazos y murió en el acto. La joven, conocida en el ambiente artístico nocturno con el nombre de Justina Fuster, había sido vinculada en la revista Paparazzi con el reconocido futbolista Christian “Ogro” Fabianni.
Según fuentes policiales, Medina fue interceptado por dos automóviles. Uno de ellos se cruzó delante de su vehículo mientras desde el otro abrieron fuego. En el lugar del hecho se hallaron más de una veintena de vainas calibre 9 milímetros.