Durante un año violó al menos 30 mujeres. Su condena fue reducida de 49 a 40 años por tener “rasgos psicopáticos”.
El “sátiro de la bicicleta” aterrorizó durante un año a La Plata. Entre 2005 y 2006 abusó de treinta mujeres. Las subía a su bicicleta y las llevaba a lugares desolados donde las violaba. El Tribunal de Casación Penal bonaerense confirmó la condena que la Justicia platense le habían dado en septiembre del año pasado pero la redujo de 49 a 40 años. Todavía se investiga si fue el responsable de otros veintitrés casos.
La Sala V del Tribunal de Casación Penal provincial tuvo en cuenta, para reducir la condena Emiliano Perandones Pérez, de 49 a 40 años, que el hombre, de 28 años, posee "rasgos psicopáticos", según diagnosticaron peritos durante el juicio. Para los jueces ese trastorno "debe ser interpretado como un factor que redujo la posibilidad de autodeterminarse, cuestión que guarda relación con la responsabilidad de su conducta". Y "limita el grado de culpabilidad, debiendo repercutir ello en la determinación de la pena". En septiembre del año pasado el Tribunal Oral en lo Criminal N° 5 de La Plata lo había condenado – con una de las penas más altas aplicadas por delitos sexuales- teniendo en cuenta los reconocimientos de las víctimas, los resultados de cotejos de ADN y los peritajes médico-forenses que lo describieron como un "psicópata que no tiene empatía con el dolor de la víctima".
Que contaran hasta doscientos antes de darse vuelta. Eso les dijo el sátiro de la bicicleta, a cada una de sus víctimas después de violarlas. La justicia platense acreditó 29 vejaciones pero 30 víctimas, porque dos jóvenes estaban juntas cuando el sátiro las atacó. Los casos sucedieron entre los años 2005 y 2006 y todavía se investiga si también Pérez es el responsable de otros 23 casos de abuso en la capital bonaerense. El raid delictivo de Perandones Pérez siempre fue a bordo de su bicicleta.
El modus operandi era el l mismo en todos los casos. Elegía a sus víctimas, las seguía, estudiaba uno y cada uno de sus movimientos. Las interceptaba en la calle. Las amenazaba con un arma de fuego y así las obligaba para que caminaran a su lado simulando ser su novia. Después las hacía subir a su bicicleta y las llevaba hasta algún descampado o una casa abandonada. Las violaba. Les pedía una prenda íntima para llevarse de recuerdo. Un trofeo. Entonces les decía que contaran hasta 200 mientras él se alejaba. A las que se resistían a sus ataques, las agarraba del cuello y las asfixiaba hasta que accedían a sus deseos. A algunas les robó dinero. A otra le dejó plata para que se compre la “pastilla del día después”.
Los escenarios en los que actuó fueron varios y se repitieron: los barrios platenses de Tolosa, Ringuelet, San Carlos, Altos de San Lorenzo, Hipódromo, uno en la ciudad de Berisso y otro en Ensenada. Fue precisamente en esta última localidad que, en diciembre de 2006, una de sus víctimas lo vio despachando nafta en una estación de servicio de la avenida 122. Lo reconoció. La policía lo fue a buscar. Desde hacía un año, cuando habían comenzado los ataques, Perandones tenía domicilio en la ciudad de las diagonales. Se había instalado en la casa de su novia, tras salir de la cárcel en la que cumplía una condena de siete años por violación, que le fue reducida a la mitad por buena conducta. Pero ese no había sido su primer antecedente: durante su adolescencia había abusado de una mujer en Adrogué, donde vivía. Fue declarado inimputable por su edad.