Ariel Dulitzky es abogado y profesor de la Universidad de Texas. Es miembro del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Desapariciones Forzadas e Involuntarias, que pasará a presidir el 1° de octubre. "Las Madres, las Abuelas o el CELS son modelos de reacción que uno puede ver en distintas partes del mundo y que aprendieron de la experiencia argentina", dice en esta entrevista con Infojus Noticias.
Ariel Dulitzky es un abogado argentino especializado en derechos humanos. Es miembro del Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre Desapariciones Forzadas e Involuntarias, el cual pasará a presidir desde el 1° de octubre. Se desempeñó como secretario adjunto de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA). Actualmente es profesor y director de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Texas, desde donde habló, vía telefónica, con Infojus Noticias. El Grupo de Trabajo de la ONU sobre desapariciones forzadas se creó en 1980, fundamentalmente para responder a las denuncias por las desapariciones en Argentina y Chile.
-¿Cuáles son las funciones del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de la ONU?
-El Grupo tiene dos mandatos. Uno, que llamamos “humanitario”, que trata de establecer la suerte o el paradero de las personas que desaparecieron. En este punto nosotros actuamos más como un canal de comunicación entre las familias y los gobiernos. El otro mandato es ayudar a los Estados a combatir de manera más eficiente la desaparición forzada. Hoy tenemos unos 45 mil casos abiertos, de los 55 mil que recibimos desde que se creó el grupo. Son de 89 países diferentes, todo el mundo: desde Timor del Este, Argentina, Congo, países de África, Asia, América Latina, Europa.
- ¿Evolucionaron en el tiempo estos delitos?
-En los ’80, en los contextos de gobiernos autoritarios y dictaduras, o en las guerras civiles de América Central, uno podía identificar muy claramente el signo político de la persona que desaparecía. Hoy no todas las desapariciones forzadas son en contra de opositores políticos. Las hay en el marco de gobiernos democráticos que luchan contra el terrorismo o el narcotráfico, o por cuestiones “de limpieza social” o por conflictos étnicos. Cambió la dimensión de la desaparición forzada. Las que no se transformaron fueron son las metodologías: siguen siendo mantener a una persona en secreto, torturarla, ejecutarla y ocultarla.
-¿Qué lugar ocupa la memoria?
-La memoria es fundamental. La desaparición forzada no es una cuestión del pasado, sino que es una demanda social presente. Vemos una nueva tendencia en varios países, muy importante, de recuperar lugares donde los desaparecidos fueron detenidos clandestinamente y transformarlos en espacios de memoria y en espacios de reflexión. No de memoria estática, sino de memoria dinámica. Por otra parte, hay muchos países que se niegan a confrontar el tema, no hay políticas oficiales del Estado de proteger y fomentar. Esta memoria no existe salvo en la reivindicación de los familiares.
-¿Cómo ve a la Argentina en este aspecto?
-De mi país no puedo hablar desde mi mandato, me tengo que excusar. Sí puedo decir que la Argentina está al frente de los avances en la materia. Fue el paradigma del fenómeno de la desaparición forzada. Si el tema cobró notoriedad en el vocabulario internacional, fue por lo que hacía la dictadura militar en Argentina. Esta es la contribución más perjudicial. Al mismo tiempo, de Argentina salieron algunas de las respuestas y reacciones más importantes a estas desapariciones. Grupos como las Madres, las Abuelas, el CELS, son modelos de reacción que uno puede ver en distintas partes del mundo y que aprendieron de la experiencia argentina. Hay hitos sumamente importantes en el derecho internacional sobre el tema. Todos están, en parte, conectados con Argentina.
-¿Cuáles son esos hitos?
