Fabiana Tuñez es la directora ejecutiva de La Casa del Encuentro, la asociación civil que todos los años elaboras estadísticas sobre femicidios. Según el último informe, cada 31 horas una mujer es asesinada en el país. “Está legitimado mundialmente que la mujer es un objeto de pertenencia: para parir, para consumir, para usar. Desde esa concepción, a una mujer le podés hacer lo que sea”, dice en esta entrevista con Infojus Noticias.
Cada 31 horas, una mujer es asesinada en la Argentina. El año pasado mataron 277 mujeres; en 9 de cada 10 casos, el agresor fue su pareja o su ex. De ese número de víctimas, 39 habían hecho denuncias previas y cuatro tenían órdenes de exclusión del agresor. La mayoría de ellas convivía con el atacante y tuvo que denunciarlo más de una vez. Estos datos se desprenden de los informes de la Casa del Encuentro, la asociación civil fundada en 2003 que se ocupa de armar estadísticas puntuales de femicidios y otros casos de violencia de género. Además de generar un registro nacional de casos, la ONG trabaja para el desarrollo de políticas públicas que atiendan esta realidad. “El lugar más inseguro para las víctimas es su propia casa”, dice a Infojus Noticias Fabiana Tuñez, directora ejecutiva de La Casa del Encuentro.
-¿Cómo define a la violencia de género?
-Se trata de una conducta que hemos aprendido desde pequeños, basada en desigualdades entre varones y mujeres asignadas por la cultura imperante. A cada género se le asigna determinadas roles y características: la mujer es madre, esposa, hija; es la dulzura, la comprensión; al varón es el fuerte, el que no se debe dejar atropellar, es más hombre si llega siempre “más lejos”. Estas cuestiones van marcando diferencias que van desde lo sutil hasta los golpes. A las mujeres se les pega o se las mata sólo por ser mujeres.
-¿Qué les dice a quienes plantean “violencia hacia los hombres”?
-No es comparable, para nada. Lo repito: a las mujeres se las mata por el hecho de ser mujeres. Está legitimado mundialmente que la mujer es un objeto de pertenencia: para parir, para consumir, para lucir, para usar. Desde esa concepción, a una mujer le podés hacer lo que sea, como a un objeto. Incluso, matarla. Por eso, en algunas sociedades existe la ablación de clítoris, o se arreglan casamientos. En pleno siglo XXI. La mujer es considerada un objeto que le pertenece siempre a alguien. Desde el apellido que nos ponen -el del padre-, hasta el apellido del marido, aunque ahora se puede elegir.
-¿Cuáles son los puntos principales de los informes de femicidios?
-Que atraviesan todas las clases sociales, que se dan a lo largo y a lo ancho de todo el país, que el lugar más inseguro para las víctimas es su propia casa. En cuanto a las edades, van desde los tres meses hasta los 90 años. Recuerdo un caso puntual, de una beba de tres meses a quien mató su propio padre, en un contexto de violencia para con la madre. La autopsia de la beba arrojó violaciones de larga data; la beba como un objeto personal. Barbaridades como esa en el informe están todo el tiempo.
-¿Cómo es la situación de los hijos de las mujeres?
-Los llamamos víctimas colaterales, más allá de que se concrete o no el femicidio. Las situaciones que padecen dejan una marca en su psiquis muy difícil de borrar. A veces hay manifestaciones durante de la niñez, y a veces no, por negación. Pueden aparecer en la vida adulta, cuando empezás a relacionarte sexo afectivamente: reproducen el lugar de la víctima, su mamá, ponerse en ese lugar y entablar relaciones con personas violentas. También se da al revés, no pueden relacionarse sexo afectivamente por miedo a la entrega. Por eso, cuando una mujer viene a la Casa del Encuentro, trabajamos sobre uno de sus argumentos: “No quiero dejar a mi hijo sin padre”. Trabajamos qué significa ser padre. Es el que cuida, protege, comparte, juega, ama. No el que grita, golpea, insulta, humilla.
-¿Cómo definen a las víctima de violencia?
-A partir de su historia, y cada historia es distinta. Hay denominadores comunes pero cada mujer tendrá herramientas diferentes de salida de esa violencia. Depende de su contexto, de su red de contención, de dónde vive.
