Ernesto De Marco es un ex militante del Partido Comunista. Lo detuvieron y secuestraron en 1978. Siempre pensó que había estado detenido en una comisaría porteña, pero había estado en la ESMA. Lo supo en 2008, cuando lo ubicaron a partir de una marca que él había hecho durante su cautiverio en un tanque de agua: “De Marco, PC”. Acá nos cuenta su historia.
Un golpe de aire, el ruido del agua, una firma. Ernesto De Marco, ex militante del Partido Comunista, demoró treinta años en saber que parte de su infierno había sido en la ESMA. “Cuando mi compañero de la Liga por los Derechos del Hombre me dijo que habían encontrado la escritura, se me hizo patente que había escrito el tanque de agua cuando supe, por instinto, que iba a seguir vivo”, dice ahora, entrevistado por Infojus Noticias en la cooperativa de taxis. En los últimos meses, fue convocado a declarar en el juicio por la megacausa: su periplo en cautiverio será caso en la tercera parte del juicio.
Ernesto no fue a la escuela secundaria. Fue un “autodidacta”, y un hombre educado por el Partido Comunista (PC). Los primeros acercamientos fueron a mediados de los ’60, en las marchas de repudio por la invasión de Estados Unidos a Santo Domingo. Cuando Juan Carlos Onganía usurpó el gobierno, se alistó orgánicamente. Y un año después sufrió el primer arresto: un mes de encierro en una comisaría por protestar contra la invasión israelí en la Guerra de los Seis Días. La segunda detención fue en 1971, pidiendo mejoras laborales en la puerta de una empresa del vestido. Un año y ocho meses en Devoto: le aplicaron una ley reciente ley 17.401 que prohibía las “actividades comunistas”.
Mientras crecía la violencia política, los militantes fueron extremando las medidas de seguridad. Había que memorizar todo lo posible. Cuando subía a un colectivo, nunca se sentaba del lado de la ventanilla ni ocupaba el primer asiento. Era para ver si había un retén policial y poder tirar –o comerse- el papel con el nombre de una cita. El día que cumplió 29 años, esos recaudos se endurecieron: De Marco bajó el arma del ropero de su casa, dejó en el jardín a su hija Julieta y se fue a una de las casas operativas que tenía el Partido Comunista (PC). Era 24 de marzo de 1976.
Allí, el Comité del Partido les dijo que no había resistencia popular y había que replegarse. Ahora, De Marco recuerda con una mirada crítica: “El planteo de la conducción acerca de la convergencia cívico-militar, de sectores progresistas de las Fuerzas Armadas –si bien pudo haber individuos-, desconocía que era una fuerza reaccionaria y fascista”. Les pidieron que mantuvieran alguna estructura y siguieran reuniéndose en los locales. “Desaparecieron amigos míos, como Carmencita Román, Cesario Arano, Mario y Sergio Pla”.
Cuando terminaba febrero de 1978, De Marco se juntó con dos camaradas -Ernesto Zárica y Julio Fernando Guevara- en una pizzería de Maipú y Corrientes. Estaban planeando una volanteada a la madrugada para apoyar a los trabajadores del correo. Entonces le cayeron varios tipos de civil, encontraron los volantes. De Marco nunca supo si alguien los cantó. “Yo grité mi nombre y di la dirección del partido”, recuerda Ernesto. A los empujones los metieron en un Falcon. En una mesa contigua, por casualidad, cenaba un compañero del partido. Dio aviso y al rato su compañera y otros fueron a llevarle comida y cigarrillos a la comisaría 1ª, a unas cuadras de la pizzería. “En ese momento le reconocieron que estábamos ahí. Cuando volvieron, ya les dijeron que no estábamos”.
En la comisaría lo desnudaron, lo vendaron y lo golpearon. Los guardias lo verdugueaban en voz alta: “Este está cagado; lo vienen a buscar los de la Marina”. En ese calabozo, donde estaba sólo –se reencontró con sus compañeros después de la liberación, en la sede del partido-, perdió la noción del tiempo: “Hay toda una metodología de no dejarte descansar. Cada media hora te preguntan cómo se llama, por qué está acá. Y eso te lo van mezclando con golpes e interrogatorios políticos”.
En la segunda noche –tal vez, por algo que le quedó en el inconsciente- lo llevaron a la ESMA. Ernesto no lo recuerda, lo suprimió del recuerdo. Siempre pensó que había estado detenido en una comisaría porteña. “Registro que me tiraron adentro de algo. Hasta ahí llego. Pero puede ser que haya sido a la salida, y yo confunda”, afirma. No lo sabría hasta treinta años más tarde, a pesar de que pasaba por la puerta regularmente, manejando su taxi, y llevaba a sobrevivientes y ex detenidos. “Durante años pasé por ese lugar y siempre me decía: tengo que entrar. Pero había algo, bien adentro, que me lo impedía”.
El equipo de conservación
Una tarde de agosto de 2008, De Marco recibió un llamado telefónico. Le avisaban que habían encontrado una firma suya, con la sigla PC anexa, en un tanque de agua del sótano del Casino de Oficiales. “De Marco, PC”, decía la marca. “Fue la segunda marca que encontramos, en agosto de 2008. Estaba en dos cisternas en un antecuarto del sótano del casino de oficiales, que era el primer lugar por el que pasaban los desaparecidos. Nos llamó la atención que dijera PC. Así que un compañero dijo que lo conocía, que era taxista, y le mandó una foto de la marca por mail. Rápidamente dijo que era su firma, pero que no había estado en la ESMA”, cuenta Romina Chiesa, una de las tres técnicas en conservación del Equipo de Conservación de la ex ESMA, que trabaja en la restauración de huellas desde el año 2008.
Cuando volvió a la ESMA, sintió que algunas huellas inconexas y disímiles volvían al recuerdo, treinta años después, para certificar que había estado más de una semana de horror en esa cárcel clandestina. El sonido del agua corriendo por una cañería, el soplo de viento en el rostro que lo asaltó cuando salió al playón de estacionamiento, exactamente igual al de la noche en que lo liberaron en una zanja de zona norte, por Tigre.
Entonces recordó con más nitidez lo que había padecido: “Me quemaron, me golpearon, me martillaron en la cabeza, me hicieron no menos de cuatro simulacros de fusilamiento y de caída al vacío: me hacían caminar por una tarima, en un momento pararme, y yo me daba cuenta que adelante no había más piso. Después me empujaban de golpe y caía de un metro y medio, a un colchón o algo”.
De los cuatro falsos fusilamientos, uno sólo le pareció verdadero. Un hombre de “voz satánica, hija de puta”, amartilló el arma. Se la apoyó en la nuca y De Marco sintió el peso, que lo hizo se inclinó hacia adelante.
-Decí lo último que quieras.
-Viva el Partido Comunista.
De Marco sintió el culatazo en la cabeza que lo mandó al piso. Después varias veces el sonido del gatillo. Sin balas en la recámara.
Al “sexto, séptimo día”, la presión de los marinos menguó. Fue una de esas ocasiones, cuando lo estaban arreglando, De Marco escribió su nombre, y las siglas de su partido. “Necesité dejar constancia de que estuve ahí. Acá pasó Ernesto De Marco”.
La foto de la marca en la ESMA es gentileza de la Coordinación General de Sitios de Memoria CABA Secretaria de Derechos Humanos de la Nación.
LB/RA