-En el ‘76, no hay ningún tratado ni ninguna declaración que defina la desaparición forzada ni un derecho humano “a no ser desaparecido”. El informe de la Comisión Interamericana de 1980 sobre Argentina es el primer esfuerzo sistematizado para definir la desaparición forzada. En el ’88, la CIDH dicta sentencia en el caso Velásquez Rodríguez, en Honduras. Uno de los abogados del caso es Juan Méndez, un argentino exiliado de la dictadura. Cuatro años después, en 1992, se aprueba la Declaración sobre la Protección de todas las Personas Contra las Desapariciones Forzadas, que impulsaron Argentina y la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-desaparecidos (Fedefam), entre otros. En el ‘94, se aprueba en la OEA la Convención Interamericana sobre Desaparición de Personas, el primer tratado internacional que define el delito obligatoriamente. En 1998 se aprueba el Estatuto de Roma, que crea la Corte Penal Internacional, y se incluye entre los crímenes en los que tendrá jurisdicción la desaparición forzada y en la que fue jefe de fiscales el argentino Luis Moreno Ocampo. En 2006, la Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas, de la ONU. En todosestos casos uno puede ver al Estadoargentino, o a activistas, promoviendo e impulsando estos desarrollos.
-¿Cómo fue su experiencia ante el sistema interamericano?
-Trabajé muchos años en diferentes ONG, litigando casos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Por siete años, entre 2001 y 2007, fui secretario adjunto de la Comisión, cuando estaban también ahí Jorge Taiana, como secretario ejecutivo, y después Santiago Canton. Lo que más me marcó fueron los testimonios de víctimas o de familiares de víctimas de violaciones a los derechos humanos. Las víctimas siempre querían justicia, saber qué había pasado, por qué, y quién lo había hecho. El reclamo por una reparación económica siempre es secundario. Otra cosa fundamental es reclamo de las víctimas a ser tratadas con dignidad, con respeto. Escuché decir “es la primera vez que alguien me escucha con respeto y con atención”. Ese espacio no existe en países donde no hay tribunales independientes, entonces la Comisión es un espacio internacional que tiene que articular para cambiar el paradigma de una sociedad.
-¿Hay una perspectiva de género en los delitos de desapariciones forzadas?
-Sí. Nosotros creemos que todos los procesos sobre delitos de desapariciones forzadas tienen que tener perspectivas de género. Nuestras estadísticas a nivel mundial dicen que el 80 por ciento de las persones que desaparecen son hombres, pero hay un 20 que son mujeres. En los procesos de verdad o de justicia no se da suficiente visibilidad a las situaciones particulares de las mujeres. En la gran mayoría, no se investiga si las mujeres fueron víctimas de la violencia sexual en el contexto de la desaparición forzada, por lo que muchas veces está invisibilizado.
-¿Qué falta visibilizar?
-Hay varios puntos. En los testimonios vemos que en las mujeres desaparecidas hay un trato diferenciado respecto de los hombres. La violencia sexual es mucho más fuerte. En las mujeres embarazadas se agrega una forma de sufrimiento diferenciado, que es la preocupación de qué va a pasar con el bebé. Otro punto es que en la gran mayoría de los países en los que hay sociedades machistas, las mujeres que buscan a sus seres queridos desaparecidos viven una doble estigmatización, porque se suma la estigmatización por la búsqueda misma. Además, el sentido de culpa que se transfiere es muy grande, vimos que se acusa a la madre o a la esposa de no haber cuidado suficientemente a su hijo o marido. En sociedades más tradicionales, la mujer familiar del desaparecido queda en una situación de muchísima vulnerabilidad en temas de relaciones de familia o derechos de propiedad porque, por ejemplo, no pueden disponer de la propiedad que estaba a nombre del marido, ni de la tutela de los hijos. Lo otro, que para nosotros es fundamental, es reconocer la lucha de las mujeres en este tema. Uno puede ir país por país y siempre va a descubrir una mujer, o muchas, encabezando las luchas. Chile, Argentina, México, Guatemala, en cada uno de estos países uno puede nombrar quiénes son las líderes en contra, y siempre son mujeres.
- ¿Qué pasa a la hora de investigar a países con asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU?
-La diferencia pasa por si hay voluntad política para ser transparentes y entrar en un diálogo productivo con nuestros organismos, no depende de que tengan o no asiento permanente en el Consejo de Seguridad. Hay países que son muchísimo más cerrados: hemos pedido visitas a Rusia o China y no hemos logrado ir. América latina es de las regiones más cooperadoras con el sistema de Naciones Unidas. Visitamos México, El Salvador, Guatemala, Colombia, Chile, Argentina, en los últimos cinco o diez años.