-¿Hay relación entre la violencia de género y el acoso callejero?
-Sí, es directa. Por ejemplo, cuando un hombre consideraba que tiene derecho a apoyarme en el subte o hasta eyacular en el colectivo. Y sólo por el hecho de ser mujeres. La misma impronta se sostiene cuando un hombre se considera con el derecho de manifestar sus emociones sexuales con frases deleznables, que muchos llaman piropos como si fueran un halago. Es una forma de violencia. Una mujer soporta miradas y comentarios incómodos desde que tiene 12 años, por ejemplo. Lamentablemente, el varón fue educado en esta desigualdad.
-¿Se minimizan estas cuestiones?
-Culturalmente, las mujeres estamos para agradar a los hombres. Esta es la idea central, y los habilita a decirnos todo tipo de cosas. Como mujer, te tenés que fijar si te pusiste un escote, pensar cómo te vas a vestir para evitar miradas o comentarios, mientras que a un varón no se lo cuestiona si el pantalón le ajusta el pene y se le nota. Parecen ejemplos menores pero sostienen la misma impronta de desigualdad que la violencia física. Nos dan a las mujeres el lugar de objetos de pertenencia, así como el lugar de reproducción de la especie: eso no es una relación igualitaria. Desde que se dice que salimos de la costilla de Adán, la desigualdad está planteada; socialmente somos su extensión. El origen del patriarcado es anterior a todos los sistemas, incluido el capitalismo.
-¿Qué les dice a las mujeres machistas?
-A todos nos educaron bajo la idea de que hay mujeres buenas y mujeres malas. La buena es la esposa, la madre, la hija. Las malas son las otras. Reproducimos este sistema machista cuando ejercemos esas ideas en nuestros hijos. Cuando colocamos al varón en ese lugar de dueño y superior. Las madres que sostienen mensajes típicos como “hagamos todo para que cuando venga papá no se ponga nervioso”. Es el varón el que no tiene que ponerse nervioso jamás. O cuando se dice “¿esa madre no sabía dónde estaba su hija?”, con estas formas ponemos todo el peso en la madre. ¿Y el padre? Tomar el lugar pasivo es legitimar la violencia. Tenemos que reaprender otra forma de relacionarnos. Y no se trata de un discurso anti varón, sino de un discurso de igualdad de géneros.
-¿Funciona el botón antipánico?
-Sí, es una buena medida. Las mujeres se sienten mucho más seguras. Se sienten acompañadas y saben que cuando accionan el botón, no tienen que contar toda su historia de nuevo, eso es muy importante.
-¿Qué pasa con las denuncias?
-Se tiende a desalentar la denuncia de la mujer. Por otro lado, al no tener patrocinio gratuito, no pueden continuar las causas y quedan archivadas. Por eso, en muchos casos de femicidios, se encuentran denuncias previas. Falta entender la violencia de género como un problema integral y federal. Falta atención interdisciplinaria, y que la víctima cuente su historia una sola vez. Actualmente, tiene que hacer miles de trámites y en lados distintos. Cuando hace la denuncia no termina todo, recién empieza, y hay que estar más presentes que nunca.
-¿Qué políticas públicas proponen?
-Es indispensable que la mujer víctima que tiene trabajo estable pueda pedir licencia por violencia de género. También reclamamos la pérdida automática de la patria potestad del femicida condenado. Y un subsidio temporal, del valor de la jubilación mínima. Y en el caso de los hijos que quedaron sin madres, reclamamos subsidios por cada uno. Así garantizamos dos cosas: por un lado, un haber para las familias que asuman la crianza de estos chicos, con posibilidades económicas concretas. Por otro, que no se los separe (muchas veces son muchos hermanos), y que tengan cobertura de salud hasta los 21 años.
-Hay más difusión en los medios de los casos de femicidios, pero ¿se informa bien?
-Sí, hay más difusión. Es real y eso es bueno. Pero hay que tener cuidado con cómo se difunde. No deben dar datos escabrosos. Informar está bien pero hay que difundir que también se puede salir de ese calvario. La mujer golpeada tiene que saber que su único destino no es que la maten.
LR/RA